LIBROS

«El Ángel Rojo» que salvó a miles de personas durante la Guerra Civil

Joaquín Leguina y Rubén Burén recrean la trayectoria de Melchor Rodríguez en el libro «Os salvaré la vida»

Melchor Rodríguez, sentado, en el centro de la imagen

JUAN ÁNGEL JURISTO

Lejanos están ya los tiempos en que Joaquín Leguina comenzó interesándose por figuras como el doctor Destouches, que ha pasado a la Historia de la literatura como Louis Ferdinand Céline, pero lo cierto es que en su obra posterior quedó de aquellas excursiones primeras un gusto extremo por la Historia y por personajes relevantes, respondiendo todo a un orden eminentemente moral. Pasó con Destouches y sucede con Os salvaré la vida -Premio Alfonso X el Sabio de Novela Histórica-, narración que cuenta la vida de Melchor Rodríguez, denominado «El Ángel Rojo» , y que ha escrito en colaboración con Rubén Burén , bisnieto de Melchor Rodríguez, que ha querido rendir homenaje con este libro biográfico sobre su familiar a todos aquellos que defienden sus ideas hasta el final pero sin matar por ellas, en pleno acuerdo con el antiguo ideario anarquista lleno de ideas humanistas.

Acciones imprevistas

Entendemos lo de Rubén Burén y la atracción de Leguina por figuras así: es hombre fascinado por los límites morales puestos a prueba en momentos tremendos , cuando la terrible condición humana se ve redimida por acciones imprevistas. Esta actitud conlleva bucear en situaciones complejas, lejos del maniqueísmo de las ideologías. De ahí que no termine de gustarle la obra histórica de Almudena Grandes, que considera está construida sobre personajes en blanco y negro.

Su entierro fue insólito. Acudió una multitud de anarquistas y falangistas, entremezclados

La vida de Melchor Rodríguez García es apasionante y el libro, aunque pleno de los datos biográficos al uso -se podría haber escrito un ensayo-, gana como novela porque refleja, con certero uso de los recursos emotivos, etapas espeluznantes de nuestra reciente historia. Así, la novela pasa de puntillas por aquellos primeros pasos por la Sevilla de la infancia de Melchor Rodríguez, el barrio de Triana y el puerto, sus avatares como torero y su primera estancia en Madrid, donde fue chapista. Estamos al comienzo de los años veinte y Melchor Rodríguez se afilia a la UGT , sindicato mayoritario en la capital de España.

Credo libertario

Pronto, sin embargo, le atrae el credo libertario e ingresa en la Agrupación Anarquista de la Región Centro, donde se le nombra presidente del Sindicato de Carroceros, y en la CNT. Pero desde un punto de vista narrativo todo esto ejerce de telón para lo que viene después, el drama, los sucesos del Palacio de Viana, la acogida de la comunista Juana, su negativa a apoyar el golpe de Estado de Casado y, ya en la posguerra, la intervención de Muñoz Grandes para salvarle la vida. Estalla la Guerra Civil y Melchor Rodríguez es elegido delegado especial de prisiones de Madrid . El cargo es providencial, pues intenta detener las sacas de presos que eran fusilados en Paracuellos instigadas por Santiago Carrillo y José Cazorla. No lo consiguió y dimitió hasta que, protegido por García Oliver y apoyado por el Cuerpo Diplomático, horrorizado por las sacas, alcanza el puesto de director general de Prisiones y es, entonces, cuando amparado por una ley emitida por él donde se prohibía la salida de presos desde las siete de la tarde a las siete de la mañana, logra, finalmente, que se detengan las sacas, así como los linchamientos indiscriminados.

Con un crucifijo

Ni que decir tiene que esto no gustó a la Junta de Defensa, por donde andaba Santiago Carrillo , y Melchor Rodríguez estuvo más de una vez en peligro de perder la vida, como cuando asistió al entierro de su amigo Serafín Álvarez Quintero en 1938 y consiguió que se le enterrara con un crucifijo.

Además de torero, Melchor Rodríguez fue también letrista de cuplés y pasodobles con el maestro Padilla y colaboró como publicista en el diario Ya , cuando lo llevaba su amigo Martín Artajo. Joaquín Leguina gusta de las complejidades: estaba cantado que novelara a este personaje, a cuyo insólito entierro acudió una multitud de anarquistas y falangistas, entremezclados.

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