Ornette Coleman, durante una de sus actuaciones
Ornette Coleman, durante una de sus actuaciones - reuters

Ornette Coleman, el revolucionario del jazz

Lejos de buscar cómodos réditos, jamás bajó el pistón de su creatividad

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Músicos, aficionados y críticos convinieron en señalar a este saxofonista, trompetista, violinista y compositor, como el mascarón de proa de la revolución que sacudió la galaxia jazzística en las décadas de 1950 y 1960. Y, aunque la afirmación olvide la importancia de Cecil Taylor, la valoración no es errónea. Sin embargo, Ornette Coleman, lejos de buscar cómodos réditos en ella, jamás bajó el pistón de su creatividad. Le gustaba lo inesperado, la aventura. Ayer falleció en Manhattan, víctima de un fallo cardíaco, a los 85 años.

Con Ornette se nos ha ido un campeón en cualquier categoría y lo primero que hay que hacer para comprender bien su obra es ubicarle correctamente en su tiempo, sin saltar de un momento a otro porque ya se encargaba él de hacerlo por nosotros.

Nacido en Fort Worth, Texas, debutó en la adolescencia en la banda de rhythm & blues de Clarence Samuels. En aquellos años, su estilo revelaba ecos de Charlie Parker, pero Ornette no tardó en trascender esta herencia. Se centró en el sonido de su instrumento, aprovechó la fraseología del bebop y terminó por desentenderse de los acordes. Nacía así una nueva libertad para el jazz que calentó los motores de los circuitos del estilos como nunca antes lo había hecho.

Estas ideas fueron bien recibidas por músicos como el trompetista Don Cherry, el contrabajista Charlie Haden y los bateristas Billy Higgins y Ed Blackwell. De esta colaboración surgió, en un garaje de Los Ángeles, una nueva música en la que saltos melódicos y rítmicos evolucionaban, orgánicamente, con cada intérprete, sustentando sus elaboraciones en las ideas de los demás. La controversia fue enorme y no favoreció precisamente al artista en su carrera. Sin embargo, Ornette había tomado una decisión y no había posibilidad de marcha atrás.

Los discos de aquel momento son manifiestos estéticos desde la misma elección de los títulos: «Tomorrow is the question», «The shape of jazz to come», «Change of the century»... De algún modo, todos recuerdan aquellas soflamas vanguardistas protagonizadas por dadaístas y futuristas, enseguida trascendidas por los acontecimientos. Con Ornette, sin embargo, sucede todo lo contrario.

Gran parte de su obra es hoy un puente entre la música culta y el jazz. En 1967 obtuvo la primera beca Guggenheim para música de jazz, y en los primeros años de la década siguiente, se interesó por la electrónica de baile y el funk, y a ambas, con su banda Prime Time, aplicó su particular teoría «armolódica». El hallazgo se considera de gran influencia en la corriente contemporánea -y amplia- del M-Base, y el quinteto de veinteañeros «Mostly Other People do the Killing» es considerado una de sus mayores herencias.

Largo era el brazo de Ornette Coleman. De hecho, si uno de los grandes legados del siglo XX es la unión de músicas negras y blancas en tierras de América, él ha dejado su huella para siempre en una obra que revela una coherencia sin tacha.

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