Crónica periodística

'Aguafuertes' de Pasión de Roberto Arlt: entre lo sublime y lo popular

La editorial Casimiro recupera las crónicas periodísticas que le dedicó a Sevilla en 1935 el gran escritor argentino

El Gran Poder de regreso a San Lorenzo en una imagen de 1930 Serrano

Jesús Morillo

El argentino Roberto Arlt , uno de los grandes renovadores de la narrativa en español del siglo XX, no fue el primer escritor foráneo que se acercó asombrado a una Semana Santa de Sevilla sobre la que aseguró que «nada semejante puede presenciarse en el mundo», porque «es única en el planeta ».

Otros autores también lo hicieron, como el francés Paul Morand , que le dedicó una novela —’El flagelante de Sevilla’— admirada por su amigo Joaquín Romero Murube , o su compatriota, Oliverio Girondo, quien escribió un largo poema vanguardista tan atrevido en sus imágenes como certero a la hora de captar la Semana Santa de los años 20.

Lo que distingue a la aproximación de Roberto Arlt, recuperada por la editorial Casimiro en el libro ‘Sevilla’ , la actualidad literaria de un estilo, similar al desarrollado en sus más famosas novelas — ’El juguete rabioso ’—, insobornable y que entendía que la literatura debía golpear con la fuerza de un «cross a la mandíbula». Esa narrativa es la que las hace tan actuales, hasta el punto de perdonar el detalle de que el argentino se deje seducir por cierta visión orientalizante de los viajeros románticos.

Por ello, estos ‘Aguafuertes’ sevillanos , como llamaba a sus crónicas periodísticas para el diario bonaerense ‘El mundo’ y que aparecen recopilados en este libro, reflejan una Semana Santa, como la de 1935, un año antes de la Guerra Civil , como excepcional, por salir de nuevo todos los pasos a la calle tras unos años en los que no lo hicieron, entre lo sublime , como una salida del Gran Poder; y lo popular , con la emoción que despiertan las Saetas entre un nazareno de los Gitanos que literalmente rompe su vara.

Roberto Arlt, admirado por escritores como Roberto Bolaño y Ricardo Piglia, refleja en sus crónicas el auge del turismo para esas fechas —«se habilitan para los huéspedes cuartijos imposibles, triángulos bajo las escaleras»— con el objetivo de ver unos pasos que lo sobrecogen por su «valor fabuloso», sus «palios de oro» y las luces de los cirios que «envuelven a las imágenes en un incesante centelleo de chispas y destellos».

Aunque lo que más parece impresionar al escritor es la salida del Gran Poder . «Suena una campanada. Simultáneamente se apagan las lámparas de todas las casas; los focos de las calles. Permanecemos en tinieblas compactas. La multitud retiene la respiración. Silencio absoluto. Otra campanada. Bruscamente las hojas del pórtico de la iglesia se abren y, tieso, en el fondo de la neblina amarilla, un alto crucifijo de oro macizo. Es Jesús del Gran Poder».

Otro tipo de sensaciones, más carnales, le despiertan las sevillanas vestidas de mantilla . «Es un espectáculo cuya uniformidad estética exalta los sentidos hasta que la emoción revienta en piropos apasionados, que ellas acogen con el donaire de una mirada larga y un comentario sonriente».

Pero en estos ‘Aguafuertes’ hay sitio también para reflexiones sobre la religiosidad popular —«el pueblo es apasionado por la liturgia suntuosa, colorida, musicada, que rodea a sus imágenes»—, la emoción ante las saetas —«los aplausos revientan en las manos y lágrimas gordas como guisantes ruedan por muchas mejillas»—, la descripción de las Vírgenes con sus «rostros de adoloridas niñas andaluzas» y unas bullas que no son hoy ninguna novedad. «Tres y media de la madrugada. Intento cruzar frente al Ayuntamiento. Es imposible. Cien metros antes lo impide una muralla de multitud».

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