Una escena de «A Midsummer Night's Dream»
Una escena de «A Midsummer Night's Dream» - ABC

Aix-en-Provence: un sueño recurrente

«A Midsummer Night's Dream», ópera que Benjamin Britten escribió sobre texto propio y de Peters Pears, a partir del relato de Shakespeare, se estrenó en 1991 en este festival y ahora vuelve a casa

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No se puede entender la ópera contemporánea sin la presencia del director teatral Robert Carsen: alguien capaz de demostrar que tras una imagen visualmente bella hay una historia que merece la pena compartir. A sus sesenta y un años, Carsen parece seguir inclinando la balanza hacia el aspecto más teatral del género, esa singularidad histórica que durante mucho tiempo se ha querido explicar hablando torpemente de la «dictadura» de los directores de escena.

Torpe y de forma simplificada, pues si bien es cierto que, en el caso de Carsen, las propuestas escénicas son siempre apasionantes, también lo es que nada de lo que sucede sobre el escenario es decorativo, caprichoso o narcisista. Explicar, como él ha hecho, que «no hay teatro sin audiencia» es algo más que un gesto aparente.

Entre los distintos trabajos de Carsen ocupa un lugar muy particular la producción de «A Midsummer Night's Dream», ópera que Benjamin Britten escribió sobre texto propio y de Peters Pears, a partir del relato de William Shakespeare. Se estrenó en 1991 en el Festival de Aix-en-Provence, se grabó en DVD, se vio en Barcelona en el 2005 y ahora vuelve a casa veinticuatro años después. No son muchos los trabajos capaces de aguantar el tiempo sin perder un ápice de interés, aquellos que logran trascender una estética que surge siendo una moda y acaba convirtiéndose en un clásico. Si entonces se habló de minimalismo hoy hay que hacerlo de esencialidad, lo que fue concreción se ve ahora como síntesis y donde hubo buen gusto y encanto cabe encontrar amabilidad, fantasía, amor y misterio.

La gigantesca cama con colcha verde que llena todo el escenario del Théâtre de l'Archevêché es, no hay duda, el bosque, pero también es el lugar que arropa a sus habitantes. Siempre hay un momento mágico en el teatro de Carsen: aquí Oberon, acompañado del pícaro Punck, levanta el telón con sólo señalarlo; entonces son tres las camas que flotan en el aire, inmóviles, mientras las parejas de amantes descansan en ellas.

Encantador el teatro de los artesanos. Todo es liviano, inmaterial, definitivo. Colabora a ello la iluminación del propio Carsen y de Peter van Praet, reelaborada para la reposición. Además del fondo que proporciona la orquesta de la Ópera de Lyon, que el año pasado dedicó un festival a Britten con su director Kazushi Ono, un engranaje fundamental a la hora de convertir la producción en una clara demostración de trabajo en equipo.

Encabezando el reparto están Sandrine Piau y Lawrence Zazzo, Tytania y Oberon, muy elogiados aunque merezca la pena prestar atención a Scott Conner (Theseus), Rupert Charlesworth (Lysander), John Chest (Demetrius) y Layla Claire (Helena) antiguos miembros de la Academia del festival, centro que desde 1998 ayuda al perfeccionamiento de jóvenes profesionales. Desde luego, al actor Miltos Yerolemou (Punck), Brindley Sherrat (Bottom) además de elfos y hadas interpretados por el Trinity Boys Choir, fascinante desde el primer coro "Over hill, over dale". El mejor principio para una representación emocionante.

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