TEATRO

Valle-Inclán, ayer, hoy y siempre

El 31 de julio de 1920 se publicó en la revista «España» la primera entrega de «Luces de bohemia», nacimiento y cumbre del esperpento. Cinco personalidades de nuestro teatro evocan la pieza y a su autor

Don Ramón María del Valle-Inclán
Carmen R. Santos

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«Este gran don Ramón, de las barbas de chivo, / cuya sonrisa es la flor de su figura./ Parece un viejo dios, altanero y esquivo/que se animase en la frialdad de su escultura». Así comienza el célebre soneto con el que Rubén Darío saludaba a Ramón María del Valle-Inclán (Villanueva de Arosa, 1866-Santiago de Compostela, 1936), autor clave en la literatura española. Cultivó y descolló en todos los géneros, pero quizá su nombre ha quedado indisolublemente ligado a la creación del esperpento, a través del cual el genial escritor gallego pasó a toda la sociedad española por los espejos cóncavos y convexos del madrileño callejón del Gato. El esperpento valleinclanesco nace con la pieza Luces de bohemia , en cuya escena duodécima leemos: «Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada ». Quien nos lo dice es su protagonista, el poeta bohemio y ciego Max Estrella -inspirado en Alejandro Sawa, amigo de Valle-, que peregrina, junto a su lazarillo Don Latino, por un «Madrid absurdo, brillante y hambriento».

Esta obra cumbre del esperpento se publicó en una primera versión por entregas semanales entre el 31 de julio y el 23 de octubre de 1920 en el semanario España , fundado en 1915 por Ortega , y en ese año dirigido por Luis Araquistáin. Su versión definitiva, revisada y ampliada, se publicó en 1924. Aunque en 1963 se estrenó en París y el grupo sevillano universitario de teatro independiente Tabanque la llevó a escena, no subiría a las tablas en un estreno profesional hasta 1970 en un montaje bajo la batuta de José Tamayo en el Teatro Principal de Valencia, con José María Rodero encarnando al mítico Max Estrella. Tras una gira, el montaje recaló en el madrileño Teatro Bellas Artes, esta vez con Carlos Lemos en el papel protagonista. No ha se ha prodigado en los escenarios Luces de Bohemia . El último gran montaje corrió a cargo de Alfredo Sanzol, quien reivindicó la idea de que las piezas de Valle son perfectamente representables.

En 1998 el dramaturgo Ignacio Amestoy puso en marcha La Noche de Max Estrella, un recorrido por los lugares en los que se desarrolla Luces de bohemia. Al cumplirse los cien años de su publicación, cinco personalidades de nuestra escena recuerdan la obra y a Valle-Inclán.

Ignacio Amestoy

IGNACIO AMESTOY

« Luces de bohemia , dada a conocer ahora hace cien años, en folletón, en el verano de 1920, en la revista España , es el t echo dramatúrgico de nuestro teatro . Incorporadas las tres escenas del anarquista Mateo, censuradas por el socialista Araquistáin, Valle-Inclán publicó la obra completa en 1924. Cincuenta años después, no sin censuras del franquismo, Tamayo la llevó a escena. Don Ramón publicó en 1926 su Tirano Banderas , modelo para las novelas de dictador, que ha tenido, y tiene, ilustres seguidores: Asturias, Roa Bastos, García Márquez, Vargas Llosa… Superar la tragedia de Max Extrella, incluso imitarla, ha sido más difícil».

Ernesto Caballero

ERNESTO CABALLERO

«El teatro de Valle-Inclán está vigente como lo están las pinturas de Goya o los dramas de William Shakespeare. Perturbador y luminoso , cada frase deviene en acontecimiento desestabilizador. La alquimia idiomática destilada a partir de las más variadas modalidades del español obra el prodigio de un lenguaje extraordinario, plástico, sensorial, de pletórica condensación simbólica. Rastreador de una atávica mitología ibérica, concibe el teatro como un espacio de libertad donde son liberadas fuerzas soterradas más allá del bien y del mal. Los liliputienses de la corrección moral seguirán señalándole con sus dedos inquisitoriales, pero a don Ramón, como al Gulliver de Swift, le bastará estornudar cualquiera de sus réplicas para sacudírselos de la barba.¡Todas las noches muerde vuestra boca la boca pestilente del enemigo!

