Mario Vargas Llosa: «La literatura no puede ser un entretenimiento gratuito»

El Nobel de Literatura reflexiona sobre el imperativo cívico del escritor, que ha cultivado desde siempre

No callarás: cuando la libertad del escritor levanta ampollas

Mario Vargas Llosa, retratado en 2018 Ignacio Gil

Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936) ganó el premio Nobel de Literatura en 2010, después de una vida atesorando galardones y lectores, y sobre todo firmando obras que ya son historia de nuestras letras: «La ciudad y los perros», «Conversación en La Catedral», «La fiesta del Chivo»… Nunca ha rehuido la polémica. Al otro lado del teléfono su voz suena magnética, expresiva, mientras sus palabras recorren dos continentes y el paisaje intelectual vivido desde los años cincuenta. Una perspectiva única para explicar lo que nos pasa. Él insiste en que la literatura tiene una función social, y que el escritor ha de abordar los temas de su tiempo, las injusticias.

La función social de las novelas

—Cuando yo era muy joven estaban muy de moda los existencialistas, y sobre todo los franceses. Y la idea fundamental de ellos, principalmente de Sartre, era que el escritor debía comprometerse, porque le gustara o no le gustara, la función de la literatura era participar del debate público, señalanado aquello que andaba mal en su sociedad, luchando por ciertos ideales. La idea de la literatura como un mero entretenimiento, como algo que se vivía al margen de la vida cotidiana, simplemente no existía. La literatura tenía una función social, denunciaba aquello que andaba mal. En mi caso, aunque haya tomado mucha distancia de Sartre y los existencialistas, creo que siempre he sido fiel a esa idea de que la literatura no puede ser un entretenimiento gratuito y pasajero, sino que tiene que incidir sobre la problemática real, pronunciarse sobre las injusticias, la primera de las cuales en América Latina en los años que yo comencé pues eran básicamente las dictaduras militares.

El riesgo de convertirse en un militante

—El escritor se puede volver un militante, un propagandista. Y entonces ya no sería la literatura lo que prevalece, sino la política. Es un riesgo muy grande, un riesgo que ha destruido muchas vocaciones literarias, tanto en América Latina como en España. La función de la literatura pues no es la de la propaganda política, ni muchísimo menos. La literatura tiene un tipo de permanencia en la vida de las naciones que no es la de las fórmulas políticas, que son pasajeras, muy transitorias. Una obra como «Guerra y paz», de Tolstoi, se puede leer hoy día con la vivacidad y el entusiasmo con la que se leyó en el momento en que apareció, aunque el fenómeno histórico y político que narra haya quedado ya en el pasado. Yo creo que la literatura, a diferencia de la propaganda política, es mucho más trascendente, y asocia a los lectores con los grandes temas permanentes de la existencia, de la vida. Qué es la verdad, qué es la mentira, qué es el progreso, cómo hay que entender el progreso…

El escritor en la tribuna

—Yo procuro decir lo que pienso, decir verdades, muchas veces son verdades muy personales, que no tienen por qué ser compartidas por los otros, y eso genera polémicas. ¿Pues qué vamos a hacer? Yo creo que las polémicas son buenas, aunque generalmente los polemistas no convencen a sus adversarios. Creo que sí son buenas en el sentido de que alguien no es consciente de una problemática y de alguna manera estimulan su imaginación sobre esos temas. Yo creo que eso es bueno, sobre todo en un periodo en el que resulta cada vez más difícil diferenciar a las verdades de las mentiras, porque las “fake news” hoy día pues tienen una vigencia y muchas veces una difusión que no tienen las verdades.

El papel del intelectual

—La función del intelectual es una función de primerísimo orden. Y sobre todo en las sociedades libres. Si se quiere mantener esa libertad es muy importante que los intelectuales participen, expliquen la problemática que vivimos, y que muchas veces el periodismo no está en condiciones de hacer. Eso tiene un desarrollo que es muchísimo más extenso, intenso, que solo puede hacerlo la literatura. La literatura no trabaja solamente sobre la actualidad, sino también sobre el futuro inmediato o mediato, y es muy importante que una sociedad se mantenga viva en ese aspecto. Porque si no los ciudadanos dejan de serlo y pasan a ser zombies. Pasan a ser simplemente manipulados por los poderes de este mundo, y eso es muy grave... En nuestro tiempo las imágenes son más importantes que las ideas, y yo creo que eso limita mucho la función crítica de los ciudadanos. Hay un empobrecimiento de la vida intelectual, que viene del empobrecimiento de la literatura, y de la falta de gran difusión de la verdadera literatura.

El respeto de la diversidad

—Parece mentira que hayan resucitado las ideologías. Parecían haber estado muertas después del gran fracaso del socialismo, el desmoronamiento de los regímenes socialistas por incapacidad interna de satisfacer las necesidades de sus propios países… Y sin embargo las ideologías han resucitado, hay una división muy fuerte en el campo político, tanto que ya muchas veces los adversarios ya no se consideran adversarios sino realmente enemigos. Pretenden destruirse unos a otros, y eso desgraciadamente es una deficiencia enorme de la democracia. El principio básico de la democracia era coexistir siendo diversos. Pensando cosas distintas, con proyectos distintos.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación