Literatura

Libros que atraparon el alma de la Semana Santa

La contradictoria y compleja fiesta ha sido un tema esquivo y huidizo que pocos autores han conseguido narrar

Montaña de libros ABC

EVA DÍAZ PÉREZ

¿Está la Semana Santa escrita en alguna parte? ¿Alguien ha sido capaz de quintaesenciar el misterio en una metáfora? Probablemente este escenario de prodigios no haya sido resumido en un solo libro. Y, a pesar del exceso de producción ‘literaria’ cofradiera, pocos autores han conseguido narrar con altura esta fiesta hechizante. Porque, como decía, Romero Murube: «Es uno de los temas más difíciles, esquivos y delicados que pueden sentar y medir la autenticidad de todas las plumas».

En este escaparate de páginas elegidas habría que citar «Sevilla: Teoría y realidad de la Semana Santa» , de Antonio Núñez de Herrera , autor ahora rescatado tras demasiadas décadas de olvido. En esta obra publicada en 1934 el escritor y periodista de la generación Mediodía aportó la más singular y certera descripción de la compleja y contradictoria Semana Santa.

Vagó este libro en la desmemoria colectiva. En su tiempo no fue bien recibido, luego murió Núñez de Herrera y poco después llegó la Guerra Civil condenándolo al vacío. Y, sin embargo, el libro asombra porque Núñez de Herrera describe escenas que nadie había contado nunca . Y lo hacía con una narración limpia y sencilla que tocaba el alma del complicado jeroglífico de la memoria sentimental de la ciudad.

Siguiendo con la brillante generación Mediodía, otro autor que desveló con belleza literaria la Semana Santa fue Rafael Laffón , el autor de «Sevilla del buen recuerdo», ese tratado mayor de la nostalgia. Fue en 1926 cuando publica «Ditirambo de las cofradías» , un librito que se editó para ensalzar las maravillas de la ciudad en vísperas de la Exposición Iberoamericana de 1929.

Se trata una obra de impresiones líricas que Laffón recuperaría ya en 1941 en su gran libro de la Semana Santa: «Discurso de las Cofradías de Sevilla» . Esta obra fundamental contó con una segunda edición que publicó ABC en la Cuaresma de 1979 en entregas diarias que aparecieron acompañadas por fotografías de Jesús Martín Cartaya.

Su compañero de generación, Juan Sierra , es otro de los autores que con mayor acierto ha escrito sobre la Semana Santa con hallazgos visuales e imágenes sorprendentes: espejos del aire, ceniza antigua, horas de naranjo amargo. Poemas que huelen a caoba que cruje y a «zumo de varales y aceite».

Escribió Sierra libros como «María Santísima» (1934), un conjunto de décimas inspiradas en las distintas advocaciones españolas a la Virgen; «Palma y cáliz de Sevilla» (1944), dedicada íntegramente a la Semana Santa; «Claridad sin fecha» (1947); «Sevilla en su cielo» (1984) o «Álamo y cedro» (1982).

Joaquín Romero Murube también dedicó fascinantes páginas en varias de sus obras. Pero hay un libro especial, «Sevilla en los labios» (1938), en el que incluye «Dios en la ciudad».

La Semana Santa también ha sido admirada por escritores de fuera. Es aquí donde se entra en un terreno de heterodoxia. Habría que destacar la obra de Eugenio Noel «Semana Santa de Sevilla» (1916) por la que el escritor fue condenado y excomulgado al presentar la fiesta con todas sus contradicciones. Y no podríamos olvidar las extravagantes interpretaciones de lo argentinos Oliverio Girondo en «Calcomanías» (1925) y Roberto Arlt en «Aguafuertes españoles» (1936).

Ya en la contemporaneidad el escritor y periodista Antonio Burgos ha destilado en artículos -prosa del instante para la eternidad- una potente postal narrativa. Artículos que reunió en el libro «Semana Santa» , aunque ha descrito con trallazos luminosos el libro secreto de estos días prodigiosos en su pregón y en su novela «Las cabañuelas de agosto».

El escritor y también columnista de ABC Francisco Robles revolucionó la forma de contar la Semana Santa con «Tontos de capirote» (1997). El escritor hizo pasar a todos por el callejón del Gato valleinclanesco para hacer un retrato más que aproximado y sarcástico de la fiesta. Una necesaria y salvífica parodia de nosotros mismos.

En esta galería deberían estar también el gran Rafael Cansinos Assens , el apóstol de la vanguardia, que en novelas como «El manto de la Virgen» evocó la Sevilla de su infancia, así como los reportajes de Chaves Nogales sobre la compleja Semana Santa de 1935. Sin olvidar a Alfonso Grosso y su «El capirote», novela condenada por la Sevilla reaccionaria. En este escaparate de ilustres no faltan las evocaciones que hicieron los Machado o Luis Cernuda , que debe entrar en esta antología por su poema «Luna llena de Semana Santa». Y otros ilustres recreadores del alma sevillana como Vicente Tortajada , Aquilino Duque con su novela «La rueda de fuego» o Rafael Montesinos , apóstol mayor de la memoria.

