El poeta José Carlos Rosales
El poeta José Carlos Rosales - jesús garcía latorre

José Carlos Rosales: «Los poetas viajamos por la vida sin pasaporte, en la bodega»

El poeta edita «Y el aire de los mapas»: líricas coordenadas para trazar el camino de la vida y de los senderos del alma

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Decir Rosales es hablar de belleza, una rosa es una rosa, plenitud de la vida, ardiente primavera. Pero decir Rosales, así, con mayúsculs, es nombrar una palabra mágica, la varita de algunos de los mejores versos de la lengua castellana. Y han querido los santos cielos que ese apellido tan lírico se reencarne hoy en el poeta José Carlos Rosales. Su libro más reciente es «Y el aire de los mapas» (Ed. Fundación Lara/Colección Vandalia), bellísima colección de coordenadas para orientarnos en los caminos de la vida y en los senderos del alma.

-Al leer sus versos da la impresión de que vive usted entre brumas. Y también de que ve usted la vida pasar desde el aire.

-Bueno, hay diversos tipos de bruma, no sólo las atmosféricas, también están las económicas, las metafísicas, las políticas o las sentimentales, y no sólo me rodean a mí, esas brumas nos rodean a todos.

Y desde el aire todas esas brumas se ven de otra manera, tal vez más nítidas; el aire, ya se sabe, está por todas partes, también a ras de suelo.

-¿Y qué ve el poeta desde ahí arriba?

-¿Desde arriba o desde abajo? Lo importante es mirar las cosas desde fuera, y a veces se ven cosas incómodas: desde fuera el tamaño o el sentido de las cosas se ve bastante mejor: los que viven en la bruma de la mentira no suelen ver el sitio en el que viven, viven engañándose o engañándonos…

-Dicho esto, es evidente que todos, ustedes también, necesitamos un mapa para andar o desandar la existencia?

-Necesitamos varios mapas, varios mapas son mejor que uno, cada uno de ellos nos propone un camino y lo mejor sería tener un mapa propio, uno a la medida de nuestros deseos o necesidades.

-¿Se considera usted un paisajista más que un poeta?

-Me interesan los seres humanos. Y los paisajes, ya sean interiores o exteriores, están llenos de seres humanos: miremos los cuadros de Vermeer, de Brueghel, de Cristóbal Toral, de Hopper… Los paisajes son estados de ánimo y los poetas más interesantes se dedican a eso, a recoger los paisajes del ánimo, pensemos en Antonio Machado, en José Hierro, en García Lorca…

-¿Por qué a los poetas el mundo no les gusta? ¿Desayunan mal, no fueron felices de pequeños, no tuvieron infancia?

-En mi caso los desayunos suelen ser improvisados y ligeros, no sé si son malos desayunos; pero, sean como sean mis desayunos o mi infancia, lo que no me gusta del mundo es el estado en el que a menudo lo dejan aquellos que lo administran o nos administran. El mundo es estupendo, otra cosa sería la maldad egocéntrica de la gente penosa con la que inevitablemente te tropiezas cuando lo recorres, eso es lo que más me desagrada o incomoda.

-No sé en otros tiempos, pero parece que ni siquiera los vates tienen la más remota idea de adónde coño vamos.

-Eso no lo sabe nadie, al menos yo no lo sé, sabemos más o menos de dónde venimos pero tampoco hay demasiado interés en pensar si queremos ir a un sitio o a otro; tengo la impresión de que andamos a tientas, hay demasiadas brumas, y no olvidemos que vivir en la bruma del autoengaño puede resultar muy cómodo.

-Y encima, como escribe usted, también son un gremio que se equivoca a menudo, como cualquier ser humano: «Confundes el final con el origen / lo que estaba detrás está delante: / sólo quedan el aire y el olvido».

-Todos nos equivocamos con demasiada frecuencia, y no siempre lo queremos reconocer, vivimos en la ficción de que todo podría empezar de nuevo y no es así, lo más conveniente sería quedarnos con el aire, el aire libre, y esperar tranquilamente a que nos alcance el olvido, el olvido propio y el ajeno.

-¿Los poetas son, resumiendo, una panda de viejos exiliados?

-Pues sí, exiliados existenciales los podríamos llamar; como, por ejemplo, Cernuda, que ya lo era mucho antes de ser exiliado político

-¿Acaso de apátridas?

