El Jardín Botánico de Madrid, según Luis Paret y Alcázar
El Jardín Botánico de Madrid, según Luis Paret y Alcázar
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«Jardinosofía», un microedén en Madrid

De «Jardinosofía», de Santiago Beruete, al Jardín Botánico de Madrid. Un recorrido por paraísos arquitectónicos y botánicos

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La palabra «paraíso» viene del griego «paradeisos», que tiene su origen en la palabra «pairidaeza» y significa «espacio cerrado» en el iranio anterior a la lengua persa. La estructura del jardín paradisíaco es simple. Se reproduce bajo una forma idealizada: el Chahar Bagh es un jardín dividido en cuatro partes representantes del agua, el fuego, la tierra y el aire. En el centro, una fuente de la que corre el agua, simboliza el orden.

En su libro « Jardinosofía» (Turner), Santiago Beruete define la necesidad del ser humano de convertir un pequeño trozo de tierra en un microedén: «Es nuestra necesidad de paz, serenidad y equilibrio, sometidos como estamos a la permanente contradicción entre nuestro destino mortal y nuestra vocación de permanencia».

Hay una corriente subterránea que une la felicidad con el jardín desde el comienzo de la civilización. Hace unos 5.500 años surgieron en los valles del Tigris y el Éufrates las primeras ciudades. Paralelamente al proceso de sedentarización nacieron el estado, la escritura y también los jardines. El proceso tuvo lugar de manera independiente en zonas distintas del planeta: Mesopotamia, el valle del Nilo, del Indo, el del río Amarillo y la zona andina del Perú, con una diferencia a veces de cientos de miles de años. Herodoto atribuye el origen de la geometría en Egipto a la necesidad periódica de recuperar las lindes de los campos tras cada crecida del Nilo. Podría decirse que el jardín hizo su aparición en el creciente fértil de las tierras de aluvión de los grandes ríos creadores de las civilizaciones.

Fealdad y atraso

Posteriormente, el valor de las especias condujo a la fundación de jardines botánicos en las regiones tropicales, mientras que la instauración de estos en Europa debería atribuirse a la necesidad de medicinas extraídas de las plantas. El primer jardín botánico del mundo occidental fue, probablemente, el de Salerno, en el siglo XIV. En España seguimos celebrando aún el tercer aniversario de Carlos III (1716-1788), monarca fundador del madrileño Jardín Botánico .

Carlos III llegaba a Madrid el 19 de diciembre de 1759 en medio de una comitiva de colaboradores. Entre ellos estaba el arquitecto Francesco Sabatini, operarios de la fábrica de porcelana de Capodimonte. Pronto se unirían pintores: Mengs, Tiepolo... El rey quedó atónito ante la fealdad, suciedad y atraso de Madrid. Empedró sus calles, ordenó una red de alcantarillado, la recogida de desperdicios en carromatos e inició la iluminación de la ciudad.

Hay una corriente subterránea que une la felicidad con el jardín desde el comienzo de la civilización

La arquitectura fue la asignatura privilegiada del monarca. Una de las obras en las que concentró mayor entusiasmo fue el proyecto del Salón del Prado. Desde que un incendio, en 1734, destruyera el Alcázar, Felipe V e Isabel de Farnesio se habían trasladado al palacio del Buen Retiro. La aristocracia buscó entonces solares para construir sus moradas frente al Buen Retiro, al tiempo que terminaban las obras del Palacio Real y del Hospital General (hoy Museo Reina Sofía).

Álamos negros

Desde el Consejo de Castilla, se promovió la creación del Salón del Prado, que consistía en ensanchar el paseo entre Cibeles y Atocha plantando una arboleda de álamos negros y acacias, embelleciéndolo con fuentes y edificios nuevos. El encargado del trazado y desmonte del terreno fue José de Hermosilla, quien había estudiado en Roma y recordaba el diseño de Bernini para la Piazza Navona, con sus tres fuentes mitológicas y su planta con forma de hipódromo. Ventura Rodríguez tuvo así la oportunidad de diseñar las fuentes de Cibeles, Apolo y Neptuno.

Carlos III pensó en crear en el Salón del Prado un gran conjunto dedicado al estudio de la naturaleza. El Jardín Botánico fue su proyecto clave. El rey se ocupó minuciosamente de los detalles del Jardín. El 25 de julio de 1774 ordenó trasladar a esta zona el antiguo vivero del Soto de Migas Calientes, creado por Fernando VI, a la vera del Manzanares. Para ello fue necesario comprar las huertas situadas en el olivar de Atocha, perteneciente a los Jerónimos. También incluyó una gran avenida como homenaje a la razón, con su espina dorsal construida por edificios destinados al ejercicio científico: el Gabinete de Historia Natural (futuro Museo del Prado) o el Observatorio Astronómico.

Barroco tardío

Sabatini se encargó del primer dibujo del Botánico, de gran belleza pero que evidenciaba todos los defectos de un Barroco tardío. Sin embargo, el plano actual, de 1781, responde al trazado de Villanueva, con una concepción geométrica, definida, y una sensación inequívoca de orden. En 1785, cuando Villanueva comenzó las obras del Museo del Prado, se planteó la necesidad de crear una nueva entrada que estableciera la relación entre ambos proyectos. Es la actual Puerta de Murillo.

Lo más ambicioso de la política científica del reinado de Carlos III, en relación con la botánica, es el proyecto de inventariado de la flora nacional y ultramarina. Las plantas, semillas y bulbos procedían de Perú, Chile, Nueva Granada, Nueva España... y eran enviadas por expedicionarios encargados de buscar nuevos ejemplares botánicos que tuvieran alguna utilidad para la medicina, la industria o destacaran simplemente por su belleza. Así, llegaron de América nardos, dalias, orquídeas y heliotropos. También ejemplares del árbol de la canela o de la quina, la planta de la cochinilla con su precioso tinte rojo o los cedros, los ébanos del Perú y los palisandros.

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