Ilustración de «Armstrong. El increíble viaje de un ratón a la luna» (Juventud)
Ilustración de «Armstrong. El increíble viaje de un ratón a la luna» (Juventud)
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Literatura infantil y juvenil en la Feria del Libro, la boa y el sombrero

La literatura infantil y juvenil es una de las protagonistas de la Feria del Libro. He aquí algunas de las novedades y recomendaciones donde se aúnan la imaginación y la enseñanza

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Un niño de cinco años puede comprender historias maravillosas, pero hay que dárselas a leer. A veces ese es el problema, que se necesita un adulto para seleccionar los libros para niños, para llevar a cabo la gran responsabilidad de acercarles grandes historias a la medida de su imaginación. Si nos fijamos en las mesas de novedades de la literatura infantil y juvenil de los últimos años observamos un olvido de la historia. Es una tendencia con muchas y grandes excepciones, pero una tendencia. Es más difícil de lo esperado encontrar para niños historias emocionantes, a las que el lector adhiera su atención y se pregunte con el corazón en vilo: ¿qué pasará después? En los libros infantiles actuales se observa muchas veces una voluntad más educativa que literaria.

Y esto sorprende en un contexto como el nuestro en el que se dice despreciar precisamente la moraleja explícita clásica, que sin embargo muchas veces, como en las fábulas, no empaña el interés literario del relato. Se desprecia la moraleja directa, pero el afán pedagógico, más o menos sutil, invade muchos títulos. Se comprueba bien en los resúmenes que se ofrecen de los libros, en las sinopsis de las contraportadas y de las páginas «web» especializadas. Es frecuente encontrar explicaciones como «este libro trata sobre la amistad, el respeto, la auto aceptación, la superación personal», en lugar de «este libro trata sobre alguien que se vio de pronto envuelto en estos extraordinarios sucesos». Se funda el libro sobre un concepto, se proponen de entrada valores a los que se supedita la historia, en lugar de que estos se desprendan de manera natural de la lectura de esa buena historia. El orden está invertido y se convierte en costoso algo sencillo como encontrar entre las novedades buenas historias que leer en voz alta a los niños.

Es más difícil de lo esperado encontrar historias emocionantes, que pongan el corazón en vilo

De fondo hay una «adultización» prematura del niño, una prisa por que acceda a los conceptos y valores que consideramos importantes, en lugar de que los vaya incorporando poco a poco y de manera natural y siempre misteriosa a través del placer de leer una bella historia. Les restamos asombro e inocencia, empeñados en que sumen conocimientos y conductas adecuadas. Sucede como al inicio de «El Principito», de Saint-Exupéry, cuando el protagonista dibuja una boa que se ha comido a un elefante y les muestra el dibujo a los adultos, que insisten en ver un sombrero. Quieren educar al niño, no respetar su emocionante imaginación, que por otro lado le lleva al descubrimiento de la realidad, pues a pesar de lo que pretendamos los adultos, tan real es una boa que digiere un elefante como un sombrero corriente.

Valores seguros

Ante este contexto siempre son recomendables los clásicos, que no caen en estas sofisticaciones y que muchas editoriales atienden, como por ejemplo SM con la Colección Clásicos, que vio la luz el año pasado y que propone (para jóvenes entre 14 y 18 años) las grandes novelas atemporales con un formato atractivo. También muy recomendables en esta línea liberadora para los niños de prevalencia de la historia son «Los cuentos azules» (El Barco de Vapor), que compila relatos de escritores de la serie azul como Montserrat del Amo, Fernando Lalana o Consuelo Armijo; o para jóvenes «El té de tornillo del profesor Zíper» (recién editado por el Fondo de Cultura Económica, antes por Alfaguara), del mexicano Juan Villoro: al niño Alex, que trabaja duro al cargo de una tintorería, le suceden cosas extraordinarias que se narran con gran precisión del lenguaje.

También cuenta historias Beatriz Osés en «El columpio de Madame Brochet» (Edebé), sobre una anciana que cumple noventa años y camina hasta la pastelería para comprar la tarta y pedir el deseo de siempre: volver a ser niña. Se publica también la quinta entrega de un personaje que sorprende por singular: «Erik Vogler: sin corazón», que es detective discreto y maniático del orden que no busca los terribles misterios en los que se ve envuelto.

Historias y ritmos

Entre las novedades que se encontrarán en esta Feria del Libro destacamos «Armstrong: El increíble viaje de un ratón a la Luna» (Juventud), de Torben Kuhlmann, con magníficas ilustraciones que elevan la imaginación y un ratón que estudia aeronáutica. También resulta hermoso «El pueblo durmiente» (Edelvives), de Rébecca Dautremer. Es interesante, por el ritmo y por la historia, «El ratón y la montaña» (Milrazones), de Gramsci y Laia Domènech. Recrea un cuento que Antonio Gramsci (filósofo y periodista, teórico marxista que fue encarcelado en tiempos de Mussolini) escribe para su hijo en una de las cartas que le envía a su mujer desde la prisión. Otros libros recomendables son «Malina pies fríos» (Pastel de Luna), sobre una esquimal que quiere conocer el calor, «Caja» (La Casita Roja), en formato cómic, o «Poka & Mina» (Los Cuatro Azules), de Kitty Crowther, una serie sobre dos insectos entrañables. Y no olvidemos la poesía: «Poemas de la oca loca» (Kalandraka), de Gloria Fuertes.

Hay libros en los que la historia no es lo más importante, pero que suponen un descubrimiento de la realidad; son enciclopédicos, emocionantes, abren puertas. Como «¡Vikingos!» (Nórdica), del especialista Vincent Carpentier. O la «Colección Naturaleza» (SM), de Fernando Bort. Quisiera citar en último lugar un libro que no es novedad, pero que recuerdo al reflexionar sobre la importancia de la historia literaria que acontece: «Mariluz y sus extrañas aventuras» (Demipage), de Fernando Aramburu, donde Mariluz visita el Museo del Prado y se hace amiga de la Infanta Margarita, del cuadro «Las Meninas».

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