-Bueno, ahí tropezamos con otra cuadrícula, la de la nacionalidad o la patria: esferas que, más allá de su necesario funcionamiento administrativo o diplomático, no están demasiado inclinadas a la integración de nada o de nadie. Y menos a la integración de los poetas, ya lo decía Heberto Padilla, «¡Al poeta, despídanlo! / Ese no tiene aquí nada que hacer. / No entra en el juego. / No se entusiasma. / No pone en claro su mensaje….».

-Parece que viaja usted a menudo. ¿Vivir o viajar, con qué se queda? ¿O es, como creo, lo mismo?

-Vivir y viajar pueden ser más o menos lo mismo, incluso sin moverse físicamente demasiado. Pero si pudiera elegir, elegiría viajar, haber viajado antes, haber viajado más, haber viajado más lejos, haber viajado tanto que se me hubiera olvidado el lugar de residencia…

-Partamos de que sí, que el poeta es, por definición, un nómada. ¿No hay forma de escribir poesía si uno es un tipo sedentario?

-Los poetas sedentarios escriben poemas magníficos, no veo contradicción alguna entre ser sedentario y nómada. ¿Pessoa era sedentario o nómada? ¿Y Kafka? ¿Y Hölderlin?

-¿Ya puestos, existe el low-cost en la literatura, en la poesía?

-La poesía de bajo coste intelectual está hoy más o menos de moda. Y aunque no siempre se ha llamado así, ya se sabe, suele adoptar distintos ropajes o etiquetas, nunca había sido tan bien acogida como ahora lo es en ciertos gabinetes o capillas: la poesía reciclada ha sido una de las tendencias más habituales en la historia subalterna de la literatura. Pero la poesía austera, la que se construye con una decidida contención formal o sentimental, aquella que se alimenta de la observación y de la duda, la que no se extravía en desahogos o proclamas, esa sería una poesía de bajo coste formal y enorme peso intelectual o moral. Esa sería la poesía que más me interesa.

-A lo mejor es que los poetas viajan por la vida en auto-stop.

-Casi todos los poetas viajan por la vida sin pasaporte, viajan en la bodega, en el vagón de carga, son como polizontes. En el mejor de los casos viajan como grumetes, nunca tienen camarote propio.

-Consideremos que la ficción es un transatlántico. ¿Sería la poesía volar en parapente?

-No lo había pensado, pero sí, los poetas que vuelan mejor lo hacen por sus propios medios, medios frágiles, tan frágiles como un poco de tela y algunos hilos que en cualquier momento se te pueden enredar o romper: estoy pensando en Ícaro.

-Acabemos el viaje, espero que para usted no haya sido un periplo. ¿Cuáles son sus poetas de viaje?

-Depende de las épocas, pero siempre me acompañan de un modo u otro los poemas de Philip Larkin, de Joan Vinyoli, de Luis Cernuda, de César Vallejo…

Hospital robado

Quirófano vacío, vitrina saqueada,

por el suelo jeringas y algodones que un día

taponaron la sangre.

No hay puertas, los cristales están pisoteados

y el viento ha reunido en un patio de losas

carpetas y almohadas.

La humedad se ha adueñado de cajones y mesas

y en la sala de espera un enfermo dormita

sumergido en harapos.

De su brazo derecho cuelgan tubos de goma,

tan podridos que apenas si conservan su nombre:

en el techo una lámpara se parece a una grulla.

(De «Y el aire de los mamas», 2014)

Libros recibidos en Poetas a Pie de Web

Álvaro Alves de Faria. Motivos ajenos. Residuos. Ed. Linteo.

Buda en el Bolshoi. Álvaro Campos Suárez. Ed. En Huida.

José Manuel Díez. Estudio del enigma. Ed. Visor. XLI Premio Ciudad de Burgos.

Miguel Losada. Todas las estrellas solitarias. Ed. Vitruvio.

Eugenio de Andrade. Blancura. Selección, presentación y traducción de Miguel Losada. Ed. Polibea. Colección Orlando Versiones.

María Mercedes Carranza. Vainas y otros poemas. Ed. Torremozas.

Emilio González Martínez. Escoba de quince -abecedario de la poesía-. Ed. Vitruvio.

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