ARTE
Cai Guo-Quiang se queda sin cartuchos
El Museo del Prado se vuelve a abrir a lo contemporáneo sin mucha fortuna con el célebre artista chino
Sabemos bien que una de las principales aportaciones de China al cuerpo insatisfecho de la humanidad ha sido la pólvora . Ambivalente invención que puede usarse para la paz pero también para la guerra: para iluminar las asombradas pupilas de los hombres, y también para despedazarlos en mil girones.
Lo que quizás no habíamos imaginado era su capacidad de convertirse en material artístico. Eso es lo que, entre otras cosas, quiere transmitirnos El espíritu de la pintura , de Cai Guo-Qiang (China, 1957), figura (re)conocida del panorama internacional. Un creador plural: instalaciones, dibujo, vídeo, performances y pintura, que ha adquirido reconocimiento al utilizar pólvora en sus obras con intención metafórica, usando esta sustancia para una batalla más deseable que la guerra: la de la paz y el arte.
La estela de El Greco
El origen del proyecto se remonta a 2014, cuando visitó la exposición El Greco y la pintura moderna , tras un peregrinaje iniciático siguiendo la senda del cretense desde su isla natal hasta Toledo. Este interés por su sabiduría pictórica y su espiritualidad, unida a la admiración por otros maestros del Prado le llevaría a plantearse esta muestra como un deseo de tender puentes y voces entre el pasado y el presente de la pintura oriental y la occidental.
En septiembre trabajó en el Salón de Reinos, realizando una serie de obras inspiradas en las pinturas del Palacio del Buen Retiro . Como cierre de esa residencia en un espacio tan cargado de memoria y arte, también ha creado in situ una obra de grandes dimensiones. Finalmente, la última etapa ha sido esta exposición, que puede verse en la ampliación del Prado.
Sin duda, en ella hay ciertas cosas destacables. La principal es la voluntad del Museo de seguir apostando por el diálogo entre el arte del pasado y el del presente , e intentar convertir el Salón de Reinos en una suerte de taller para artistas contemporáneos, tal como ya en su día hicieron otros pintores, entre ellos, Velázquez.
En el caso concreto de Cai Guo-Quiang debemos valorar el esfuerzo de plasmar pictóricamente su admiración-devoción por estos maestros, que le han acompañado durante estas semanas como benignos e inspiradores espectros. Una tentativa ciertamente audaz, ambiciosa y difícil , dada la estatura de sus interlocutores.
Sin embargo, y aunque es innegable la singularidad de su modus operandi al emplear un material tan poco relacionado con la pintura como es la pólvora, lo cierto es que el resultado final de estos cuadros, su dimensión plástica -en definitiva, lo que debe quedar detrás de un discurso «original»- me produce algunas dudas. En toda obra de arte, el concepto es la médula , pero la formalización debe ser el hueso perfecto que la recubre y protege…
Sobreactuación
La intención, el proceso, incluso su dimensión performativo- explosiva, son loables, pero sus pinturas, como productos finales las encuentro en general demasiado «efectistas» y sobreactuadas . Así, creo que no basta con conformarse únicamente con reflejar ese «espíritu» de la pintura incorporando prestados ciertos elementos iconográficos, para después darles una pátina de homogeneidad a través del uso -y pienso que quizás el abuso- de la pólvora… Me interesan más aquellas obras en las que se aleja de esos «guiños» figurativos y busca confrontar su propia voz plástica (espiritual, potente, arriesgada, más abstracta) con el espíritu -este sí- intangible y atemporal de sus maestros.
El proyecto expositivo, con un buen montaje, claro y conciso, se complementa con un atractivo documental, realizado por Isabel Coixet , en el que la cineasta nos introduce con acierto entre los bastidores del proceso de creación.
