LIBROS

Pla, Gaziel, Carabias...: el «boom» de la crónica en un país en crisis

Sergi Doria recoge en «Un país en crisis» veinticinco reportajes publicados en los años 30 por una generación de escritores que empezaron a ensayar las fórmulas del Nuevo Periodismo

El periodista y escritor Sergi Doria Inés Baucells
Jaime G. Mora

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Al son de los jóvenes bohemios con ínfulas literarias que se dejaban caer por los cafés y tabernas de mala muerte de Madrid, los primeros años del siglo pasado fueron los del origen de la prensa como objeto de consumo masivo. Nunca se han concentrado en la capital tantas cabeceras como en torno a 1900. Firmas como Mariano de Cavia o Joaquín Dicenta empezaron a marcar la pauta de un tipo de periodismo que, avanzados los años 20, fue ganando prestigio, con la eclosión de las agencias fotográficas y semanarios gráficos. Los textos experimentales e hiperbólicos de los bohemios dieron paso a los primeros intentos de crónicas y reportajes, que encontraron acomodo en rotativos como «Estampa», «Crónica» o «Ahora». «Estamos en el año 1930 y el periodismo decorativo languidece », escribe Sergi Doria (Barcelona, 1960) en «Un país en crisis. Crónicas españolas de los años 30», el libro donde ha recogido veinticinco crónicas publicadas entre 1929 y 1939. Estos reportajes están firmados por autores que andaban entre la veintena y la treintena , y que empezaron a ensayar fórmulas que el Nuevo Periodismo estadounidense elevaría a la categoría de alta literatura en los años 60.

Porque antes de que Capote se atreviera a contar la realidad como una novela , defiende Doria, ya hubo un pelotón de plumillas españoles que explotaron su ingenio para «iluminar la creativa y cruel década de los años 30, tan pródiga en genialidades como en desgracias». En esta antología hay artículos de sospechosos habituales como Pla, Gaziel o González-Ruano , cuyos trabajos brillan por razones obvias, y se echa en falta, aunque su obra ha sido recuperada en las últimas fechas, alguna muestra de autores como Camba, Chaves Nogales o Augusto Assía. Hay también en este libro, y ese es su gran valor, un oportuno rescate de otros nombres no tan conocidos, pero no por ello menos meritorios; entre ellos Josefina Carabias, Carles Sentís, Magda Donato o Ignacio Carral , que anticiparon el periodismo de «infiltración» que luego apadrinaría Günter Wallraff.

Fregar el suelo

Donato, hermana de Margarita Nelken, recorrió prisiones y comedores sociales para contar desde dentro el día a día de los más necesitados. «En la cola de los hambrientos», crónica publicada en 1934, es el resultado de la semana que pasó camuflada entre quienes acudían a por comida a la beneficencia, en plena crisis económica. No parece que hayan pasado ochenta años por este reportaje, de un estilo ágil y fresco que Doria atribuye a la influencia de la radio y los diálogos de las películas de cine. A este patrón se ajusta también Carabias, considerada la primera mujer periodista en España . En «Ocho días de camarera en un hotel de Madrid» narra su experiencia como «chica de servir» en el Hotel Palace: «Yo no sabía que fregar el suelo fuese una cosa tan difícil».

Doria bucea en los archivos de los diarios españoles para encontrar un relato de un jovencísimo Sentís, que con 21 años, antes de convertirse en el brillante corresponsal que cubrió la Segunda Guerra Mundial, acompañó a los emigrantes murcianos y andaluces que llegaban a Cataluña en el «Transmiseriano». También tenía 21 años Irene Polo cuando publicó en «Imatges» una recordada entrevista a Buster Keaton. «Una sonrisa para mí, Míster Keaton », le pide la joven reportera al actor en la crónica. «Buster Keaton se pone más serio que nunca: ¡No! ¡No! Prohibido reír».

Polarización política

«Un país en crisis» da una idea somera de la España de la época, con una fuerte polarización política y una clase media en apuros por la subida de los precios, contada por una generación de escritores a los que la guerra les impidió seguir modernizando la narrativa periodística: «No quisieron o no supieron dar respuesta a la escalada violenta que culminó con la sublevación militar». Ramón J. Sender, Paulino Masip o Rosa Maria Arquimbau cayeron en ese apagón informativo.

Como «la principal víctima de toda guerra es la verdad», Doria ha optado por no incluir ninguna pieza relativa al conflicto, lo cual es un acierto: así se hace más evidente lo que el periodismo español pudo y no le dejaron ser.

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