LIBROS

Agota Kristof: los diálogos más duros sobre la ocupación soviética

La escritora húngara murió en Suiza. Su vida y su obra (teatral en su mayoría) son el reflejo del desarraigo

Agota Kristof tuvo que exiliarse hasta de su propia lengua. Escribió en francés

Eva Cosculluela

Agota Kristof (Csikvánd, Hungría, 1935-Neuchatel, Suiza, 2011) siempre se sintió fuera de sitio. Desubicada. Deseando volver a cruzar una frontera que había traspasado muy pronto, con veintiún años, con su marido -militante antisoviético-, un bebé y dos bolsas: una con ropa para la niña, otra con diccionarios. A punto de fracasar la Revolución húngara, escapaban de su país, y aunque intentaban quedarse en Austria para volver cuanto antes, el destino los llevó hasta Suiza. Nunca regresaría.

En un país nuevo , con una lengua nueva, todo se tambaleó: en su maravillosa memoir La analfabeta (Alpha Decay, 2015), cuenta cómo tuvo que a aprender a leer y a escribir de nuevo en francés; de repente, era una iletrada. Se vio obligada a renunciar al húngaro y a construirse en una lengua distinta. Tuvo que exiliarse también de su forma de expresarse. Aunque nunca dejó de considerarla una lengua enemiga, escribió en francés casi toda su obra.

Austeridad

Insegura en su nueva lengua pero con una incontenible pulsión por ser escritora, Kristof empezó escribiendo teatro. Para ella era muy cómodo: diálogos directos y nada de descripciones ni de florituras del lenguaje que requirieran un vocabulario más sofisticado. Era el lugar perfecto para su prosa desnuda. Sus obras son el germen de lo que escribiría después, y, tal como cuenta Pilar G. Meyaui en el jugoso prólogo que las pone en contexto, en ellas descubrimos muchas claves que volveremos a encontrar después e n sus textos más importantes, como Claus y Lucas o Ayer . Muchas se emitieron en las radios suizas y algunas llegaron a escenificarse en cafés y en pequeños teatros de Neuchatel. Las obsesiones que marcarían su obra - la identidad, la frontera, la soledad - están concentradas en su teatro.

La editorial Sitara ha publicado dos volúmenes con ocho de estas obras traducidas por José Ovejero . Escritas entre 1972 y 1982, abordan temas rabiosamente modernos: l a violencia machista y el maltrato -como en el sobrecogedor «La llave del ascensor»-, la prostitución. .. Pero, sobre todo, a lo largo de estos dos volúmenes palpita una feroz crítica a los totalitarismos que expone de forma descarnada, particularmente en el durísimo «La expiación», el alegórico «El monstruo» o el surrealista «Pasa una rata». En otros, como «John y Joe», habla de la pobreza y de la solidaridad entre quienes no tienen nada recubriendo la historia de un fino velo de humor. El distópico «La epidemia» parece escrito hoy.

Directa al hueso

En Kristof resuenan ecos de Bertold Brecht y de Thomas Bernh ard, pero también de Marguerite Duras o de Samuel Beckett, sin que su voz se diluya en la de ellos: su prosa es muy reconocible, áspera y despojada. Va directa al hueso. Cuando respondía a los periodistas que la entrevistaban, Kristof decía que buscaba la sécheresse, la forma más sencilla de escribir cada frase. Esa sequedad, esa austeridad, es la principal seña de identidad de esta interesantísima autora y está ya presente volúmenes fundacionales. Su teatro es la esencia de su obra y se interna de forma soberbia en los rincones más oscuros de la condición humana .

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