LIBROS

Andrés Ibáñez: «La creación es perturbadora y dolorosa»

El autor de «Brilla, mar del Edén» nos regala en su nueva novela una historia de tintes fantásticos, con ecos de Lovecraft, que encierra una multiplicidad de significados

Andrés Ibáñez (Madrid, 1961) Ignacio Gil
Carmen R. Santos

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Andrés Ibáñez (Madrid, 1961) combina la literatura con la docencia y la crítica literaria y musical. Su primera novela fue La música del mundo (1995), a la que siguieron, entre otras, El mundo en la Era de Varick (1999), Brilla, mar del Edén (2014), y La duquesa ciervo (2017). Su exigente obra ha sido muy bien valorada por la crítica. Entre otros galardones, ha obtenido el Premio Ojo Crítico de Radio Nacional y el de la Crítica . Ahora acaba de publicar Nunca preguntes su nombre a un pájaro (Galaxia Gutenberg), una lograda narración que va más allá del envoltorio de literatura fantástica. Su protagonista es un escritor en crisis creativa que vive, aislado en un caserón en las montañas del norte de Nueva York, una inquietante experiencia.

¿Cómo se gestó la novela?

Tenía un comienzo de un relato de unas cincuenta páginas, y pensé convertirlo en una novela para presentarme a algún premio. Es esta sensación de desesperación de decir: «tengo que ganar algo de dinero de algún modo». Sólo tenía un mes, de modo que me puse a trabajar furiosamente y en tres semanas estaba terminada. Luego la presenté a varios premios, pero no ganó ninguno, como era de esperar.

¿Desde el principio tuvo claro que le daría el envoltorio de literatura fantástica?

¿Qué es la literatura fantástica? Yo no lo sé. Nunca me planteo eso. Nunca pienso en eso. La literatura es poesía, no es otra cosa. A mí me interesa la poesía, solo la poesía. Me interesa la poesía en la literatura y también en la vida. Todo lo que intento es vivir una vida a través de la poesía.

¿Principales referentes en su novela: Robert W. Chambers, las casas malditas, Lovecraft...?

Sí, había algo de eso... Lovecraft siempre me ha gustado, a pesar de las críticas que siempre recibe por su estilo. A mí me parece genial

La casa está llena de grietas como el propio Horst. Es una muy sugerente metáfora...

Las casas siempre son como los que las habitan. La casa de Horst es como Horst; está pudriéndose, en decadencia, y parece que es imposible cerrarla a las fuerzas externas, por mucho que él lo intente. Esa casa de Horst era lo único que tenía en un principio: un hombre que está solo en una gran casa en mitad de la montaña. Me gusta mucho esa casa. Es, en realidad, una casa de los Catskills que conozco muy bien y donde he sido muy feliz. La casa real no estaba en absoluto en decadencia, era la casa de mi maestro de yoga, Dharma Mittra, donde hacíamos retiros de fines de semana o de verano.

¿Cómo definiría a Horst?

Es un escritor fracasado. Como todo escritor, está obsesionado con el reconocimiento y con la gloria. Pero siendo un escritor fracasado y sin éxito, esta obsesión se convierte en algo malsano y destructivo.

«En Horst, el protagonista de la novela, la obsesión por el reconocimiento se convierte en algo malsano y destructivo»

¿Y a Eva?

Eva me gusta mucho. Me la imagino perfectamente, veo perfectamente su rostro, su cuerpo, su forma de andar, aunque no está basada en nadie que yo haya conocido. ¿De dónde salen estas personas de la imaginación?

Por sus páginas asoma Jung. ¿Jung frente a Freud?

No cabe duda de que Jung es infinitamente más rico e interesante que Freud. En el caso de este libro, se habla de Jung sobre todo por esas experiencias que tuvo él cuando estaba aislado en su torre de Bollingen. Solo en su caserón, comenzaba a escuchar voces dentro de su cabeza.

