Juan Gómez-Jurado - Diario de una epidemia

Día uno: las últimas carcajadas

Una de las terrazas activas en Madrid el viernes ABC

Juan Gómez-Jurado

Son las diez y media de la noche, y en boca de todos está el estado de emergencia. Compruebo nuestra nevera, que tiene su propia crisis humanitaria. Hago de tripas corazón y bajo a la calle. Hay un supermercado cerca aún abierto.

Hay cuatro dependientes y un único cliente: yo. Las estanterías parecen haber pasado un huracán . Quedan bandejas de pollo, una lechuga de esas huérfanas, vapuleadas. Un par de bolsas de almendras. Tendrá que bastar.

Pago al cajero con el móvil, que no requiere de contacto alguno. Él lleva unos guantes de esos de pesar la fruta . Me abstengo de señalarle que están llenos de agujeros. Hacemos lo que podemos, pienso, con un suspiro interno.

Casi todos. Afuera, una terraza permanece abierto. Abarrotada de clientes. Ríen en varios idiomas, dan tragos a sus tercios. Dentro de unos pocos minutos su cierre será obligatorio. Alguien brinda por el coronavirus, las carcajadas del resto resuenan por la calle desierta. Quizás las últimas que se escuchen en muchos días. Lanzo una mirada de odio hacia la terraza. Envidiando su irresponsabilidad. Después aferro aún más fuerte mi lechuga huérfana y regreso a casa .

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