ARTE

Arnau Puig, desde el coraje existencial

Hace unas semanas fallecía Arnau Puig, colaborador durante años de ABC Cultural. Este filósofo, que tanto amó el arte, deja un impresionante testimonio del coraje de la cultura

Puig, en el contexto de la muestra que el Palau de la Virreina dedicó a Dau al Set en 2012 EFE / Toni Garriga

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En las «variaciones de su nombre», fue capaz de entender su destino y el coraje cívico que nunca le faltó: Arnaldo (en homenaje al patricio del siglo XII que quiso restaurar la república de los senadores en Roma); Arnald (como firma catalanizada en los textos que publicó en Algol y Dau al Set ) y, definitivamente, Arnau (por sugerencia de Joan Oliver , resonando la memoria del médico-filósofo valenciano Arnau de Vilanova ). Nombre este último que, como descubrió en un diccionario etimológico de la lengua castellana de Pedro Felipe Molau , procedería del irlandés «arn» (águila), derivado de «ern» (fuerza).

Fortaleza y vuelo vigilante adquieren carácter emblemático en Arnau Puig (1926-2020), que, en las páginas finales de su libro Dau al Set. Una filosofía de la existencia , escribe: «Águila y fuerza. Por la primera me hallo siempre alejado de lo más inmediato , aunque nada se me escapa. Por la segunda he de sentirme combatiente , al que siempre le quedarán arrestos, empuje para seguir».

Nombres propios

Confesó que las dos ciudades que le formaron fueron París, donde preparó su tesis desde mediados de los años cincuenta, y Roma. Sobrellevó penurias , alimentándose de la riqueza cultural parisina, asistiendo a la Sorbona, desplegando su investigación bajo la dirección de Georges Gurtvich. Pudo escuchar a Bachelard y a Raymond Aron , admirar el compromiso de Sartre . Se acercó a Joan Miró ; trató de hacerlo, sin éxito, a Picasso , y participó en el primer congreso (clandestino) del PSUC. A Roma quiso llegar más tarde para paladear el lugar ajustado del «síndrome de Stendhal». Pasaría algunos años al frente de la Academia de España .

Si tuvo algo de cosmopolita, fascinado también por Nueva York, no renegó jamás de sus (electivas) raíces que estaban tanto en Ruidellots de la Selva, el paraíso para su familia, cuanto en la Grecia soñada que encontró materializada en un viaje a Delfos.

Puig transmitió siempre una profunda pasión, tanto en sus clases de estética en Arquitectura cuanto es sus críticas de arte escribiendo en ABC Cultural

Hizo «camino al andar». Si comenzó interesándose por el neopositivismo y la Escuela de Viena, pronto descubrió que en esa escolástica no estaba la filosofía existencial que buscaba. Comentó, en torno a Hegel, que la condición filosófica es la de estar «maravillado». Puig transmitió siempre una profunda pasión, tanto en sus clases de estética en Arquitectura cuanto es sus críticas de arte, escribiendo durante algún tiempo en ABC Cultural .

Si en 1948 publicó un texto crucial en la revista Dau al Set sobre el hombre y la Historia, inspirado en el perspectivismo orteguiano, hasta el final de su vida siguió gozando, a la manera nietzscheana, de su destino , acudiendo a exposiciones, conversando con la mayor generosidad, transmitiendo una inmensa bondad. Tenía clarísimo que la Historia que sabemos es una perspectiva, un juicio de valor emitido . Aprendió de Ortega que «el hombre no tenía esencia, sino Historia». Puig concluía su meditación existencial afirmando que la Historia, si se da, es la de los luchadores. Este filósofo que tanto amó el arte deja un impresionante testimonio del coraje de la cultura.

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