«Nabokov es mi escritor favorito, aunque intento no releerlo, porque me hace daño. Hay autores cuya relectura me lastima»

También hay referencias a Nabokov, ¿es uno de sus escritores predilectos?

Siempre ha sido mi escritor favorito, aunque intento no releerlo, porque me hace daño. Hay autores cuya relectura me lastima, con Joyce me pasa lo mismo. Es demasiado grande, demasiado hermoso. En España no se pueden intentar empresas así. Están condenadas al fracaso más absoluto. Este es un país de cosas modestas y pequeñas, lo grande se aborrece.

¿Un cierto trasfondo del mito de Caín y Abel en Horst y su hermano?

Bueno, Horst envidia a su hermano Clive, pero no de forma malsana, y no pretende hacerle ningún daño. Los dos son muy diferentes: Horst es solitario, maniático, desequilibrado, y su hermano es una de esas personas que ayudan a todo el mundo y que siempre están rodeados de amigos. En cierto modo Horst soy yo y su hermano Clive es quien yo desearía ser. 

«La vida de cualquier persona es una sucesión de humillaciones. Toda la vida social, la cultura, es una forma de evitar la humillación y de administrarla»

En la casa que alquila Horst hay una inmensa biblioteca. ¿El universo es una biblioteca con ecos borgeanos?

Sí, esa biblioteca es la mente de Horst, su memoria. Las bibliotecas son fascinantes. Fascinan hasta a los que no les gustan los libros.

Creo que su novela encierra una muy lograda reflexión sobre la creación. Me evoca el «Doktor Faustus», de Thomas Mann. De alguna manera ¿la creación es un pacto con el diablo?

No sabría cómo contestar. No lo sé. No sé qué es la creación. Lo que sé es que es algo profundamente perturbador y doloroso, algo que agota y que destruye. Estoy hablando de forma literal, no pretendo hacerme el interesante. La creación literaria, que es la que mejor conozco, hace cosas tremendas en la imaginación, exige pagos inmensos y desconocidos. No sabemos qué sucede dentro de nosotros cuando nos embarcamos en una empresa así. Hay que tener mucha entereza, mucho valor, mucha resistencia para entrar en ese proceso. Los libros más ambiciosos que yo he escrito, El mundo en la era de Varick y Brilla, mar del Edén , me han dejado casi al límite de mis fuerzas, físicas y psíquicas. Después de esos libros yo he muerto.

¿O, al menos, está ligada a una parte oscura? «Escribir es matar», leemos en su novela.

«Escribir es matar» es algo que suena bien, ¿no? Muchos han hablado de eso: Maurice Blanchot, que era un autor que yo adoraba cuando era estudiante, Oscar Wilde... Escribir es matar porque no es posible poner en la página una cosa viva. Creo que hay dos tipos de escritores, los más ingenuos, que quieren recrear la vida en su páginas, y los que saben, ya desde el principio, que tal cosa es imposible. Desgraciadamente, yo creo que pertenezco a la primera categoría.

«La vida de un escritor es una sucesión de humillaciones», leemos también... ¿Lo ha sufrido usted en sus propias carnes?

