LIBROS

Coleccionista de libros, buscador de eternidades

Juan Bonilla describe en «La novela del buscador de libros» la aventura de encontrar aquello que se desea

Juan Bonilla
Juan Ángel Juristo

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Juan Bonilla (Jerez de la Frontera, 1966), desde que publicó su primera obra, «El que apaga la luz», en 1994, un hermoso libro de relatos, se convirtió en una de las voces literarias más prestigiosas de su generación . Poeta, «Hecho en falta»; narrador, su novela «Nadie conoce a nadie» fue llevada al cine dirigida por Mateo Gil; ensayista, «La holandesa errante», «Catálogo de libros excesivos, raros o peligrosos»... su obra se ha caracterizado por atender voces que están en el aire pero dotándolas de una impronta tan personal como inconfundible.

Valga como ejemplo la trama de «Nadie conoce a nadie» donde se presienten las extrañas relaciones entre ficción y realidad a través de un juego de rol en una Semana Santa sevillana. Esta querencia se combina con otra, la pasión por el libro antiguo y las primeras ediciones, de la que ya dio muestra en trabajos anteriores a «La novela del buscador de libros», un ensayo escrito al modo de unas confesiones y que, creo, es uno de los libros más bellos sobre el tema escritos en nuestro idioma, que no abunda en asuntos así y no porque no haya escritores obsesionados por las primeras ediciones sino porque no lo consideran materia literaria.

Biblioteca paterna

«La novela del buscador de libros» sólo puede ser escrita por un coleccionista, es decir, aquel dotado de una mente platónica, sujeta a la idea fija de las eternidades y que, aun sabiendo de la catástrofe que representa el tiempo, no la tiene en cuenta. El coleccionista es un buscador de eternidades y Bonilla nos relata los curiosos vericuetos de los viajes en que el azar le hizo encontrar aquello que deseaba, como si el libro le hubiese estado esperando para ser comprado por él. Bonilla se estrenó en la obsesión porque trabajó con Abelardo Linares , y en ese trabajo hizo amistad con otros obsesionados, A. Trapiello, Juan Manuel Bonet, Paco Brines... y llegó a experimentar el placer del asesinato propio del buscador de libros: se llevó «La espuela», de Joaquín Arderius, sólo porque Rafael Conte quería comprarlo y dudaba ante el alto precio que le había puesto Linares.

Bonilla, pues, es un buscador de libros canónico, capaz de protagonizar episodios como el del librero asesino de Barcelona. Además, está obsesionado con las cubiertas y confiesa que dos de los libros a los que ha perseguido por ellas son «Nueva York», de Paul Morand, y «Lolita», de Nabokov, porque esas cubiertas eran capaces de dotar de significado a toda una colección. Para mí, sin embargo, la clave del libro se encuentra no en lo singular de la colección sino en el origen de todo esto; aquella biblioteca paterna donde había unos cuantos libros de Círculo de Lectores, la Enciclopedia Sexual, de López Ibor, y «El padrino», de Mario Puzo. Conmueve el modo en que está escrito, sin darle mayor importancia. Un libro hermoso y curioso, por raro.

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