Rose Ausländer, autora de «Aún queda mucho por decir»
Rose Ausländer, autora de «Aún queda mucho por decir»
LIBROS

Rose Ausländer, «yo de medianoche»

En la antología «Aún queda mucho por decir» Rose Ausländer sigue la senda de Paul Celan pero brilla con luz propia

Madrid Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El penúltimo verso del poema «Fadensonnen», del «Atemwende» (1967) de Paul Celan, da título a esta selección de Rose Ausländer (Chernivtsi, Ucrania, 1901-Düsseldorf, Alemania, 1988), quien, al elegirla, no sólo da una pista sino que hace un guiño de complicidad al lector, al que explicita parte de su tradición y, sobre todo, lo que podríamos llamar su genoma literario. Por si esto fuera poco, expone los puntos cardinales de su poética, que asocia a cinco poetas -Hölderlin, Trakl, Rilke, Celan y Li-Tai-Po- cuyas personalidades y escrituras define en uno de sus poemas y a los que añade otros nombres no menos significativos en y para su propio universo, como el de Else Lasker-Schüler.

Estamos, pues, ante un sistema formular que remite -tanto como recuerda- al de Celan, en cuya órbita se mueve y de la que muy pocas veces se aparta.

Lo que produce la impresión de que la poderosa estela de Celan la borra. Pero, si se observa con detalle, se advierte que, pese a esta evidente similitud, hay una y muy profunda diferencia. Y es que Rose Ausländer es mucho más positiva que Celan y no intenta destruir la lengua desde dentro sino servirse de ella para expresar su experiencia interior. Por eso resulta menos innovadora y también mucho menos radical que su maestro. Lo que la convierte en una aventajada discípula, autora de una muy limitada creación.

Voz silenciada

Lo que caracteriza a esta escritura es que su protagonista es, más que el lenguaje, la palabra: «La palabra salvadora y salvada», que es lo que se convierte en testimonio aquí, donde «una voz silenciada» se vuelve un «mundo de palabras» y se entrega a todos aquellos «a quienes pertenece» con la intención de «rejuvenecerlo».

Menos hermética y elíptica que su maestro Celan y también más plástica que este, su singularidad resalta, sobre todo, en los monólogos dramáticos -como el de Rembrandt- o en las descripciones de naturalezas muertas de Cézanne y Monet, paisajes como los de la Provenza, impresiones de Nueva York y Jerusalén, o «ekfraseis» de obras de Klee o de Chagall.

El oído es -como ella misma reconoce- su «patria musical». Concebida y construida como un balbuceo, su poesía es lo que su poema «Pompas de jabón» muy bien explica, y lo que en otro desarrolla aún más: «Palabras de espuma silábica», en las que vierte su «yo de medianoche».

La traducción de Nuria Manzur Bernabéu es mejor y más fiel cuando respeta la literalidad que cuando se interna en el territorio de la interpretación, que es lo que no pocas veces la versión de un poema reclama y exige. En este sentido son muy discutibles y revisables algunas de sus propuestas: en concreto, las de los «Komposita» y la de aquellas expresiones en las que el núcleo semántico depende de una preposición.

Ver los comentarios