Luis de Góngora, retratado por Velázquez
Luis de Góngora, retratado por Velázquez
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Góngora de cerca

Especialista en la obra del poeta cordobés, José María Micó ofrece en un solo volumen todos sus estudios sobre Góngora

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Del mismo modo que la « Isis Unveiled» de «Madame» Blavatsky nos muestra el verdadero rostro de la diosa egipcia a la luz de la teosofía, así también « Para entender a Góngora», la «summa» de trabajos de José María Micó sobre el poeta cordobés, regala al profano la plena inteligibilidad de la poesía de don Luis, tarea nada fácil dada su tendencia a la palabrería y al hermetismo.

En el tomo II, correspondiente al año 1837, de la revista decimonónica « Semanario Pintoresco Español», y en la entrega número 54 de la misma, un anónimo editorialista (que no puede ser otro que el director del Semanario, el inmenso prosista Ramón de Mesonero Romanos) dedica a Góngora un artículo en el que, entre otras lindezas sobre el adusto vate cordobés, critica su culteranismo militante y elogia su vena temprana de poeta popularista y satírico.

Alquimia verbal

Hoy en día, después de la reivindicación que de las « Soledades» y el « Polifemo» hicieron los poetas de la Generación del 27, hemos aprendido a quedarnos pasmados ante la alquimia verbal de un autor que, mucho antes que Mallarmé, condujo a la poesía a un juego de sucesivos alambiques en el que el premio a la adivinanza retórica se disolvía en el humo sublime, el polvo memorable y la nada exquisita de la mejor literatura.

Pero el siglo XX y lo que va de siglo XXI nos enseñó a apreciar y a valorar lo fragmentario, y don Luis es en eso un precursor de la modernidad, porque su obra de madurez contiene todos los rasgos que caracterizan la estética del fragmento y la llenan de contenido.

El clásico pierde todos sus velos y se muestra desnudo ante sus pasmados lectores

«Para entender a Góngora» es un libro para iniciados, porque, al suprimirse el aparato bibliográfico y las notas a pie de página –y vaya por delante que me parece una medida muy oportuna y amigable–, Micó alude a los mil y un gongoristas que en el mundo han sido como si fuesen de la familia –que sin duda lo son para el autor y para cuantos nos interesamos por la literatura áurea–, y el lector no avezado pueda tal vez sentirse perdido.

La más alta filología

Pero la pluma de José María Micó es tan brillante, y su discurso exegético tan bien argumentado en todo momento, que al lector sensible acaba no importándole estar al tanto de en qué libro o artículo expresan sus opiniones esa miríada de estudiosos. Por lo demás, en los tres libros anteriores consagrados por Micó al autor y reunidos en este tomo –«La fragua de las “Soledades”», «De Góngora» y «El “Polifemo” de Luis de Góngora. Ensayo de crítica e historia literaria»– podrán encontrarse todas las referencias que aquí se nos ahorran.

De todos los estudios de que consta el libro, admirable mosaico de elucidación crítica de la obra gongorina, me quedo con el ensayo dedicado al «Polifemo» ( publicado por vez primera en Barcelona por Península en 2001); es un auténtico «monumentum aere perennius» de la más alta y más profunda filología.

Cuando el filólogo es, además, un excelente traductor (por su versión al español del «Orlando furioso» obtuvo sendos Premios Nacionales de Traducción en España y en Italia), un magnífico poeta y un consumado guitarrista, como es el caso de José María Micó, el más abstruso de los clásicos pierde todos sus velos de protección y se muestra desnudo ante sus pasmados lectores.

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