«Doctor Zhivago» se estrenó en España en 1966. Marías fue el primero en escribir sobre el filme
«Doctor Zhivago» se estrenó en España en 1966. Marías fue el primero en escribir sobre el filme
LIBROS

Julián Marías, enamorado de Greta Garbo

En «Julián Marías, crítico de cine», de Alfonso Basallo, vemos que cuando iba al cine no era el filósofo el que entraba en la sala, sino el espectador. Tal y como lo reflejó en los artículos que publicó en «Blanco y Negro» y «Gaceta Ilustrada».

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De Julián Marías Aguilera (Valladolid, 1914-Madrid, 2005) solo pueden decirse y escribirse cosas buenas para dar una idea, siquiera aproximada, de su perfil intelectual y humano. Fue un gran filósofo -en el mejor, más abierto y más etimológico sentido de la palabra, no en el más restrictivo y tedioso del término-, un estupendo comunicador que conectó su obra con infinidad de lectores, un hombre atento a la realidad que lo circundaba, un observador nato de cuanto se ofrecía a sus ojos, ávidos de aprender, de extraer consecuencias para la vida -propia y ajena- de cuanto se ofrecía a su visión, enriquecida siempre por una inteligencia agudísima y una sensibilidad fuera de lo común. Decía Ortega que «ver es pensar con los ojos», de modo que el ejercicio filosófico de esa mirada sobre el mundo tuvo que conducir irremediablemente a don Julián al territorio de la cinefilia, y allí asentó sus reales con carácter definitivo, cobrando por el séptimo arte una profunda y devota afición que atravesó toda su existencia y que se plasmó en unos mil quinientos artículos de contenido cinematográfico, publicados con periodicidad semanal en «Gaceta Ilustrada« y »Blanco y Negro» a lo largo de casi cuarenta años.

Una mujer genial

El autor de la preciosa monografía que nos ocupa, subtitulada «El filósofo enamorado de Greta Garbo» -pues la Divina era la actriz favorita de Marías, que se refería a ella como «una forma genial de ser mujer»- no es otro que el periodista y escritor Alfonso Basallo, nacido en Zaragoza en 1957, licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra y doctor por el CEU con una tesis sobre Julián Marías como crítico de cine. De ese trabajo doctoral procede ahora este volumen, despojado de rigores academicistas, pero profunda y sabiamente escrito y documentado, como corresponde al objeto de su trabajo. Junto a 25 páginas de notas al final -que yo no hubiese vacilado en ubicar en su lugar debido, o sea, a pie de página, aunque en esta batalla, que vengo librando desde antiguo, me siento perdedor-, el libro incluye una bibliografía selecta y unos utilísimos índices de películas y onomástico que nos dan cumplida cuenta del cine que Marías vio y analizó en sus tribunas hemerográficas.

A través de esos índices comprobamos que don Julián no rechazaba, a la hora de elegir los filmes comentados, ningún tipo de tendencia estética, por lo que su obra crítica en torno al cine tiene el valor de una auténtica enciclopedia en la que todo lo importante encuentra su correspondiente casilla, tanto el cine anterior a 1962, sobre el que escribe de manera retrospectiva, como el posterior a la fecha en que el estudioso empieza a opinar de cine en «Gaceta Ilustrada», independientemente, claro está, del juicio que merezca al filósofo cada película.

Estos ensayos están pensados para ser gozosamente consumidos por todo tipo de lectores, desde el experto en cine al simple aficionado

Un filósofo que nunca abdica de ese título al escribir sobre cine, «elevando sus críticas -como dice Basallo- a la categoría de pequeños ensayos antropológicos» pensados para ser gozosamente consumidos por todo tipo de lectores, desde el experto en cine al simple aficionado al celuloide, desde el interesado por la literatura ensayística hasta el lector de esa filosofía tan vital y accesible que anida en la escritura de Ortega y de Marías, los dos nombres señeros del pensamiento español contemporáneo.

Cine norteamericano

Pero el hecho de que don Julián fuese al cine de forma comprehensiva y no selectiva no quiere decir, en modo alguno, que no tuviese sus preferencias en materia fílmica. Marías fue siempre un decidido defensor de la manera de narrar del cine norteamericano, o sea, de ese cine forjado en pioneros como Griffith y DeMille, enriquecido por aportaciones europeas tan sobresalientes como las de Murnau, Von Stroheim, Von Sternberg, Lubitsch, Hitchcock, Lang o Wilder, y rebosante de las mejores esencias del clasicismo en dos nombres sagrados, mitológicos, insuperables: John Ford y Howard Hawks, los dos Homeros del cine.

En eso don Julián coincide con los gustos del grupo de amigos que alegró semanalmente la vida de los españoles desde las tertulias del programa, hoy tristemente desaparecido, «Qué grande es el cine», con José Luis Garci a la cabeza y Eduardo Torres-Dulce y Miguel Marías -hijo de don Julián- entre sus contertulios habituales. Y coincide también, prácticamente «ad litteram», con los gustos del que suscribe. Desde el dibujo de cubierta de Damián Flores, con la Garbo y Melvyn Douglas en Ninotchka, hasta el colofón el libro de Basallo sobre Julián Marías colma las más exigentes expectativas tanto de los lectores que admiren al autor de la celebérrima «Historia de la Filosofía» (1941) como de los cinéfilos más rigurosos. Pero la forma más divertida en que puede y debe leerse Julián Marías, crítico de cine, es, sin duda, acudir al índice de películas y cotillear -ese es el verbo adecuado- la página en la que se transcribe lo que opina acerca de esta o aquella cinta.

¿Merece la pena?

Ese método de lectura nos lleva a la pregunta implícita -Basallo «scripsit»- en los veredictos de don Julián, que no es otra que «¿merece la pena ver tal o cuál película?». Así, nos enteramos de que el guión de «Pulp Fiction» (1994) -una de mis películas favoritas- le parece al filósofo metido a espectador de cine un prodigio de brillantez y coherencia, o de que «la espléndida imaginación» de Stanley Kubrick y de Arthur C. Clarke en «2001, una odisea del espacio» (1968) se echa a perder por consunción, según Marías, en un determinado momento del filme, o de que «La guerra de las galaxias» (1977, ahora llamada «Una nueva esperanza») no es nada más y nada menos que un homenaje genial a las películas caballerescas de corte artúrico y a los «westerns». Y la conclusión que extraemos, de tanta creatividad y tanta finura de pensamiento como destilan los mil quinientos artículos cinematográficos de Julián Marías, es que su acercamiento al séptimo arte ha sido una de las aventuras intelectuales más sabrosas y cómplices que puede uno llevarse a los ojos lectores.

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