Edna O'Brien: «Soy demasiado ansiosa para ser una persona libre, feliz y afortunada»

A punto de cumplir 89 años, la escritora irlandesa recibe a ABC en su casa de Londres tras la publicación en España de su última novela, «La chica», basada en la historia de las jóvenes secuestradas por Boko Haram, a las que entrevistó en Nigeria

La escritora irlandesa Edna O'Brien ABC

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Un día, hace casi cuatro años, Edna O’Brien (Tuamgraney, Irlanda, 1930) estaba en una consulta, esperando a ser atendida por el médico que le tocara en aquella ocasión, cuando leyó un artículo sobre una joven que había aparecido en un bosque con un bebé en brazos. No sabía cómo se llamaba, ni por qué estaba allí, pero quienes la encontraron lo tenían claro: había escapado de Boko Haram . En ese momento, O’Brien supo que tenía que escribir esa historia, se sintió obligada a hacerlo. Iba camino de cumplir 85 años, pero no importaba. Obstinada y pertinaz, viajó a Nigeria en dos ocasiones y recabó los testimonios de muchas de las mujeres secuestradas, supervivientes del fanatismo islamista .

Con los ecos de todas ellas, construyó un mosaico y les dio voz. La voz de Maryam, la protagonista de «La chica» (Lumen), una novela estremecedora, propia de una autora valiente pese a lo mucho vivido, o quizás por eso. Un coraje que contrasta con su aspecto frágil. En su casa del barrio londinense de Chelsea , O’Brien se muestra accesible, pero reservada. Habla desde la distancia de la belleza imperecedera, susurrando en ocasiones, no por impostura, sino por falta de aliento. Sabe que el tiempo apremia, aunque tengamos toda la tarde por delante. Y yo me siento frente a ella, rodeada de todos sus dioses literarios –Virginia Woolf, Sylvia Plath, Keats, Joyce...–, y la escucho, porque a veces sólo se trata de eso.

Recuerdo un momento concreto de la novela en el que la madre de Maryam le dice que las mujeres no pueden cambiar las cosas.

No tenemos poder.

¿Sigue siendo así?

No hablo por todo el mundo, hablo de esa situación, y ellas no tienen poder. A las mujeres, en muchos países, les gustaría que se escuchasen más sus voces en comparación con su relativa impotencia con respecto a sus superiores, perdón por la palabra, masculinos.

¿Qué piensa de la situación actual de las mujeres en el mundo?

Es muy variable, cada país es diferente. Desde el movimiento #MeToo, en Estados Unidos especialmente, las mujeres son más directas y se defienden por sí solas, y algunas de ellas quizás son incluso demasiado… quiero encontrar la palabra exacta, porque te pueden atacar por la más mínima cosa… Algunas podrían estar estirando demasiado sus propios apuros. La naturaleza humana es la naturaleza humana, y el tema de los hombres y las mujeres es moral, no político. Hay gente buena y hay gente falsa. Pero, en general, y como escritora, y sé cómo he sido tratada, las mujeres, y por tanto las artistas, si puedo usar esa palabra, lo han tenido más difícil. No hay duda de eso.

En una de las primeras frases de la novela, Maryam dice: «Antes era una niña, pero ya no lo soy». Las mujeres sobre las que escribe no son sólo víctimas, siempre luchan.

Así es, y es importante decirlo: son víctimas, pero son luchadoras. Y yo también. He tenido que serlo porque a lo largo de mi carrera he sido atacada, sobre todo por mujeres, por feministas. Tengo sentido de la justicia, pero también sentido de la necesidad de luchar, que no es lo mismo que la necesidad de ser ambiciosa o de ser como un hombre. Quería ser yo.

¿Y se ha convertido, al final, en su propia heroína?

¿Quiere decir si he alcanzado algún tipo de libertad?

Sí.

No. Creo que no. Soy demasiado ansiosa internamente para ser una persona libre, feliz y afortunada. No podría serlo, porque la disposición de la escritura... No es autocompasión, es ansiedad real por saber cómo seguir adelante y cómo luchar contra todas esas otras cosas que aparecen.

¿Esa ansiedad es compatible con el sentimiento de tener un hogar?

