ENTREVISTA

Bernard Pivot: «A los políticos les reprocho que no lean más novelas»

Durante quince años dirigió «Apostrophes», el programa cultural de referencia en la televisión francesa. En el plató, entrevistó a los grandes de la literatura. Ahora, a sus ochenta y cuatro años, tiene más de un millón de seguidores en Twitter

Bernard Pivot, durante la entrevista celebrada en la embajada de Francia Maya Balanya

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Quizá solo se puede entender un fenómeno como el de Bernard Pivot en Francia, donde aman su cultura por encima de todas las cosas. Y la protegen hasta con su propia vida. Quince años llevando las riendas del programa de referencia en la televisión de su país, «Apostrophes» , en horario de máxima audiencia (los viernes a las 21.30 horas), entrevistando a todo bicho viviente que tuviera que ver con los libros: autores, lectores de postín... A sus 84 años, Bernard Pivot (Lyon, 1935) tiene más de un millón de seguidores en Twitter y su palabra sigue influyendo en el mercado de valores de la literatura como el primer día.

Entenderá que para mí esta es una entrevista complicada, porque usted es un maestro del género. ¿Se siente cómodo ahora que ha pasado al otro lado, al del entrevistado?

Al principio, cuando pasé al otro lado, como dice usted, era muy torpe, me parecía que no estaba en mi papel, y me daban ganas de darles la vuelta a las preguntas que me hacían. Ahora, estoy acostumbrado. Pero tengo que añadir que, cuando estoy en un programa literario en Francia, al cabo de un rato, lo natural vuelve al galope y, en vez de contestar a las preguntas de golpe, me pongo a hacer yo mismo preguntas a los otros invitados y al propio presentador. Siembro el caos en el plató.

Espero que eso no le pase conmigo. Si tuviera que elegir un recuerdo, o un autor, de todos sus años en «Apostrophes», ¿con cuál se quedaría?

Hay tantos que es muy complicado. Depende del humor del día, de si estoy melancólico o alegre. Si estoy un poco melancólico, creo que elegiría a Alexandre Solzhenitsyn, al que tuve la suerte de entrevistar cuatro veces. Y si me siento más bien alegre voy a pensar en Nabokov, porque la entrevista con él era agradable, divertida, fuera de los caminos trillados. Pero hoy, como estoy en Madrid, elegiría un programa que sorprendió mucho a los españoles en aquel momento. Un programa de «Apostrophes» en el que reunimos al presidente del Gobierno de aquella época, Felipe González, a su mujer, a Jorge Semprún y a otros escritores españoles y franceses. Sorprendió mucho que se pudiese invitar a un político y hacer que hablase de literatura durante una hora y cuarto.

«Si estoy melancólico me acuerdo de Solzhenitsyn. Y si me siento más bien alegre voy a pensar en Nabokov»

Eso me hace pensar, y preguntarle, si no siente nostalgia de ese pasado en el que la cultura con mayúsculas era respetada por parte de la sociedad y, no digamos, por parte de los políticos y sus políticas.

Hubo una época en la que los políticos franceses eran grandes lectores, y a veces grandes escritores, como Charles de Gaulle, Pompidou o François Mitterrand. Hemos vuelto a recuperarlo con Macron, que es un lector, que ha cursado estudios literarios y filosóficos. Pero durante un tiempo, con presidentes de la República, a los que no nombraré, la literatura... No hubiese podido invitar a estos presidentes para hablar de literatura, porque veía que no sabían nada de ella.

¿Cree que la cultura, la literatura, podría corregir ciertas actitudes que tienen que ver con el nacionalismo, con el populismo, que tanto tiempo y pensamientos nos ocupan?

Siempre dependerá de lo que se lea. Se pueden leer libros que pueden reforzar las opiniones negativas. No obstante, sea cual sea la vida política y su evolución, hay que leer. Y lo que le reprocho a los políticos es que no lean novelas. Solo leen libros de economía, ensayos políticos. Pero si leyesen más novelas, se darían cuenta de que se acercarían más al mundo popular. Obama, que leyó mucho en su juventud, decía que gracias a la lectura de novelas aprendió a conocer mejor a los hombres y a las mujeres de su país.

¿Le recuerda la Europa y la Norteamérica de ahora a la de entreguerras?

Tampoco hay que olvidar que el país más culto de Europa en 1938 era Alemania. Jorge Semprún decía que el tipo que dirigía Buchenwald era un hombre extremadamente culto que leía a Goethe, que escuchaba la gran música alemana y leía a los filósofos alemanes.

-Ha entrevistado a tantísima gente que preguntarle por todos sería el cuento de nunca acabar. ¿A quién le habría gustado entrevistar y al final no pudo ser?

Hay muchos autores a los que lamento no haber entrevistado. Le voy a citar a algunos: Cervantes, Voltaire, Víctor Hugo, Balzac, Zola, Proust... Todos se me han escapado. Por desgracia, llegué demasiado tarde.

«Jorge Semprún siempre contaba que el tipo que dirigía el campo de Buchenwald era un hombre muy culto»

Por los nombres que me apunta, para hablar con ellos habría tenido que recurrir al espiritismo... ¿Y de ahora? ¿A qué escritor le gustaría entrevistar?

