LIBROS

«Trashumante», haikus migratorios

El poeta y traductor Abel Murcia proyecta su mirada en «Trashumante», un libro singular y evocador con los mimbres de la copla

Abel Murcia
Jesús García Calero

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La primera sorpresa de este maravilloso nuevo libro de Abel Murcia (Villanueva y Geltrú, 1961) es el oxímoron de una liberación por encadenamiento. Encadenamiento de haikus, métricos, límpidos, de tres en tres, que desfilan, página a página, delante de los ojos, con un diapasón difícil de mantener. Y liberación porque el instante poético absoluto y singular que define la miniatura japonesa de tres versos (5-7-5) se abre aquí de par en par a diferentes latitudes de la poesía. Son haikus perfectos sí, en bandadas, con un ritmo interior de imágenes y pensamiento verdaderamente audaz por su economía y su dibujo esencial y claro. La aparente contradicción de estas dos fuerzas funciona a la perfección en los versos de este fino traductor de poesía y prosas eslavas. Por ejemplo: «Velero en vuelo/ grieta blanca del agua/ leve gaviota // leve gaviota/ alto rehén del cielo/ surco del aire // surco del aire/ cielo alado del agua/ mar emplumado».

«Las olas son palabras»

Son migratorios los poemas, porque no se limitan al universo oriental. Hay imágenes de asfalto, o de ropa tendida y en su sucesión sentimos un latido propio del idioma español, conectado con la sencillez que respira el cancionero de la Edad Media a la Edad de Plata y todavía más con lo más breve de lo jondo, sabor de copla por soleariyas (soleás de versos menores que octosílabos). Y el mecanismo de encadenamientos produce hallazgos poco frecuentes en una época alejada de las formas, con ecos de Juan Eduardo Cirlot y su empeño dodecafónico de jugar con los versos y reversos de las mismas imágenes de una manera musical, contrapuntística.

La audacia de Murcia alcanza incluso para batirse en juego poético con el que probablemente sea el haiku más famoso de la historia: el de la rana de Bashô, cuando dice: «Nubes de polvo/ un silencio de pasos/ en el sendero // en el sendero/ bordeando las aguas/ croa una rana// croa una rana/ rompe el agua el silencio/ de un sol aún frío». Todo es posible para quien ya había embridado haikus con preposiciones («Haikus ventanalmente preposicionales», 2010) y ahora se decide a llevarlos como aves migratorias a beber a su mano, olas que rompen en su propia tradición poética: «El diccionario/ esconde las palabras/ entre las letras// entre las letras/ navegan olas blancas/ echas silencio// hechas silencio/ las olas son palabras/ buscando mares».

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