La vida de cualquier persona es una sucesión de humillaciones. ¿O no lo es? Toda la vida social, toda la cultura, es una forma de evitar la humillación y de administrarla. Conocemos las humillaciones ya desde la más temprana infancia. Todo lo que hacemos en la vida lo hacemos para intentar no ser humillados. Sólo hay una máxima ética: no hagas daño a los demás, o lo que es lo mismo, no humilles a nadie. Pero no humillar a otro es difícil, basta una mirada, incluso un pensamiento, para que otro se sienta humillado. En el caso de las profesiones artísticas esto se convierte en el centro de la vida, porque un artista se pone a sí mismo frente al público, ya sea bailarín, actor, cantante, pintor, escritor. Es su nombre, su imagen, sus deseos, sus sueños, hasta su vida lo que se expone allí ante todos. Estoy intentando ir bajando, escalón, por escalón, en el tema de la humillación. Si vamos a la vida de un escritor, ¿qué duda cabe que es una sucesión de humillaciones? Tantas que enumerarlas podría parecer de mal gusto. Yo ya he salido de todo eso. Ya no me considero un escritor. Todo eso terminó para mí con el fracaso de Brilla, mar del Edén . Era el séptimo u octavo de mis fracasos, de modo que nadie puede decir que no haya sabido resistir. Pero ese fracaso fue definitivo. He publicado después tres o cuatro libros que también han sido fracasos. Supongo que Nunca preguntes su nombre a un pájaro lo será también. Uno no puede pretender fracasar tanto y seguir siendo escritor. Yo no lo soy, no tengo una verdadera vida de escritor, pero eso, al menos, me libra también de soportar muchas humillaciones. Los escritores, los verdaderos escritores, tienen lectores, son reconocidos como tales, son invitados a encuentros y festivales, viajan, se relacionan con otros escritores. Yo no tengo una vida así. A nadie le interesa lo que escribo. Durante muchos años eso me ha frustrado y me ha hecho sufrir mucho. Digamos que yo soñé con ser escritor cuando era un niño, cuando era un adolescente, cuando era joven, y que ese sueño no se ha realizado. Creo que he llegado a aceptar esta situación. Tengo otras cosas en mi vida, y además sigo escribiendo, que es lo único que deseo hacer.

Usted es muy polifacético: toca el piano, novela, poesía, teatro... ¿Cuál fue su primera vocación creativa y cómo nació?

Creo que lo primero fue la música y que lo primero fue la narración. Las dos surgieron juntas. Nació en la infancia, leyendo, oyendo música. Nuestra vida siempre empieza con el arte: nos cantan canciones, nos leen cuentos, nos muestran imágenes de colores... Lo natural sería que todo el mundo siguiera por ese camino.

«La pandemia nos ha mostrado lo débiles que somos, lo poderosa que es la naturaleza, la importancia de una sociedad solidaria y de una sanidad pública y universal»

¿Cuál es la chispa que le incita a escribir una nueva obra. ¿Una imagen, una idea...?

Son imágenes sobre todo, que intrigan profundamente, imágenes que producen una sensación de aventura, como una posibilidad de jugar a un juego increíblemente divertido y completamente inesperado. Y a uno le gusta pensar en esas imágenes, que son las imágenes de una historia, y pensar en lo asombroso que sería atreverse a intentar contar una historia así. Siempre parece algo imposible al principio, algo tan difícil que por eso mismo uno desea intentarlo.

¿Qué tal ha llevado el confinamiento?

Bien. A mí me gusta mucho mi casa y en mi familia todos nos sentimos a gusto juntos. El único problema era no poder pasear, pero hacíamos yoga todos los días para mantener el cuerpo activo. Por lo demás, uno comienza a acostumbrarse a ese ritmo tan plácido de no salir de casa, de no tener compromisos, de ser libre de las obligaciones absurdas. Los burócratas se quedaron sin poder durante el confinamiento.

¿Qué le parece el mantra de que saldremos mejores de la pandemia?

La pandemia ha tenido el efecto de mostrarnos qué somos y qué es el mundo con la claridad de unos rayos X. En este mundo de confusión total en que vivimos desde el fin de la era posmoderna, la pandemia ha servido, al menos, para traer una gran claridad. Nos ha mostrado lo débiles que somos, lo poderosa que es la naturaleza, la importancia de una sociedad solidaria y de una sanidad pública y universal, y muchas otras cosas. El problema es si aprenderemos de esto. Todo depende de nosotros, de cada uno de nosotros. Somos libres. Podemos cambiar las cosas. Podemos hacer lo que queramos. Podemos no votar a Trump. Podemos cambiar la forma de obtener energía eléctrica. Podemos cambiar nuestros hábitos. Podemos vivir de forma más sana. Lo que no soporto es esa idea de que «es demasiado tarde».

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