Los tres escritores en la Universidad de Alcalá, antes de su encuentro sobre Cervantes
Los tres escritores en la Universidad de Alcalá, antes de su encuentro sobre Cervantes - EFE

Jorge Edwards: «Habría que hacer películas con las Novelas Ejemplares»

Junto a Sánchez-Ferlosio y Antonio Gamoneda hace inventario de la herencia dejada por Cervantes

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Juntarlos llevó su tiempo y hubo una ausencia notable, pero la confluencia de tres Premios Cervantes ayer en Alcalá de Henares es de esas situaciones que conviene no saltarse. «Los dictadores de hoy son los fotógrafos», bromeaba Jorge Edwards al posar allí donde en 1999 le entregaron el galardón más importante de las letras en castellano. Lo acompañaban en la foto Antonio Gamoneda y Rafael Sánchez-Ferlosio. «Pasa, maestro», le pidió Gamoneda a este último, que se hacía remolón. «Por poquito, pero eres el decano».

Los tres autores superan con holgura los ochenta años y no pueden evitar comentarios del tipo: «Yo quizá tenga un poco mejor la vista que Ferlosio... pero en todo caso la vista nada más». La frase es de Antonio Gamoneda, que hizo una explicación brillante sobre cómo en la prosa de Cervantes hay un germen poético difícil de encontrar en otros autores.

Antes del escritor ovetense habló Jorge Edwards, que sí consiguió ceñirse al tiempo pactado, como si fuera posible ponerle puertas al pensamiento. El chileno cumplió, pero las limitaciones del reloj no le privaron de hacer una exposición precisa e inteligente. Dijo Edwards que él llegó a Cervantes vía Unamuno, que defendió la tesis de que El Quijote era más importante que el propio Cervantes: que el personaje se «comió» al autor. «Me interesan los escritores-océano, los que no tienen límite, los que tienen profundidades muy misteriosas. La pasión por Cervantes y la lectura reiterada ha sido la experiencia de mi vida», aseguró Edwards. «He estudiado la relación de Cervantes con Jorge Luis Borges, que es muy discutible porque lo leyó en inglés. Pero como hay una gran tradición de Cervantes traducido al inglés pues tampoco está tan mal».

El autor de «Persona non grata» halagó la revisión que hizo Borges del capítulo de la cueva de Montesinos. «Al llegar a ese lugar, Borges ha bebido un coñac argentino, cosa que yo como chileno considero altamente peligroso», bromeó Edwards. «Pero Don Quijote, cuando llega a la cueva, ve que está muy cerrada, empieza a cortar ramas y salen unos cuervos y unos grajos que lo hacen caer al fondo de un pozo. Ahí se encuentra el desfile de la Edad Media, que para él era un mundo poético y añorado. Y después lo cuenta y no lo creen demasiado».

Edwards es un devoto de Cervantes, y se atrevió a lanzar un reto a los directores de cine de este país: «Soy un gran aficionado a las Novelas Ejemplares y creo que cada una es una película. Habría que hacer películas con ellas porque son fílmicas y divertidas».

Estilo Cervantes

Después le tocó hablar a Sánchez-Ferlosio, que lo hizo desde unos folios manuscritos que le costó lo suyo leer, pero de los que cayó una enseñanza importante sobre el estilo cervantino. El autor de «El Jarama» dijo que uno de los descubrimientos que hizo Cervantes en su Quijote fue que «todo juicio estético guarda alguna relación con una antigua ética». Ferlosio recorrió su intervención apoyado en una lupa del tamaño de una radial de cortar pizza, pero a estos veteranos se les consiente todo, y sus palabras se escuchan con devoción silenciosa:

«El mérito de Cervantes consiste en actuar al dictado de un texto escrito en el futuro pero con el lenguaje, ya en aquel tiempo anticuado, de los libros de caballerías», resumió.

«Yo también traigo mi parlamentillo escrito», le siguió Gamoneda. «Pero es porque me temo a mí mismo, porque a la hora de abrir una cuartilla con notas puedo comentarlas de tal manera de que se hagan realmente insoportable». Para nada. El escritor ovetense hizo una reflexión muy didáctica sobre la poesía y la sonoridad que se esconde tras la prosa de El Quijote. Y cogió de muestra cuatro líneas correspondientes a la primera salida del hidalgo: «Nunca fuera caballero / de damas tan bien servido / como fuera don Quijote / cuando de su aldea vino».

«Estos versos tomados por Cervantes del romance de Lanzarote y ligeramente adulterados para colocarlos en El Quijote no me interesarían demasiado sino fueran señales de la inclinación y la obsesión de Cervantes por formas metrificadas que él entendía como poéticas», dijo Gamoneda. «Es cierto que la rítmica está en la prosa del Quijote y es cierto que el Quijote no fue el último libro que tenía consigo esta virtud de la rítmica. Podemos referirnos a uno que no anda mal en términos de grandeza, como “La Celestina”. Podrían ser muchos, pero reduciéndonos a la lengua castellana valdrían, quizá, casi todos los libros de Valle-Inclán».

Esa mezcla de géneros motivó a Gamoneda para terminar su intervención con una irreverencia. El escritor se atrevió a negar la teoría de los géneros que tantas horas de clase a llenado en colegios y universidades: «La clasificación en géneros es un débil argumento académico. Estoy diciéndolo en el paraninfo de una universidad, pero en términos un pelín más profundos dudo de la consistencia de esa clasificación genérica». Hay gente que está de vuelta.

Como contrapeso al atrevimiento de Gamoneda, el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle clausuró el acto con una mezcla justa de humildad y sentido del humor: «Decía maese Pedro en la obra cervantina “Llaneza, muchacho, no te encumbres, que toda afectación es mala”. Voy a tratar de ser lo más llano posible, muchacho ya no soy y encumbrarme es difícil siendo secretario de Estado en funciones». Lassalle se limitó a dar las gracias y recordar los discursos que tanto Edwards, como Sánchez-Ferlosio y Gamoneda hicieron el día que se convirtieron, por obra y premio, en herederos legítimos de Miguel de Cervantes.

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