Irina Kouberskaya

IRINA KOUBERSKAYA

« El Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte , es el sello de nuestra época. Los esperpentos están a la vista. La horrible dominación del contra sentido, la vertiginosa mutación de los valores, el triunfo de la ordinariez, la usurpación y adquisición de honores, el cansancio y caos mental, la libertad igualada al embrutecimiento del hombre. Estas son las denuncias de Valle-Inclán. Y mentiras, mentiras, mentiras. Mentiras que obligan a beber de las aguas fangosas de los abrevaderos del poder, tratando al ser humano como un rebaño, haciéndole naufragar en el mar de los miedos, temiendo perder algo que nunca ha tenido, ni tiene, ni va a tener. Estupidez que se viste de bondad. El Estado pisando al individuo, secuestrando su íntima voluntad, su capacidad de aventura, su capacidad de asimilación de lo antiguo y lo moderno, su capacidad de limar contradicciones. Para poder dar a luz hay que fecundar primero. La cosecha sin siembra es nuestra realidad. La desventura de la sociedad hace soportar las calamidades disfrazadas de progreso. Puro Valle-Inclán».

Juan Carlos Pérez de la Fuente

JUAN CARLOS PÉREZ DE LA FUENTE

«'Rinconada en costanilla y una iglesia barroca por fondo. Sobre las campanas negras, la luna clara. DON LATINO Y MAX ESTRELLA filosofan sentados en el quicio de una puerta. A lo largo de su coloquio, se torna lívido el cielo. En el alero de la iglesia pian algunos pájaros. Remotos albores de amanecida. Ya se han ido los serenos, pero aún están las puertas cerradas. Despiertan las porteras.

MAX. - ¡Don Latino de Híspalis, grotesco personaje, te inmortalizaré en una novela!

DON LATINO. - Una tragedia, Max.

MAX. - La tragedia nuestra no es tragedia.

DON LATINO. - ¡Pues algo será!

MAX. - El Esperpento'.

Este fragmento de Luces de bohemia creo que vale más que mil palabras. Cien años han transcurrido desde que el autor la publicara en una primera versión por entregas en el semanario España . Y he querido incluir las didascalias, las instrucciones que el autor da al director para su puesta en escena, junto con la palabra de los personajes, precisamente para subrayar que Valle-Inclán no solo es un genial autor dramático, un maestro de la literatura dramática, sino también un ambicioso renovador del concepto de puesta en escena y del trabajo actoral. Por todo ello podemos afirmar sin ambages que el autor gallego es un genio y un hombre de teatro total. Su teatro es revelación y revolución . Casi como el Espíritu Santo. Su vigencia es total. Y lo es, porque nos identificamos. Ese es el único camino para dialogar con un autor. Y si alguien tiene dudas, que eche una ojeada a sus obras. Allí está la España de ayer y la de hoy en su rabiosa actualidad. Allí sigue campando a sus anchas; la mediocridad, la corrupción, la miseria política, la pobreza intelectual. Y no es tragedia, es esperpento. ¿Cuántas veces en los últimos años hemos escuchado decir: ¡Si Valle levantara la cabeza!? No quiero terminar sin reivindicar su teatro. Ya va siendo hora de que los teatros públicos, estatales, comunitarios, municipales, apuesten por crear un espacio para escenificar sus obras. La apuesta no es valiente, es sencillamente necesaria».

José Carlos Plaza

JOSÉ CARLOS PLAZA

«Tuvo la sensibilidad para captar y comprender las raíces más profundas que condicionan el comportamiento de los habitantes de este territorio que denominamos Península Ibérica. Tuvo el talento para convertir esa amalgama de emociones entre místicas y ridículas, arcaicas, despreciables, encomiables, odiosas y hasta a veces entrañables, en Arte y con una lírica exquisita tuvo el coraje de enfrentarse a esa sociedad que tan bien supo conocer y retratarla deformada, aumentando sus defectos, sus rarezas y sus mezquindades. Fue el gran retratista de su momento por su capacidad de abstracción de lo banal y la concreción hacia la auténtica naturaleza de la compleja alma ibérica tan lacerada tras tantos siglos de invasiones y épocas tiránicas, tan inculta y tan emocional.Por si fuera poco fue premonitorio porque aquella sociedad que reflejó en sus "espejos deformantes" apenas se diferencia de la actual: las mismas envidias, las mismas estupideces, las misma miseria, la misma injusticia, el mismo borreguismo y la misma credulidad».

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