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Ignacio Elguero rastrea «esas cosas que ya no decimos, ya no existen, ya no hacemos»

En su nuevo libro, «Esas cosas», el poeta y periodista continúa su labor de «descubridor» del pasado

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Cosas que no (Ed. Espasa) es el nuevo libro del poeta y periodista Ignacio Elguero, cuyo elocuente subtítulo Cosas que no decimos, cosas que no existe, cosas que no hacemos. Aunque no lo crean son una gran montón. El señor Elguero nos la recuerda.

«Cosas que ya no es un cuaderno de crónicas sentimentales -explica Ignacio Elguero-, irónicas, humorísticas, líricas que describen un tiempo que ya no existe, que prácticamente se fue con el cierre del siglo XX. Los cambios tecnológicos y de hábitos de consumo, así como los comportamientos sociales educativos y culturales han hecho que muchos actos, acciones, gestos que hace algunos años eran frecuentes y cercanos se hayan dejado de realizar en unos pocos años».

-Pónganos unos ejemplos.

-«Sacar el aire al coche para que arranque, agitar un pañuelo blanco por la ventanilla en señal de emergencia, abrirle la puerta a un vendedor de enciclopedias, tener el orinal debajo de la cama, estudiar latín como asignatura obligatoria, hacer la mili, facturar las maletas en el tren, hervir la leche, pagar con un billete de mil pesetas, comprarle tebeos a los niños o fumar en clase son situaciones que han ido despareciendo de nuestra vida cotidiana».

Elguero cifra estos vertiginosos cambios, mucho más importantes de lo que parecen, en «los avances de la tecnología que han sido tan rápidos y radicales que en un breve periodo de tiempo han hecho desaparecer objetos y costumbres que llevaban varias décadas asentados e introducidos en la sociedad. Los videoclubs, la máquina de escribir, el carrete de fotos, el reloj de cuerda, los juegos infantiles en la calle, los cines de barrio, las cabinas de teléfonos o los vinilos son ejemplo de ello".

Cuenta igualmente Ignacio Elguero que «el libro se divide en doscientos veintiséis breves capítulos que se agrupan en tres partes: las cosas que ya no hacemos, la que no existen y las que no decimos, y también subraya que «la crítica social, la reflexión o la emotividad tintan las diferentes crónicas, según hablemos de coger moras o lanzarse espigas al jersey, correr delante de los grises o decir que una señora se ha quedado para vestir santos; pedir permiso a los padres para levantarse de la mesa o no dejarse nada en el plato».

Igualmente, «Cosas que ya no retrata un tiempo común de varias generaciones, la del baby-boom y la de sus padres e incluso abuelos. Un tiempo en el que a los niños los traía la cigüeña, aunque se tratase de regular con el método de Ogino. Un tiempo de críos de callejeo y descampados, de juegos de pandilla, de prendas, de beso de tornillo. De marca de la vacuna de la viruela y operación de anginas. De televisión de dos canales y teléfono de rueda. De literas, braseros y mecedoras. De madres frente a la Sigma o Singer. De padres sacando el aire al coche para que arranque. De Enid Blyton y Capitán Trueno. De coderas y Terlenka. En definitiva, un tiempo para la memoria».

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