Hay dos hogares: el físico y el espiritual. Para los refugiados, el hogar físico es un techo sobre sus cabezas. Yo no soy propietaria de mi casa, pago un alquiler, pero tengo un techo sobre mi cabeza. Es desordenada, pero bonita. En cuanto al hogar espiritual… Para un escritor, ocasionalmente, en el transcurso de la escritura de una novela o de un relato, cuando uno logra, algo casi imposible, que es escribir algo que es válido y que tiene su propia verdad interior y perdura, eso es un hogar formal, porque sientes tu existencia.

Por tanto, la escritura es el hogar.

Cuando es buena.

¿Y cuando no lo es?

Entonces, estás perdido. Eso es porque escribir es... No lo estoy ennobleciendo como profesión de ninguna manera, pero es algo tan misterioso… El miedo permanece día y noche, es como si ni tan siquiera exhalases todo el tiempo, simplemente haces eso, escribir.

¿Y la escritura está siempre relacionada con la tragedia, con el dolor?

No, porque algunos grandes autores como Shakespeare escribieron grandes comedias. Depende de la persona, es distinto según los temperamentos. Me encanta la escritura cómica. Soy divertida en la vida, pero en lo que se refiere a la palabra escrita, no soy tan divertida...

Pierde su sentido del humor cuando está delante de la página.

Sí. Soy más apasionada, pero también tímida.

¿Y qué pasa cuando un escritor tiene la sensación de que ya no puede hacerlo, de que no puede seguir escribiendo?

Es una sensación horrible, porque toda la vida el escritor desea, espera, aspira, ambiciona escribir. Pienso en muchos escritores actuales, en las cárceles, torturados por su trabajo. Normalmente son escritores muy serios, los bastardos no van a por los escritores triviales, no les preocupan. Pienso en ellos, que sufren en silencio, y es terrible. También pienso en escritores como yo, que viven con esa nube oscura de miedo que puede aparecer… no es una sensación cómoda.

¿Tiene miedo de experimentar esa sensación?

Todos los escritores lo tienen, y yo también. Pero no he tenido esa sensación todavía. Hay un momento desgarrador en la historia de Scott Fitzgerald , que es cuando estaba deprimido en Hollywood, que fue probablemente el último lugar al que debería haber ido. Recibió una visita. Tenía una habitación y todos los papeles estaban esparcidos, como los míos aquí hoy. Dejó que el visitante mirase la habitación y dijo: «Tenía talento. Y era una sensación maravillosa cuando lo tenía». Es como que te despojen o te roben o te priven de tu verdad más profunda.

¿Qué destruye el talento?

Es un misterio.

¿Quizás el dolor?

No siempre el dolor. El dolor puede pararlo durante un tiempo. Creo que un exceso de fama puede perjudicar a la pureza de la escritura. Creo que un exceso de adversidad, que es una forma de dolor, puede silenciar a una persona. Y creo que el exceso de trabajo puede frenar, o al menos puede hacer dudar en el gran acto y el gran asunto de la escritura. Tienes que mantener el mundo al margen, porque el mundo distrae. Si uno llega a eso, está perdido.

¿Y qué hay del reconocimiento?

El reconocimiento no es lo mismo que la fama. El reconocimiento es... Si un cirujano hace un buen trabajo, el paciente le escribe una carta de agradecimiento. Si un panadero hace un buen pudin, la gente vuelve a por otro. Es bonito. Y hace que los escritores estén menos solos en el universo. Philip Roth y yo mantuvimos un día una conversación sobre para quién escribíamos. Él dijo que probablemente escribiría para otro escritor al que admirase, y dijo en broma que probablemente sería yo.

¿Y usted qué respondió?

No respondí. Pero sé que si no pudiese leer a Chéjov y a los grandes escritores, Joyce, Beckett, si no pudiese leer a esos escritores sería una mujer pobre. Es distinto del reconocimiento. Son cosas que ayudan.

Con su trayectoria, ¿considera que ha sido suficientemente reconocida?

No soy la mejor persona para responder a esa pregunta. Los premios son premios, y a veces se otorgan de manera desconcertante.

¿Cree que un escritor, con su obra, debe involucrarse en política?

