Rosa Montero: «Las mujeres siempre hemos tenido que empezar de cero»

La escritora, último premio Nacional de las Letras, publica una nueva edición de «Nosotras», obra que apareció por primera vez en 1995 y a la que ha añadido noventa nuevas biografías

Rosa Montero, fotografiada ayer en Madrid ISABEL PERMUY
Inés Martín Rodrigo

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Cuando Rosa Montero (Madrid, 1951) publicó, en 1995, «Historias de mujeres» (Alfaguara), las biografías femeninas no interesaban. Quizás por eso, o además de eso, a casi nadie se le ocurría escribir de las heroínas que hicieron historia y, sin embargo, fueron ignoradas por la Historia. Aquel libro funcionó de maravilla, agotó una tirada tras otras y hoy es un clásico de la literatura feminista de nuestro país. Qué mejor momento, ahora que la causa antisexista ha saltado a la agenda hasta el punto de marcarla, para recuperar la obra y añadirle noventa nuevas biografías, en una nueva edición ilustrada por María Herreros .

«Hace veinticuatro años éramos mucho más invisibles. Ahora estamos viviendo un momento histórico, hemos subido un pequeño peldaño», reconoció la escritora, último premio Nacional de las Letras , en un encuentro con periodistas. A su juicio, seguimos «atrapados en una sociedad machista » y la reivindicación consiste en que lleguemos a «ver el mundo de otra manera». «El sexismo es una ideología en la que nos educan a todos, a las mujeres también» y, por eso, ella escribió este libro «intentando agrandar las fronteras de conocimiento de nuestra propia vida». Montero quería ver «qué más podía aprender» y, tras descubrir el trabajo de la profesora de la Universidad de Valencia Ana López Navajas , que está preparando un fondo documental de mujeres para estudiar en la ESO, decidió hacer «este añadido de noventa, que podrían haber sido quinientas».

Mujeres de raza

En el proceso de documentación, que la autora describe como «deslumbrante», se dio de bruces con una serie de circunstancias que no por evidentes resultan menos «abrumadoras»: todas tuvieron una tremenda dificultad para educarse (la mayoría fueron autodidactas y, sin embargo, llegaron a la erudición), sus trabajos fueron «ensombrecidos o robados» por hombres (maridos, hermanos, profesores...) y ninguna fue recogida por los anales de Historia.

«Las mujeres siempre hemos tenido que empezar de cero, y eso es terrible, porque la cultura es una trenza, un testigo que nos vamos pasando y la sociedad nos ha robado a las mujeres ese testigo». A todos esos condicionantes, materiales, educativos y sociales, se añadía la maternidad -las familias numerosas no eran, entonces, de tres hijos-, lo que lleva a Montero a afirmar, con rotundidad: «Yo no soy de la raza de las mujeres que están en este libro. ¿Cómo lo consiguieron? Me parece importante que hayamos tenido delante de nosotras a estas titanas. No tenemos la obligación de ser santas, tenemos la obligación de ser libres».

A estas alturas de la Historia, llama la atención que se ignore, por ejemplo, que el primer texto literario firmado fue escrito por una mujer, Enheuanna , en el año 2.300 a.C., una princesa mesopotámica que además hizo las primeras anotaciones astronómicas y musicales que existen. «Si no sabemos cosas como esa, ¿qué maldita Historia conocemos todos, hombres y mujeres? Es una reivindicación que debe incluir también a los hombres, porque la vida que nos han transmitido es una mentira muy grande».

En ese sentido, la escritora defiende que «el feminismo no es un tema de mujeres». «Durante la Transición , hablabas de un tema feminista y todos empezaban a mirar para otro lado. Hoy eso está cambiando. El feminismo consiste en deconstruir una construcción ideológica sexista milenaria. Para que el progreso siga, hay que empujar».

Violencia de género

De hecho, Montero considera que, pese a los últimos datos de violencia de género en España -el año pasado, el número de mujeres víctimas alcanzó su máximo desde 2012-, «estamos radicalmente mejor» que en décadas pasadas. «Cuando las mujeres no se rebelaban, no se las mataba y no constaban esos malos tratos en ningún lado. El cambio, esa deconstrucción del sexismo, ha sido rápido y eso crea conflicto. Cada muerte es más que demasiado y sólo se puede disminuir el número de víctimas con educación, desde la cuna». Lo dice quien se define como feminista «poliédrica» y defiende la «reflexión constante» para huir de posturas cerradas, que «pueden llegar a extremos de intolerancia»: «Lucho por la absoluta libertad de elección, para ser quien quieras ser».

Entretanto, la igualdad en el sector cultural está, también, lejos de producirse. Montero sostiene que en el mundo literario las mujeres «no publicamos lo mismo y no se nos critica igual». Y la Real Academia Española (RAE), en la que ella estuvo a punto de entrar («No me voy a volver a presentar», confirma), es una institución «señorial y antigua», que cambia «más lentamente que el resto de la sociedad». Pese a todo, espera «ver a una mujer dirigiendo el país» antes de morirse.

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