ENTREVISTA

Juan Eslava Galán: «Si Franco hubiera entrado en la II Guerra Mundial, los aliados habrían impuesto la democracia en España»

Juan Eslava Galán lleva ya muchos «repasos» históricos en los que ha abordado temas como la Conquista, los Reyes Católicos, la Guerra Civil o las relaciones de Franco con Hitler, como hace en su último trabajo

El escritor en su domicilio de Madrid José Ramón Ladra

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El correo electrónico con una respuesta adicional con destino a ser incorporada a esta entrevista marca como hora de envío las 5:07 de la mañana del martes 17 de marzo. Resulta que su fama de noctámbulo impenitente, o de madrugador contumaz, no es ningún farol. Lo de robar horas al sueño sin que apenas medie carga de sacrificio en ello es algo que venía practicando Juan Eslava Galán (Arjona, Jaén, 1948) antes incluso de cobrar fama, hace más de treinta años, con la concesión del Premio Planeta por la ya casi legendaria novela En busca del unicornio (1987). Desde entonces, en verdad desde mucho tiempo atrás, este polígrafo cuyos intereses principales (al uso de un Montaigne tamizado por ese fino sarcasmo hispano que ha elevado a categoría de estilo) consisten en leer y escribir, atesora una bibliografía que se encamina con paso firme al centenar de títulos en los que ha abordado asuntos tan dispares como la figura de Cleopatra, los iberos, la Sábana Santa (para hacerla jirones), los Reyes Católicos, la cultura del aceite, los templarios, la figura de Cervantes, la vida amorosa en la Antigua Roma o el enigma de Colón ; y eso por citar solo temáticas de las obras menos frecuentadas por su ejército incondicional de lectores, entre los que se cuenta, muy en la vanguardia, su «compadre» Arturo Pérez Reverte .

Tras relatar en su libro precedente la conquista de América y desmontar, de paso, muchos capítulos de la larga leyenda negra tejida en torno a la gran gesta de nuestra historia, el escritor jiennense salta ahora a la posguerra española para, a golpe de un apabullante aparato documental desentrañar, en La tentación del Caudillo , uno de los episodios esenciales que explican la consolidación del régimen franquista en medio de los vaivenes marcados por la veleidad de Franco de implicar a España en la Segunda Guerra Mundial.

La realización de la entrevista, prevista en su casa de la calle Mayor de Madrid, debe renunciar, vía decreto, a la modalidad presencial y convertirse en un intercambio de líneas de correo electrónico completado por un par de conversaciones telefónicas en las que, pese a las circunstancias, Eslava Galán tira de humor. «Yo soy el que asaltó el Mercadona cuando anunciaron que cerraban los colegios. Lo confieso».

Entonces, parece que lleva bien el confinamiento.

Soy disciplinado y tengo muchos libros que leer, así que intento adaptarme. En cualquier caso, tengo una ventaja: yo he sido muy casero siempre, y el hábito siempre ayuda.

¿Ve algún interés literario a estos tiempos distópicos impuestos por algo tan sobrevenido como es una pandemia?

Sin duda estamos viviendo una experiencia excepcional, histórica. Cuando todo esto pase, que pasará, creo que sería bastante inteligente que la Humanidad -quienes mandan sobre ella- se planteen que no todo vale y que quizá la naturaleza nos está avisando de forma clamorosa para que cambiemos de vida. Son muchas las señales, además del cambio climático, que se nos están dirigiendo y numerosos también los comportamientos que estamos obligados a transformar todos si pretendemos seguir siendo viables como especie.

«Me temo que los españoles no conocemos nuestro pasado y que últimamente se está haciendo una manipulación política de él»

¿Por qué escribir un libro sobre lo que pudo ser y no fue como «La tentación del Caudillo»?

Porque trata uno de los episodios fundamentales de nuestra historia reciente. Si Franco hubiera entrado en esa guerra, en 1945 los aliados habrían impuesto en España un régimen democrático, republicano muy probablemente, nuestro país se habría beneficiado del plan Marshall y, lo más importante de todo, nos habríamos ahorrado más de tres décadas de franquismo. Esa decisión de Franco, la de meternos en el conflicto mundial de parte de Alemania e Italia, habría cambiado por completo el pasado inmediato y el presente de los españoles.