Todo es político en cierta manera, lo que uno vive, lo que uno come. En mi caso, he tenido la suerte de encontrar temas externos con un contenido político sobre los que poder escribir sin ser falsa, con convicción. Un libro simplemente político sería como un panfleto. Lo político y lo humano tienen que unirse.

Hablando de política y humanidad, sabemos que la guerra es una constante en la Historia, pero veo lo que sucede ahora en todo el mundo y no puedo evitar preguntarme si hemos aprendido algo de los errores que hemos cometido en el pasado.

No hemos aprendido nada. Hemos desaprendido. El mundo es más peligroso ahora. Mire a los políticos en el Parlamento británico, son como niños de colegio con un lenguaje que convierten en armas. Es terrible. Es como una enfermedad, como una plaga. Si piensa en el lenguaje de hace 50 años, incluso 40, o en el lenguaje de Abraham Lincoln, que es ejemplar… El lenguaje, no hay que equivocarse, es fundamental para la sociedad. La manera en que se usa el lenguaje es la manera en que se comporta la gente. Ahora, el lenguaje no es mejor que la basura. No solo hablan de noticias falsas y mentiras, la profundidad con la que la gente se acusa es muy dañina y crea un malestar general. Mucha escritura contemporánea no es poética, ni musical, porque los lectores lo que esperan ahora es algo más rápido.

Ay, las redes sociales.

Sí, internet, las redes sociales… Hace unos años escribí un artículo en «The Guardian» titulado «¿La literatura es un animal moribundo?» .

¿Piensa eso?

Los libros no, pero la literatura es un animal que se está muriendo. Son dos cosas diferentes. Es la calidad de lo que tenemos que hablar, no sólo de publicar el libro. Enséñeme el libro, déjeme que lea la primera y lo sabré, todo lo mundo sabrá ese nivel. Eso tiene que ver con la fama, la ambición, la notoriedad, la prisa y la falta de disciplina.

La disciplina es básica para un escritor.

Es esencial.

Puedes tener talento, pero si no trabajas...

Te corriges a ti mismo una y otra vez.

Ha mencionado antes el Parlamento británico. Lo he evitado durante toda la conversación, pero me temo que no puedo irme sin preguntarle por el Brexit.

La razón fundamental que se usó para lograrlo era una mentira, mucha gente votó a favor de marcharse y no estaba informada. El primer ministro hace declaraciones contradictorias, le dice una cosa a la Unión Europea y lo contrario al Parlamento o a sus compañeros de partido. La perplejidad y la traición están por todas partes. El Brexit es un error muy importante. Sus consecuencias, y lo que derivará de él, todavía se desconocen, pero no serán buenas. Su mantra es: queremos que nos devuelvan nuestro país. ¿Dónde están? No estoy muy lúcida, pero estoy muy cansada del Brexit, de la manera en que se está gestionando. La UE está teniendo paciencia extrema y cortesía.

¿Y cómo va a acabar?

Nadie lo sabe. Es una apuesta, y es una apuesta muy arriesgada.

No recuerdo dónde leí esto, pero me hizo gracia: «Al criarse en Irlanda, uno aprende los pecados de los sacerdotes, el latín de las monjas y la pasión de Edna O’Brien».

Tiene gracia, pero, sin duda, de los sacerdotes y las monjas que conozco, lo que aprendí es que eran muy estrictos. Ojalá hubiese aprendido más latín, entonces sería buena en idiomas (ríe)... Pasión, sí, pero también la perseverancia.

A sus casi 89 años, ¿tiene miedo de la decrepitud?

Sí, por supuesto. No me siento muy bien. ¿Cómo podría sentirme bien? He trabajado desde que era niña, física y mentalmente. Espero, por Dios, que mi mente se mantenga despierta. Sería irrealista, teniendo casi 89 años, no sentir decrepitud o incapacidad, y sería estúpido no ser consciente de eso. Por tanto, una tiene que rezar por tener fuerza y más fuerza y todavía más fuerza.

Y la muerte, ¿piensa en ella?

Le espera a uno... Pienso en la muerte, extrañamente, como estar en una tumba, estar en mi tumba, en mi Irlanda, una tumba muy bonita en un lago, en un lago salvaje muy rocoso. No deseo parecer arrogante, pero pienso en mi muerte intentando todavía ser organizada. Eso para la inteligencia no es muy singular, pero es la verdad.

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