Adiós a Ursula K. Le Guin, la autora que llamó bosque al mundo

Su voz era tan fuerte que le garantizó un lugar a los pies del Olimpo literario, en el que nunca la dejaron entrar, porque escribía sobre magos y extraterrestres

La escritora, en una imagen de 2014 AFP

JUAN GÓMEZ-JURADO

Ha fallecido Ursula K. Le Guin (Berkeley, California, 21 de octubre de 1929- Portland, Oregón, 22 de enero de 2018), escritora estadounidense que fue considerada la más importante del género de la ciencia ficción y la fantasía . Sus obras conquistaron en varias ocasiones los premios Hugo y Nébula, ambos los más importantes del género. Fue la primera galardonada con el título de Gran Maestra por la Science Fiction Writers Association. Sus obras (entre las que destacan la saga de «Terramar» , «El nombre del mundo es bosque» y «La mano izquierda de la oscuridad») se caracterizan por ideas cercanas al anarquismo, el feminismo y el ecologismo. Eterna candidata al Nobel, que siempre deseó , porque consideraba que daría relevancia literaria al género fantástico, falleció a los 88 años el pasado martes.

Cuando caminamos por este bosque extraño que es la vida, lo hacemos a oscuras. El sentido de la vista nos permite distinguir, a duras penas, lo que queda detrás de nosotros. Casi siempre el camino que nos ha llevado hasta este instante, hasta el ahora, es un hilo tenue, forrado de brumas, y que recordamos a nuestra propia y parcial manera. Los hilos, paralelos y secantes, de quienes nos acompañan más cerca, raras veces se parecen a los nuestros. Y cómo podríamos saberlo, si para ello tendríamos que hablar con ellos de forma humilde, dispuestos a cambiar de opinión si hiciera falta.

En el bosque

Cuando caminamos por este bosque extraño, proceloso, solo somos dueños de la tierra que pisamos, y, a veces, ni eso. El metro cuadrado que tenemos delante es una incógnita que nos causa incertidumbre, lo que hay tres árboles más allá, una amenaza. Fantasear con el mañana, una estupidez de la que Dios se carcajea muy a menudo, pues nada le resulta más divertido que los planes de los humanos. Cuando caminamos por el bosque rozamos apenas con la punta de los dedos la mano de quienes más queremos, sin ser capaz de aferrarlos realmente. Perderlos es una cuestión del cuándo. Evitar perdernos nosotros mismos, nuestra principal tarea.

Cuando caminamos por el bosque, la vista no sirve. Nuestro mejor aliado es el oído, y a él debemos confiarnos. Escuchamos con más atención aquellas voces más fuertes, más confiadas, más sabias. O las que aparentan serlo. Algunas de esas voces resuenan en partes del bosque muy lejanas, pero llegan a nosotros nítidas y cercanas. Tal es la magia de los árboles y las piedras, de los arroyos y las cañadas sombrías por las que viajan, a lomos de la brisa y acariciadas por las hojas.

«Terramar»

Ahora se ha apagado una de esas voces sin las que se antoja difícil continuar. Era Ursula K. Le Guin. Era mujer, era escritora. Era norteamericana. Todo eso, por sí mismo, no es nada. Lo que nos contaba su voz, cuando nos parábamos a escucharla, eran historias de otros mundos, de otros universos . A esa voz intentaron acallarla otros, porque no correspondía a su sexo, decían. Como si la gravedad tonal garantizase un mínimo de sabiduría. Esa voz nos contó que cuando conoces el nombre exacto de las cosas –ese por el que clamaba Shakespeare–, adquieres sobre ellas un poder indescriptible. Nos dijo que podíamos llamar al viento y a la tormenta, a la lluvia y al fuego, y que estos obedecerían agacharían sumisos la cerviz y servirían al hombre. A esa historia la llamó «Terramar», y su influencia sería tan grande como la de Tolkien durante muchas décadas.

La voz era tan fuerte que garantizó a su dueña fama, fortuna y un lugar a los pies del Olimpo de los escritores, en el que nunca la dejaron entrar, porque escribía sobre magos y extraterrestres , y los hombres de las medallas allá en Estocolmo pueden perdonar la condición femenina, pero jamás podrán perdonar la imaginación. La voz que se ha apagado fue la que comprendió que El Nombre del Mundo es Bosque . Habrá que dar pasos sin la voz de Ursula K. Le Guin. Y los daremos, pero más solos.

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