Manuel Chaves Nogales, autor de «Los secretos de la defensa de Madrid»
Manuel Chaves Nogales, autor de «Los secretos de la defensa de Madrid»
LIBROS

Manuel Chaves Nogales, los ojos siempre abiertos

La maestría periodística de Chaves Nogales vuelve «a la carga» con «Los secretos de la defensa de Madrid»

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Al intrépido y sagacísimo reportero de «La vuelta a Europa en avión», al cuentista brillante e inspirado de «La bolchevique enamorada» o «A sangre y fuego», al analista clarividente de La agonía de Francia, al narrador adictivo de «El maestro Juan Martínez que estaba allí» o al biógrafo exitoso de «Juan Belmonte, matador de toros», se añadió en 2011 un nuevo Chaves Nogales, cada vez más plenamente recuperado e incorporado a la lista decisiva de nuestros cronistas: dos nuevos volúmenes de la editorial Renacimiento exhumaban de las hemerotecas a un periodista de raza que, por una parte, había contado en tiempo real en varios periódicos del mundo sus «Crónicas de la Guerra Civil», y por otra, ya en 1939, narró en la revista mexicana «Sucesos para todos» lo que pudo saber sobre «La defensa de Madrid» durante los primeros meses de la guerra.

Encontrados, editados y explicados por María Isabel Cintas (meritoria editora y biógrafa de Manuel Chaves Nogales), aquella edición de 2011 de «La defensa de Madrid» adolecía, sin embargo, de alguna laguna, como el texto original del capítulo 10, que tuvo que ser traducido del inglés (publicado en el londinense Evening Standard en el mismo 1939). Faltaban también varias de las expresivas y enfáticas ilustraciones de aquellos textos, debidas a Jesús Helguera. Pero ese material ausente ha podido ser incorporado ahora en «Los secretos de la defensa de Madrid», que restituye el título original de la serie y aporta además, en dos apéndices, dos artículos inéditos pero obviamente «chavianos» publicados en la revista «Hoy», también en México, en marzo y abril de 1939 (y que al parecer son adelanto de futuros nuevos rescates).

El filón del periodista sevillano parece inagotable, y no sólo porque no dejan de aparecer «caladeros» donde rastrear escritos desconocidos, por jamás reeditados, sino porque la mirada que Chaves Nogales ofreció de su tiempo es decisiva para que nosotros podamos imaginarlo y juzgarlo con su característica mesura, su admirable sensatez, su insobornable independencia. A veces la inteligencia y la libertad vienen a ser lo mismo, y Chaves fue, como explica con puntería Antonio Muñoz Molina en su presentación, un «patriota de corazón de la República española, [que sin embargo] no se casaba con nadie». Amante de la democracia y de los derechos individuales, detestaba cualquier forma de fanatismo, y lo hacía con rabia constructiva pero también con humor, que es otro rasgo frecuente de la integridad personal cuando se ve en un serio aprieto histórico.

«A sangre y fuego»

De igual modo que a la altura de 1928, en «La vuelta a Europa en avión» (un libro especialmente revelador), había sabido aplaudir a los bolcheviques ciertos aspectos de su política revolucionaria, sin dejar de mostrar por ello un rechazo general a la sociedad que habían organizado, diez años después, y en su propio país, no deja de sentirse emocionado y agradecido ante toda muestra de nobleza en medio del conflicto, ante cualquier iniciativa decente y edificante en medio del odio. En esos casos no le ciega ninguna ideología, aunque su carácter desprejuiciado nunca le llevó a esa equidistancia que a veces, de modo mezquino, se le ha atribuido, sino que jamás perdió de vista que en 1936, indiscutiblemente, había habido unos agresores y unos agredidos. En eso es contundente y definitivo, pero precisamente por eso los crímenes o abusos que procedían de la España atacada le indignaban con especial fuerza: de ahí nacen los inolvidables y muy madrugadores relatos de «A sangre y fuego», publicados en París en la primavera de 1937.

En cuanto a los textos «nuevos», con su habitual eficacia lacónica, Chaves Nogales pinta un fresco vívido, palpitante, verosímil hasta lo físico. Es su pulso habitual: pocos detalles, pero muy significativos, para dibujar con nitidez muchos acontecimientos.

Ver los comentarios