Franco continúa suscitando interés: por lo que hizo y, de acuerdo con esta obra, por lo que trató de hacer sin que finalmente acabara por concretarse. También por ser protagonista involuntario del traslado de sus restos, entre otras cuestiones de reciente actualidad. Parece un filón inagotable, político e histórico.

Franco trató de conseguir un imperio colonial en África, convencido de que Hitler ganaría la guerra y recompensaría a sus aliados con un nuevo reparto del mundo. Después, advirtió que el asunto no estaba tan claro y lentamente, midiendo distancias, aplicando una buena dosis de astucia, fue apartándose de Alemania y acercándose a los aliados. Debido a su visceral anticomunismo consiguió el apoyo de Churchill y de los americanos cuando Stalin planteó que había que derrocarlo. Ya empezaba a vislumbrarse la guerra fría y los vencedores prefirieron mantener a un dictador que siempre combatiría al comunismo. No defraudó estas expectativas.

Hace muchos años, cuando viajé a Orán, me sorprendió su enorme plaza de toros, ya entonces en desuso. Tuve la impresión de estar en Málaga. O en Alicante. La huella española allí era evidente. Franco, mediante la llamada Operación Cisneros, reivindicó el Oranesado como parte de sus planes iniciales tras la Guerra Civil de alinear a España con el eje Berlín-Roma. Puesta en un contexto histórico, parece que su ambición tenía su sentido.

En el caso del Oranesado, él razonaba que era un asunto similar al de los Sudetes alemanes en Checoslovaquia, que Hitler había conseguido con esos mismos argumentos. Orán tenía una gran población española -mucha procedente del exilio republicano-, a lo que sumaba reivindicaciones históricas quizá menos defendibles.

De algún modo, su libro es la crónica del inmenso error de Franco de considerar que resultaba posible meter a España en otra guerra porque los ingleses estaban cerca de perderla, cuando no era así. Suena a cierta irresponsabilidad.

En un principio el plan de Franco y sus generales era de una candidez y de una irrealidad conmovedoras. En el plazo de diez años pretendía que España contara con un ejército comparable a los mejores del mundo. Y eso en un país destrozado por la guerra. Después, su fracaso diplomático con Hitler en Hendaya le hizo bajar de la nube para volver a pisar tierra. En cualquier caso tuvo mucha suerte (su proverbial baraka) y al final logró capear un temporal que se llevó por delante a poderes mucho más asentados que el suyo.

«Pablo Iglesias se ha atrevido a hacer lo que ni Franco, ni Perón, ni Trujillo se atrevieron a hacer: meter a su mujer en el Gobierno»

Perdone la analogía, pero hace pocos días hemos asistido a la terrible contradicción de un dirigente político como Pablo Iglesias, que se saltó una cuarentena para participar en la aprobación de un decreto dirigido a imponérsela al conjunto de los españoles. Eso también parece bastante irresponsable, como poco.

Si esta democracia tuviera un mínimo de coherencia, ese señor debería haber dimitido inmediatamente después de transgredir una norma que el Gobierno preveía endosar a todos los españoles. Un buen amigo mío, diplomático, señala que Iglesias se ha atrevido a hacer lo que ni Franco, ni Perón, ni Trujillo se atrevieron a hacer: meter a su mujer en el Gobierno, como sí hizo, por cierto, Ceaucescu, el amigo de Carrillo. Dicho esto solo tengo palabras de admiración hacia una «muchacha» que en un plazo récord ha sabido promocionarse de cajera de supermercado o de tienda de electrodomésticos, o algo similar, a ministra.

¿Es materia novelable la actual clase política?

Claro que sí. Para un novelista es un estupendo desafío intentar penetrar en el pensamiento de figuras tan complejas como José Luis Rodríguez Zapatero, al que creímos insuperable hasta que llegó Pedro Sánchez para demostrar, una vez más, que todo se puede mejorar. Y, sobre todo, empeorar.

Pero es obvio que la mediocridad política no es un mal exclusivamente español. Usted conoce muy bien el Reino Unido, donde estudió e impartió clases. ¿Lo del Brexit supone la mayor torpeza cometida por los británicos en toda su historia?

Sin duda. David Cameron, un político manifiestamente mejorable (algo raro en el Reino Unido, donde hay nivel) se mete en un jardín. La gente de talento no acude a votar porque les parece una pavada, pero los menos informados, educados en la superioridad británica y otros mitos decadentes, acuden a las urnas y consiguen sacar adelante una medida demencial cuyos negativos efectos ya veremos si pueden paliar a medio plazo.

