Nélida Piñon: «En ningún caso quisiera que Cataluña se fuera de España»

La autora brasileña acaba de publicar «Una furtiva lágrima», un ensayo formado por recuerdos y reflexiones sobre varios asuntos

Nélida Piñon, durante la entrevista en Madrid Isabel Permuy
Carmen R. Santos

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A sus ochenta y tres años, la escritora brasileña Nélida Piñon , galardonada con numerosos premios -el Príncipe de Asturias de las Letras en 2005, entre otros-, se conserva espléndida y derrocha encanto. Últimanente, nos confiesa, tiene problemas con la vista, que le afectan sobre todo para la lectura. Pero no desespera, una actitud que siempre la ha caracterizado. Como cuando su oncólogo le pronosticó que le quedaban entre seis meses y un año de vida, momento en el que nació «Una furtiva lágrima» .

—¿La escritura de su último libro le sirvió en cierta medida de «terapia»?

—No exactamente de terapia, pero mientras iba escribiendo el drama se iba quedando al margen. Lo que pesaba era la escritura, el que todo seguía como siempre. Volví a poner en marcha esa vocación irrefrenable por escribir que tengo desde la juventud. La literatura es mi gran pasión. Tengo con ella una relación amorosa. Y está muy conectada con la vida. No concibo esta sin la literatura que nos enseña como el mundo es grotesco, carnívoro y, a la vez, sublime. En un principio, pensé en que fuera un diario, pero luego comencé a realizar anotaciones. Prácticamente todo lo que veo me inspira una reflexión. Para mí el pan cotidiano es pensar.

—Su título proviene de una romanza de «El elixir de amor», de Donizetti. ¿Por qué? ¿Es usted aficionada a la ópera?

—Adoro la ópera, me fascina. Sobre todo por su melodramatismo. Creo que el melodrama evoca quienes somos. Somos seres melodramáticos. Escribí la novela «La fuerza del destino», donde soy un personaje, la cronista Nélida. Pasé meses escuchando reiteradamente la ópera de Verdi. La ópera me ha ayudado a entender muchos aspectos del ser humano. En cuanto al título lo elegí porque me di cuenta de que en la circunstancia en que me hallaba tendría que llorar, y no solo por eso, sino en general porque la vida provoca lágrimas, aunque también carcajadas. Pero esas lágrimas tienen que ser furtivas, discretas. Quizá nuestros mejores sentimientos tienen que ser furtivos, recónditos.

—En su libro señala usted: «Puesto que soy diversa, soy muchas». ¿Cuántas Nélidas hay?

—No lo sé. Desde luego muchísimas. Y estoy preparada para aceptar una nueva. A pesar de la edad, no quiero estar cerrada nunca, no vivir como si estuviera en el epílogo.

—¿No hay ninguna Nélida preponderante?

—Quizá la campesina. la aldeana. Más que la Nélida sofisticada que casi desde niña se preparó para la alta cultura. Vivo en la ciudad pero tengo una profunda nostalgia del campo. Me conmueve el campo, los animales. El trabajo del campesino me maravilla. Es lo más primario, lo más antiguo y auténtico, la búsqueda de la comida. Esta Nélida campesina me retrotrae a mis ancestros, a mi linaje.

—A la Galicia de sus padres y abuelos...

—Mi familia me prometió que conocería España. De niña pensaba que España estaba en Copacabana, pero mi madre me dijo: «Hay un océano por medio». Amo el Atlántico, es uno de mis grandes mitos. Considero que entiendo mejor Brasil desde la Península Ibérica. He viajado varias veces a Galicia, y siempre está en mi corazón, pero recuerdo sobre todo cuando fui a los diez años a Cotobade. Es una de las etapas más felices de mi vida. Mi padre me regaló un saco de cuero, donde yo ponía pan, fruta, queso, chorizo, y me iba al campo, con las vacas. Adoro las vacas gallegas. Por eso, como le decía, destaco a la Nélida campesina.

—Se ha definido usted como «optimista crítica»...

—La palabra optimista suele ligarse a una persona fuera de la realidad, incluso un poco tonta. Mi optimismo es el del conocimiento. Al estudiar la historia humana, comprobamos que hay ascensiones y declives.

—Leemos en su libro: «Desde joven me incliné por una actitud de resistencia. No creer en milagros, ni en escenarios idealizados o idílicos». Quizá hoy es especialmente importante este mensaje, cuando el populismo rampante promete tantos «milagros»...

—Claro, el populismo promete milagros y por eso funciona. La mayoría de la gente tiene una cotinianidad muy dura, y necesita esperanza. Yo lo entiendo. Pero los populistas prometen todo y no cumplen nada.

—¿Sigue usted la actualidad española?

—Totalmente. Y cuando vengo no hago más que preguntar. Ahora estoy sufriendo mucho por lo que pasa en Cataluña. Yo viví allí dos años, he ido muchas veces y Carmen Balcells fue más que mi agente literaria, fue mi hermana. En estos momentos no reconozco a la Cataluña que conocí. Espero que se busque pronto una solución, pero en ningún caso quisiera que Cataluña se fuera de España.

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