«Teoría y realidad»: El silenciado Evangelio laico de un heterodoxo sevillano

El escritor y periodista Antonio Núñez de Herrera describió la fiesta profana y sacra. Publicó «Sevilla. Teoría y realidad de la Semana Santa» en 1934 desvelando el alma contradictoria y singular de la fiesta. Una Semana Santa de los años treinta en la que hay nazarenos que envuelven sus alpargatas en el último número de «El Socialista». Y escribe curiosas filosofías:«¿El Génesis? No interesa. Más que la salida del mundo, maduro de la entraña del caos, importa la salidad de la Virgen de la Amargura por el estrecho marco de su iglesia».

«Sevilla en los labios»: Un paseo por memoriales e itinerarios de la Sevilla secreta

Romero Murube destiló páginas memorables en muchas de sus obras. Un Miércoles Santo de 1929 recogió de la imprenta su primer poemario, «Sombra apasionada», y poco antes de morir escribió un pregón dedicado a la Virgen de Valme, su testamento literario. Sin embargo, fue en «Sevilla en los labios» donde resume su mejor prosa. En el capítulo «Dios en la ciudad» propone paseos por la Sevilla secreta : Santa Clara «con sus calles tendidas suavemente hacia el río», los recuerdos de la Virgen de la Hiniesta, los sagrarios pobres o la salida de la Soledad.

«Discurso de las cofradías»: Luminosas impresiones literarias de la ciudad dionisiaca

El escritor de Mediodía Rafael Laffón fue uno de los inspirados recreadores de la Semana Santa. Escribió «Ditirambo de las cofradías» y más tarde «Discurso de las cofradías». Así narraba el ambiente de vísperas:«Y Sevilla, extática y estremecida a la par, como aquella antigua dionisiaca de Magdala -tortura y deleite en el arrebato del amor supremo-, corre a beber con fuegos viscerales a la llaga sin fin del costado de sus Cristos, con un espasmo que torna orgía su naturaleza pasional: Éxtasis y orgasmo, bacanal y transporte ... ¡Oh, Sevilla, Sevilla-Magdalena».

«Palma y cáliz de Sevilla»: El poeta que escribió la oración abstracta de la fiesta mística

Juan Sierra conocía certeramente el secreto del verso y el misterio de la fiesta. En «Palma y cáliz de la Semana Santa» descubre momentos de asombro, como el dedicado al Cristo del Calvario:«En lo cóncavo y alto suenan golpes terribles/ como lúgubre aviso de martirio lacrado./ Suenan golpes terribles porque el sueño construye/ un ataúd de urgencia sobre la losa fría/ (...) El templado cadáver se ha tornado amarillo/ al llegar a la puerta donde nace la aurora./ Entre humo de aceite y caoba de nieve / la catedral respira su niebla de agonía».

«Semana Santa en Sevilla»: El apóstol crítico que se convirtió en el gran narrador del prodigio

«¿Quién no ha oído celebrar esos siete días sevillanos que empiezan por un funeral y terminan en una orgía?». Eugenio Noel, autor epígono de la Generación del 98, que destacó por sus libros antitaurinos y antiflamencos. Sus libros paradójicamente resultan tan críticos como entregados a la hermosura de la fiesta . Noel sabía bien de qué hablaba, pero sus obras son hermosos homenajes. Noel captó la atmósfera de la Semana Santa de 1916: «Crepúsculo perfumado, incienso y piropos, luces cristianas que arden como lenguas, músicas y ditirambos».

«Calcomanías»: Las metáforas más brillantes e irreverentes de la Semana Santa

El escritor argentino Oliverio Girondo visitó la Semana Santa de 1923 y descubrió un campo de experimentación de la vanguardia. El resultado fue «Calcomanías» (1925), obra llena de poemas con «Vírgenes como cupletistas» y «Cristos ensangrentados como caballos de picador» . En pocas ocasiones se han escrito metáforas tan brillantes e irreverentes: «La cofradía del Silencio (...) proyecta en las paredes blancas un film dislocado y absurdo, donde las sombras trepan a los tejados, violan los cuartos de las hembras, se sepultan en los patios dormidos».

«Semana Santa»: Una postal narrativa de instantes para la eternidad

El escritor y columnista Antonio Burgos ha contado su gran libro de la Semana Santa en retazos a lo largo de su dilatada trayectoria. Hay un mosaico de iluminaciones narradas en artículos, ensayos y novelas. En 2017 la editorial Almuzara publicó un libro que era una antología de algunos de estos textos entre los que se encuentran piezas míticas como «Farol de Cruz de Guía», pilar de la memoria sentimental de la Semana Santa . Un artículo escrito en estado de gracia: «Antes de que la noche se mire en un espejo de negros capirotes y ceras de tinieblas...».

«Tontos de capirote»: Una recreación literaria de capillitas por el Callejón del Gato

Francisco Robles consiguió con «Tontos de capirote» en 1997 describir la fauna de la Semana Santa contada desde dentro. Con su pluma irónica -cargada de erudiciones- Robles hizo pasar al paisaje humano de la Semana Santa por el Callejón del Gato valleinclanesco. El resultado fue un esperpéntico retrato narrado con una sana intención satírica que sirvió como amable reflexión colectiva. Un ejercicio en el que los que protagonizan la Semana Santa se rieron de ellos mismos. Una parodia que sirvió como salvífico remedio para los excesos.

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