Encuentro en Hendaya entre Franco y Hitler

¿Fue Franco un buen militar? ¿Qué opinión tenía Hitler sobre su faceta de soldado?

Hitler tenía una pésima opinión de Franco como militar. Le parecía que había dirigido a los nacionales con gran torpeza. Es una opinión muy divulgada, pero en las memorias del embajador italiano Cantalupo cuenta cómo fue a El Pardo para despedirse Franco y éste le confesó que llevaba la guerra con lentitud porque no era solo cosa de ganarla, sino de limpiar de marxistas el terreno conquistado. Es claro que la guerra le sirvió también para asentar su poder entre los que lo habían elegido. Tonto no era, desde luego.

¿Y del conjunto de los españoles?

Tengamos en cuenta que Hitler era una persona sin estudios, aunque había picoteado en muchas lecturas superficiales hasta convertirse en un diletante. De España, no tenía mucha idea: basculaba entre una opinión pésima y el juicio a veces favorable. Por ejemplo, de los integrantes de la División Azul elogia su valor.

Hay dos personajes muy diferentes en su libro con un interés común inequívoco: Serrano Suñer y Juan March. De haber ganado la guerra Alemania, ¿el «cuñadísimo» sería hoy una figura de mayor relevancia en nuestra historia contemporánea?

Dudo que hubiera prosperado mucho, porque tanto a Hitler como a Ribbentrop les parecía un jesuita retorcido empeñado en sabotearles los planes.

Y en cuanto a March, ¿fue efectivamente el último pirata del Mediterráneo?

He intentado ser fiel al fascinante personaje que jugó con los dos bandos y se enriqueció gracias a la guerra.

Quizá espoleada por el desafío soberanista, asistimos últimamente a un torrente de bibliografía que da vueltas a la idea de España, a su identidad como país. ¿Conocemos los españoles nuestra historia?

Me temo que no la conocemos y que últimamente se está haciendo una manipulación política de ella. Fue Bismarck el que alabó la solidez de España pese al empeño de los españoles en destruirla. No sé si ahora opinaría lo mismo visto el desastre del modelo autonómico y la irresponsabilidad de quienes lo urdieron.

«Admiro a los hispanistas que hacen accesible una historia que los académicos españoles se obstinan en exponer en estilo denso»

¿Cree que la nueva ley educativa se dirige a moldear conciencias con medidas como la de relegar el castellano en territorios poco interesados en contar a sus jóvenes que España es la nación más antigua de Europa?

La llamada «ley Celaá» es un desastre sin paliativos. Los políticos no son conscientes -o lo son y no ponen remedio, que es peor- de que en la educación se ponen las bases de lo que será la sociedad española dentro de veinte o treinta años; se debe sembrar para cosechar a largo plazo, pero ellos solo se preocupan de ganar las próximas elecciones, a cuatro años vista o menos, para mantener el sillón y la manduca.

No sé si es una impresión mía, pero se detecta una saturación de títulos en las librerías relacionados con el feminismo. ¿Hay una literatura de cuota en el mercado editorial?

No lo creo. Lo que ocurre es que hay más mujeres que escriben actualmente, consecuencia de su acceso a la educación superior, por lo general antes reservada a los hombres. Por lo tanto, ahora hay muchas novelistas, unas buenas y otras menos buenas, exactamente como existen «novelistos» buenos y otros que no lo son tanto.

En un momento en que se advierte una tendencia a mirar al pasado, también a hispanistas como Elliot, Kamen o Preston se les ve muy activos, con publicaciones puestas naturalmente bajo un inevitable prisma anglosajón.

Admiro mucho a los hispanistas que hacen inteligible y accesible al pueblo llano una historia que muchos académicos españoles conocen sobradamente pero se obstinan en exponer en estilo denso, farragoso, como si solo escribieran para sus colegas. Dicho esto también hay que señalar que cada uno lleva el agua a su molino y algunos se han pasado al lado oscuro por el maldito parné.

¿Piensa resucitar algún día a Nicholas Wilcox?

Tiene una novela a medio escribir, pero ya ha perdido la gracia y no le apetece terminarla.

¿Me puede adelantar en qué anda ya trabajando?

Leo mucho y tomo numerosas notas que me pueden servir para un par de proyectos, pero estoy esperando que alguno de ellos tire de mí.

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