CINCO MINUTOS DE GLORIA

El verano es pop

Tochos como el de Knausgard te abanican menos que el suave aleteo de una mariposa. Prefiero una de las piscinas que pintó Hockney y tararea Parade

Una de las piscinas pintadas por David Hockney

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Los cuarenta grados a la sombra de una ola de calor no deberían dar para muchas reflexiones y, pese a ello, algunos se empeñan en calentarnos la mollera con ese subgénero periodístico de las noticias culturales refrescantes en un telediario o una web cualquiera. Te pueden soltar algo así como he aquí la lista de cuadros (ya clásicos) en los que aparece el mar y donde usted puede refrescar los pies (realmente los tienes metidos en un barreño) si echa su imaginación a la brisa. Lo he visto en prime time . Con los balcones cerrados -en modo celosía (¡qué hermosa palabra, por cierto!-, el ventilador en grado cuatro y zumbando como un poseído. Si se le suelta un tornillo, te corta el cogote de cuajo. El verano es tiempo de psicópatas que vagan por las calles . Numerosas novelas chamuscadas por la calorina lo han narrado con ese fuego en el cuerpo que ofusca la mente. Mejor permanecer a buen recaudo, en esa posición horizontal que aporta el equilibrio necesario al cuerpo y al intelecto. Para empezar, no te permite sostener libros cuya paginación supere las 150 hojas. Por tanto queda descartado el último, recientísimo, tomo de las memorias del sobrevalorado Karl Ove Knausgard . Lleva seis ladrillos a sus espaldas (y a las nuestras) contando sus diarreas mentales de hombre maduro; una página tras otra y así hasta mil. Ahora multipliquen por 6. Tochos así te abanican menos que el suave aleteo de una mariposa.

Está claro que el verano tiene que ser pop, o no será . «Esa música me recuerda aquel verano que bailábamos descalzos… Esa música tiene ya más de mil años…» tararea Parade (nombre artístico del compositor indie Antonio Galvañ ) en su última letra. La escucho mientras el ventilador da vueltas y viajo a una de esas piscinas de azules aguas atiborradas de cloro que pintó Hockney . El libro que descansa en la hamaca no cuenta con mucho más de cien páginas. Pongamos que se trata de las memorias de Deborah Levy , cuya portada es de colorines pop y su interior negro intenso.

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