«Checoslovaquia», fotografía de Koudelka de 1968
«Checoslovaquia», fotografía de Koudelka de 1968 - © Josef Koudelka / Magnum Photos
arte

Josef Koudelka: la lucidez del exiliado en la Fundación Mapfre

Artistas que se convirtieron en refugiados, como Grete Stern, y otros que, además, los fotografiaron, como Josef Koudelka. Ambos coinciden en Madrid con sendas exposiciones. Nos centramos en la cita del segundo

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El siglo, con tanta tendencia a producir lo atroz, ha obligado a algunos a poner a toda prisa el reloj en hora. La generación a la que pertenece Josef Koudelka soportó el largo periodo de miserias tras la II Guerra Mundial, sufrió la represión comunista tras el Telón de Acero y, finalmente, tuvo que afrontar la amarga experiencia del exilio. La magnífica exposición que ha organizado la Fundación Mapfre, en colaboración con el Art Institut de Chicago y el J. Paul Getty Museum, permite revisar a uno de los más honestos «testigos» del complejo final del siglo XX. Si sus primeras fotos estuvieron dedicadas al teatro y a un experimentalismo en el que los sujetos parecen sombras entregadas a raras coreografías, o a intentar evitar la caída en una estructura geométrica compleja, el más reciente de sus proyectos le ha llevado a viajar a Cisjordania, el desierto de Negev o los Altos del Golán para plasmar el muro de la discordia.

El giro inesperado

Más de veinticinco años después de la caída del Muro de Berlín, cuando parecía que la Historia daría un giro «aburrido» hacia un capitalismo homogeneizador (una suerte de paz perpetua inverosímil y «rentable» ideológicamente), lo que tenemos es un mundo en el que lo catastrófico es generado por los hombres que han convertido la destrucción en espectáculo.

Koudelka comienza a fotografiar a principios de los sesenta a gitanos con los que convive durante largas temporadas. Convertido en un compañero de vagabundeo por tierras de Eslovaquía, Bohemia o Moravia, retrata a una comunidad completamente invisibilizada, mostrando sus fiestas y ritos, desde los momentos de alegría hasta la cruda imagen de la mujer en el ataúd. La muerte y la música, la tristeza y el sonido del violín acompañan este hermoso ciclo. Un gitano esposado en un descampado o un perro tumbado en un sillón podrían marcar el arco de esta sociedad heterotópica que el fotógrafo expuso en el vestíbulo de un hotel de Praga en 1967. Un año después, Koudelka se topó con los tanques rusos invadiendo Praga y tuvo el coraje de plasmar esas «escenas de represión» históricas. El camino del exilio era ya inevitable.

Czeslaw Milosz señaló, en el prólogo de Exilios de Koudelka, que «el exilio destruye, pero, si no lo logra, te hace más fuerte». Aunque en 1975 fue «canonizado» con la exposición que le montó el MoMA, seguía siendo un tipo que prefería dormir en el suelo en medio del campo antes que estar montado en un avión rumbo a la sociedad del glamour artístico.

La falsa siesta

En España, Koudelka fotografía sus botas desgastadas, apoyado en el tronco de un pino, dando la impresión de estar a punto de entregarse al inmenso placer de la siesta. Si en nuestro país pone de nuevo el reloj en hora con un paisaje solitario, en Sicilia se acerca al espacio de la locura, en Irlanda retrata un extraño corredor en el que unos ancianos perfectamente vestidos orinan ocultando sus rostros. Y en Checoslovaquia, un adolescente disfrazado de ángel monta en bicicleta con un semblante tristísimo. El andamio griego con telas raídas tiene algo de alegoría de nuestro tiempo caótico. Precisamente Caos es el título de una serie de enormes fotografías panorámicas que presentan el mar en el Canal de la Mancha, una hermosa arqueología de la ruina. Una escultura monumental de Lenin hace su último viaje en una barcaza en el delta del Danubio, en un paisaje romántico pero marcado por el drama de un siglo cruel en el que la esperanza obligó a huir lejos, tratando de encontrar la lucidez en el exilio.

Ver los comentarios