-A escritores franceses a los que no he entrevistado porque se negaron. Eran viejos escritores que habían hecho su obra antes de la televisión, y, por tanto, no entendían por qué tenían que ir a la televisión. Estaba Julien Gracq, Cioran, René Char, Henri Michaux... Michaux ya fue más tarde. Pero con René Char, que no era muy conocido en España, que era un gran poeta francés del siglo XX, conseguí su aprobación para mantener un cara a cara con él, pero ocho días antes se echó para atrás... Por desgracia, hoy no tenemos ningún documento con imágenes y sonido de René Char. Es una lástima. Es una de las decepciones de mi vida. También con Romain Gary, que acaba de entrar en La Pléyade. Fue culpa mía, cometí un error. No se me ocurrió hacer una entrevista directa con él, y como se suicidó...

¿Qué diagnóstico hace de la crítica literaria? ¿Es un género que se ha quedado reducido a lectores más especializados? ¿Sigue siendo necesaria?

La crítica literaria siempre ha sido necesaria e indispensable, y quizás nunca lo haya sido tanto como ahora, porque se publican tantos libros y hay tal abundancia de publicaciones que es bueno que una persona sagaz, hombre o mujer, extraiga del conjunto, elija, diga algo bueno o algo malo sobre lo que se edita.

Ayer empecé a seguirle en Twitter, y he visto que tiene más de un millón de seguidores. Está claro que se relaciona muy bien con las redes sociales. ¿Cómo valora ese fenómeno y su influencia en el ámbito cultural y literario?

-Solo conozco Twitter. No estoy ni en Facebook, ni en Instagram. Estoy en Twitter porque hay que condensar, hay que ser breve. Me gusta mucho resumir una impresión, un pensamiento, un recuerdo, en unas líneas. No me gusta estar ni en Facebook ni en Instagram porque hay que escribir mucho. Para mí, Twitter es una especie de diario íntimo que solo leen los que quieren leerlo. En alguna ocasión, he dado esta definición de Twitter: «Una red coral que solo está formada por solistas». En el fondo, hay mucha gente, pero, al mismo tiempo, cada uno se queda en su casa. Somos libres de leer o no, somos libres de escribir o no, somos libres de marcharnos de Twitter o de suscribirnos a Twitter.

«Estoy en Twitter porque hay que condensar. Me gusta mucho resumir una impresión en unas líneas»

Hablemos de otro fenómeno: los «best seller». ¿Qué opina

Tienen mucha suerte esos autores. Son ricos. Hay escritores muy fáciles, muy populares, que escriben literatura para que los lea el mayor número de personas posible. Y hay autores que se enmarcan dentro de lo que podríamos llamar literatura con mayúsculas que también tienen un éxito fantástico. En Francia está, por ejemplo, Houellebecq, que tiene un éxito bastante importante. También en España. Por tanto, no hay que meter a todos los éxitos en el mismo saco.

¿Recibió muchas presiones del mundo editorial para sacar en su programa a este o aquel autor que les pudiera interesar promocionar?

-No, no, en absoluto. Empecé mi carrera en «Le Figaro Literaire». Tuve un redactor jefe que era un hombre con mucho carácter y que me enseñó enseguida a no dejarme impresionar por los editores, el qué dirán, la moda, etcétera. Aprendí esa lección, y toda mi vida he tratado de evitar esas presiones, incluso hoy en el Goncourt. Hoy en día, por ejemplo, ningún editor se atrevería a llamarme para recomendarme un libro, porque sabe que me lo tomaría muy mal. Nunca he recibido presiones. Los jefes de prensa, con los que comía en los tiempos de «Apostrophes», me invitaban ellos una vez y luego yo, y me daban información. Era su papel. Me decían: «Tal libro se va a publicar», y ellos opinaban que era una obra maestra. A lo mejor tenían razón o se equivocaban. A mí me tocaba leerlo para saber si tenían razón o se equivocaban. Eso es todo.

¿Nunca ha estado el mercado editorial tan alejado de la buena literatura como ahora?

No más que antes. Es una pregunta interesante. Creo que hay periódicos y radios que hacen un esfuerzo para apoyar libros ambiciosos. Creo que eso se sigue dando. Pero la televisión no lo hace, o demasiado poco. Le voy a dar un ejemplo. Hemos otorgado el premio Goncourt de poesía a Yvon Le Men. Y ha tenido una muy buena acogida por parte de la prensa. Le han invitado a la radio, donde ha recitado poesía. Es fantástico que a un autor desconocido para el público en general, un poeta, le hayan invitado a grandes programas de radio y haya podido recitar sus poemas. Creo que es un momento privilegiado.

«Me habría gustado entrevistar a Cervantes, Voltaire, Balzac, Proust... Por desgracia, llegué demasiado tarde»

Habla del Goncourt que, efectivamente, es un premio que en Francia tiene una influencia enorme. Le quería preguntar por el Nobel. ¿Considera que recuperará el prestigio perdido?

El Nobel ha perdido su prestigio, sí, pero lo va a recuperar. Atraviesa un momento difícil. El Goncourt también ha atravesado momentos difíciles. El próximo mes de octubre van a otorgar dos premios Nobel, y creo que van a hacer dos buenas elecciones.

Si se lo dieran a un autor francés, ¿a quién le gustaría que le cayera en gracia?

No sé. ¿Sabe que Francia es el país que más premios Nobel de Literatura ha ganado? En mi opinión, después de Le Clézio vamos a tener que esperar un poco para que nos toque de nuevo. Pero, puestos a imaginar y a juzgar por el fervor público, no solo en Francia sino en el extranjero, sería Houellebecq. Ahora que si nos fijamos en el valor literario, yo apostaría por Carrère.

-¿Qué lee más: narrativa, ensayo o poesía?

Novela. Siempre se anuncia la muerte de la novela. Siempre hay gente que dice que la novela ha terminado, pero en absoluto. La novela tiene todo el futuro por delante.

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