«Aquarius» cuenta los comienzos musicales y hippies de Charles Manson
«Aquarius» cuenta los comienzos musicales y hippies de Charles Manson
TELEVISIÓN

Contra la oscuridad

Un ejército de soldados combate el mal desde las series. Pueden ser detectives, geniales y contradictorios, como Luther, River, Hodiak y otros antihéroes modernos. Otros van directamente a la fuente, como los intérpretes de «Outcast»

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Parece sano evitar la tentación de repetir la cita de Baudelaire sobre el mayor truco del diablo, que tantos conocimos de labios de Kevin Spacey en « Sospechosos habituales». Exista o no el maligno y sus engaños, su «palabra» se sigue predicando, circunstancia que reflejan las series de mil maneras distintas. Hay enfoques directos, como el de « Outcast» (Fox), y formas menos obvias de mostrar el mal, casi siempre dentro del género policiaco.

En la primera, Robert Kirkman regresa al cómic pero aparca a los zombis para contar la historia de una víctima de posesiones infernales. Superado el trance y ya adulto, Patrick Fugit («Casi famosos») se alía con un reverendo plagado de defectos veniales, Philip Glenister («Life on Mars»), en una misión inabarcable.

La serie se desinfla poco a poco, a medida que el relato se descuelga de la fascinación inicial. Su capacidad de asustar tampoco impresiona, pero los personajes principales están a tiempo de redimirse en la segunda temporada.

Género negro

La otra forma de afrontar esta batalla eterna es más sencilla, en apariencia. El truco de la mayoría de guionistas, nada demoniaco, es ponerse del lado de un único benefactor, agente de la ley, y situar la cámara justo debajo de sus cejas. Los ejemplos se amontonan. Luther, River, Hodiak y otros detectives acostumbrados a desentrañar los impulsos más oscuros del ser humano son inteligentes, incluso geniales, con al menos un par de denominadores comunes: una sagacidad sherlockholmiana y alguna tara del alma, por lo general de la rama de lo social, que los convierte en perdedores crónicos. Incluso podrían ser periodistas. Son rebeldes con causa adosada perdida, profesionales imprescindibles dentro del mecanismo –nadie sabría hacer el mismo trabajo con su grado de eficacia– para que otros sigan usurpando los cargos que nuestros héroes tampoco querrían. Como el escorpión del cuento, se hunden víctimas de su naturaleza, llevándose por delante a ranas y princesas. Su lucidez es una maldición.

Otro rasgo común a la mayoría de ellos es la moral, que podría definirse como tachable, aunque sin perder nunca cierto código ético ni llegar al autorretrato de Matthew McConaughey en « True detective»: «El mundo necesita hombres malos», explicaba, «porque mantenemos a raya a los otros hombres malos».

«El mundo necesita hombres malos, porque mantenemos a raya a los otros hombres malos», afirma Rust Cohle en «True Detective»

Otro ejemplo ilustre del arquetipo es el detective John Luther, a quien da vida un imponente Idris Elba, en su mejor papel desde «The Wire». En cada capítulo le aguarda una emboscada, además de algún psicópata enfermizo. Resuelve casi todos sus casos y apenas puede celebrarlos porque siempre pierde algo más importante por el camino. La serie de la BBC no es nueva, pero en España hemos podido recuperarla ahora gracias a Netflix. Después de tres fantásticas temporadas y de una cuarta mermada, de solo dos episodios, sus creadores no se deciden a rematar el personaje en forma de película, mientras en Estados Unidos estudian cómo adaptar la idea sin malograrla con otro actor al frente. Rusia, en cambio, prepara el estreno de su propia versión. Igual aguanta.

Más reciente es el detective John River, un genio interpretado por Stellan Skarsgard, otro policía que lee, en la mejor tradición del género negro. Traumatizado por la pérdida de su compañera Nicola Walker (víctima a su vez de un caso de «Luther»). River tiene una peculiaridad, que es preferible descubrir sin ayuda. En todo caso, es otra miniserie británica excelente, valga la redundancia.

Variedades del mal

En « Aquarius» (Calle 13), David Duchovny se enfrenta a un solo chalado, que parece el culmen evolutivo de la subespecie: Charles Manson. El loco que mató a Sharon Tate tiene otras aristas, incluso musicales, aunque el protagonista de «Expediente X» y «Californication» parece algo fuera de lugar, por primera vez.

Hannibal, el villano sibarita, es un raro caso en el que la cámara graba desde la oscuridad y no contra ella. Ray Donovan es otro ejemplo de antihéroe ambiguo, víctima y verdugo. El Frank Underwood de « House of Cards» encarna el mal institucionalizado, el más dañino para la mayoría, al menos en esta vida.

Pero puede que de todos los malignos recientes de la ficción, y justo porque está inspirado en otro caso real, el más tenebroso sea el Arquímedes Puccio (impresionante Alejandro Awada) de la miniserie argentina « Historia de un clan», patriarca de una familia que se dedicaba a secuestrar por dinero en los años posteriores a la dictadura militar. Con ayuda de Perón, al que cita, el personaje sentencia a nuestra especie: «El hombre es bueno, pero si se lo vigila, es mejor».

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