Una escena de «La coronación de Popea» en el montaje de Graham Vick que se representó en el Maestranza de Sevilla en 2005
Una escena de «La coronación de Popea» en el montaje de Graham Vick que se representó en el Maestranza de Sevilla en 2005 - Raúl Doblado
MÚSICA

Monteverdi, la sonoridad de las palabras

Hace 450 años nacía Claudio Monteverdi, quien supo hermanar como pocos palabra y música. Aquí proponemos un viaje sentimental por la obra del genial músico italiano

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Claudio Monteverdi nace en 1567, con un pie en el Renacimiento a punto de terminar, y muere en 1643, con otro pie en pleno Barroco. Es un músico que transita entre dos épocas, dos visiones de la vida, con una sorprendente capacidad para encarnar ambos mundos de una manera personal y definitiva. Monteverdi se sitúa en la Historia con total adhesión, se amolda a su curso y, por ende, a sus cambios. Semejante flexibilidad se debe a que en él no habla un teórico, sino un artista de la experiencia humana. Pocos compositores han sabido intimar tan profundamente con la palabra, explorar sus ritmos, sus matices, sus sonoridades, organizándolas en un flujo musical que sorprende y conmueve a partes iguales. Sus libros de madrigales, sus melodramas y sus piezas sacras, son un monumento erigido a la palabra; la suya es una música que nace y muere en la palabra.

Polifonías y monodías

A diferencia de otros colegas, Monteverdi no inventa género alguno, pero aprovecha todo lo que su época le va proporcionando sin descartar nada y dejando en cualquier ámbito la marca indeleble de su genio. A continuación, ofrezco a modo de homenaje una ruta sentimental por su catálogo: diez piezas capaces de enamorar a los oyentes de ayer y de hoy.

«Non si levava ancor l’alba novella» (Madrigales, libro II). El extraordinario aprovechamiento que Monteverdi hace de los medios polifónicos del madrigal le permite realizar en los compases iniciales una memorable descripción del alba. La pintura sonora de la palabra poética en su máxima expresión.

«Cruda Amarilli» (Madrigales, libro V). El madrigal de la polémica. Sus disonancias extremas, que infringen las leyes de la polifonía clásica, escandalizaron a los más conservadores, entre ellos Pellegrino Artusi, quien entabló un animoso debate con el compositor. Monteverdi le respondió teorizando la «segunda práctica», donde la expresividad del texto prima sobre las convenciones armónicas. La poética barroca de los «afectos» llama a las puertas.

«Orfeo». Estrenado en 1607, no es el primer melodrama de la Historia de la música, pero es aquí donde el espectáculo operístico expresa su enorme potencial. La base de la obra es el recitativo, un género intermedio entre el canto y el habla que se consideraba propio de la antigua tragedia griega. Tampoco faltan episodios que anticipan el aria («Possente spirto») y los timbres instrumentales desempeñan un papel expresivo y dramático.

«Lamento d’Arianna». Este monólogo de extraordinario impacto emotivo es lo único que ha sobrevivido de la segunda ópera de Monteverdi, L’Arianna (1608), hoy perdida. Describe la desesperación de Ariadna al descubrir que Teseo la ha abandonado. Tal fue la popularidad de la pieza que el compositor la arregló para madrigal a cinco voces y la adaptó para un contexto sacro (Pianto della Madonna).

«Vespri della Beata Vergine». La obra cumbre del Monteverdi sacro; una colección donde el músico muestra su dominio tanto de la polifonía tradicional como del nuevo estilo «concertante» que entremezcla voces e instrumentos en una esplendorosa multitud de formas sonoras.

«Chiome d’oro» (Madrigales, libro VII). El triunfo de la sensualidad monteverdiana, Dos voces y dos violines entrelazan sus líneas onduladas sobre un bajo ostinato de chacona para ofrecer una descripción de la caballera femenina.

«Sì dolce è ‘l tormento» (Scherzi musicali). El Monteverdi más «pop». Una melodía sencilla a la par que seductora. Con oportunos arreglos instrumentales, podría entrar sin ninguna dificultad en la lista de los cuarenta principales.

«Combattimento di Tancredi e Clorinda» (Madrigales, libro VIII). Obra inclasificable, a medio camino entre madrigal y teatro. Basada en un episodio de la Jerusalén liberada de Tasso, los papeles de Tancredi y Clorinda están encomendados a sendos cantantes, pero el mayor peso de la partitura descansa en los hombros de otro cantante, el narrador, cuyas intervenciones poseen un impresionante despliegue expresivo.

«Lamento della Ninfa» (Madrigales, libro VIII). Otro indiscutible hit monteverdiano. Tres voces masculinas arropan la monodía de la protagonista, que entona su lamento de amor sobre un bajo ostinato. Pieza inolvidable, a la que Ramón Andrés acaba de dedicar un erudito estudio (Acantilado).

«La coronación de Popea». Al final de su vida, un septuagenario Monteverdi vuelve a contagiarse de la fiebre por el melodrama, ahora en Venecia. Con respecto a Orfeo, los recitativos pierden peso en detrimento de las formas estróficas, el número de personajes se multiplica, se mezclan elementos trágicos y cómicos. El melodrama abandona los ideales humanistas de los orígenes y se adentra en un nuevo concepto de espectáculo operístico que todavía sigue vigente. En la actualidad, los estudiosos creen que no toda la música es original de Monteverdi. A algunos les sorprenderá saber que el número más conocido de la ópera -el dúo «Pur ti miro, pur ti godo»- es muy probablemente obra de otro autor.

Discografía copiosa

Para quien quiera adentrarse en el universo monteverdiano, la discografía dedicada al compositor es inmensa. Una visión panorámica sobre los madrigales la proporciona la integral grabada por el conjunto La Venexiana (Glossa). No por ello hay que descartar versiones específicas de títulos concretos, como la sobrecogedora lectura del Combattimento y del Lamento della ninfa a cargo de la Accademia del Piacere de Fahmi Alqhay (Alqhay & Alqhay).

A finales de los años noventa, Gabriel Garrido y su Ensemble Elyma marcaron un antes y un después en la interpretación de las óperas monteverdianas. Su Orfeo y su Ulises siguen siendo una referencia y el sello Accent acaba de recogerlos en una caja junto a una lectura no menos convincente de las Vísperas de la Beata Virgen. De la Coronación de Popea es preferible la versión de René Jacobs en Harmonia Mundi. De Sì dolce è ‘l tormento recomiendo la sensible interpretación de Marco Beasley y Accordone (Alpha), así como la sugerente versión jazzística de Paolo Fresu y Uri Caine (Blue Note).

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