Obra de la muestra «La locura del ver», de José María Sicilia
Obra de la muestra «La locura del ver», de José María Sicilia
EXPOSICIONES

El silencio de la voz, según Sicilia

Doble ración de José María Sicilia en Madrid: en la Casa de la Moneda y en la Calcografía Nacional. Ambas indagan en la relación de este destacado artista con la disciplina del grabado

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La concesión del Premio Tomás Francisco Prieto conlleva, por parte de la Fundación Casa de la Moneda, la realización de una exposición del galardonado en su museo, así como la acuñación de una medalla conmemorativa, cuyo diseño corresponde igualmente al premiado por el conjunto de su obra. En sus 27 años de historia, el premio ha señalado prácticamente a todos los nombres fundamentales de nuestra plástica, y las muestras resultantes han tendido a subrayar los vínculos de la creación contemporánea con el mundo del grabado o la edición y el múltiple bajo un amplio espectro de concepciones.

Frente a las fatigosas exposiciones y catálogos de las primeras ediciones llegaron recientemente los ejemplos, entre otros, de Eva Lootz (2009), Susana Solano (2011) o Cristina Iglesias (2012), ofreciendo verdaderos proyectos de lectura sobre su obra bajo formatos expositivos, además, más estimulantes y variados.

En esta ocasión, el artista señalado ha sido José María Sicilia (Madrid, 1954), una de las figuras centrales para entender el arte español de los ochenta, y cuya actividad en torno al grabado ha sido de las más intensas, proporcionando algunos de los resultados de mayor refinamiento y lirismo de nuestra plástica en ese campo. De hecho, en estos mismos días puede verse en la Calcografía Nacional otra amplia muestra de sesgo casi idéntico a la que nos ocupa, resultado asimismo de la concesión a Sicilia en 2015 del Premio Nacional de Grabado.

Giro decisivo

En la Casa de la Moneda el recorrido se presenta como un viaje de varias entradas que supera la adscripción técnica de las imágenes, planteándose como continuación de lo que la última exposición del artista (en Matadero, en 2013) dejó planteado. Entonces pudimos ver el giro decisivo de Sicilia, hasta la fecha intensamente ligado a los aspectos plásticos de la materia, su transformación y metamorfosis, con su inédita fascinación por los procesos de orden más procesual, en los que estos se mostraban descompuestos en secuencias, sucesivas traducciones y registros de carácter técnico (la insistencia en referentes científicos es acusada desde entonces en sus trabajos). De tal modo, la obra abandonaba su configuración orgánica para codificarse como un palimpsesto donde, por transparencia, podemos seguir el desarrollo de su propia formación. Al tiempo, la dicción característica de Sicilia, tan ligada a las poéticas de la inefabilidad, del silencio y la contemplación, daba paso bruscamente a un marcado carácter analítico, responsable de ese aire más sintético, tecnológico y mecánico que destilan hoy la mayoría de las series.

Lo que queda

¿Qué queda, pues, como hilo conductor de lo que Sicilia ha significado entre nosotros? ¿En qué le reconocemos? O por decirlo de otra manera: ¿Qué podemos recordar de él que nos sirva para valorar en perspectiva su trayectoria (pues, entre otras cosas, esta es también la pregunta a que obligan este tipo de premios)? Supongo que apreciamos esa capacidad suya para reinventarse periódicamente, por medio de grandes ciclos -sin caer en la concesión mimética- al espíritu de los nuevos tiempos. Consecuencia también de su incesante labor de investigación, transformación y ensayo, todavía presente. La misma que ahora logra compaginar tanteos que le reconocemos como muy propios en torno a la lengua de los pájaros, la mística y la Cábala, la fascinación por Oriente Próximo, con inéditos sondeos sobre las víctimas del tsunami y la contaminación radioactiva del reactor de Fukushima, o la física.

Más allá, Sicilia se mantiene en su propio centro cuando estas piezas y series nos remiten casi de manera constante a un numen que, sin palabras, comunica lo sensible con lo inefable, con lo que está más allá del lenguaje articulado, de la explicación y la elocuencia del significado a través de ideas. Pero, por desgracia, es algo que ni siquiera podemos celebrar de manera unánime frente a este conjunto que tropieza una y otra vez con el desencanto de una piel que no invita al desciframiento. Y eso que a menudo el silencio de Sicilia fue interpretado como poesía…

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