La escritora Cristina Fernández Cubas
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Cristina Fernández Cubas, maestra del cuento

Cada libro de Cristina Fernández Cubas es mejor que el anterior, aunque su universo sea el mismo: el de las amenazas, los escalofríos, las fantasías. A él regresa con «La habitación de Nona»

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Desde que en 2006 apareció su anterior título, Parientes pobres del diablo, Cristina Fernández Cubas no había publicado libro de relatos, género en el que ha demostrado ser maestra indiscutible, y que había originado la posterior recopilación Todos los cuentos (2008).

La habitación de Nona es una obra que le ha salido redonda, puesto que lo llamativo es que ninguno de los seis relatos que incluye está por debajo de la calidad a la que nos tiene acostumbrados. Hay que decir que cada lector elegirá el cuento que mejor le parece, si acaso tuviera que hacerlo, y que no todos coincidiríamos necesariamente. Pero esa característica es también un valor. Cada narración puede ser la preferida para muchos. Adelanto la mía: «Interno con figura».

Lo que pasa en los museos

Se trata de un texto en el que una escritora, en unas horas que pasa por Madrid, visita una exposición de pintura y se encuentra ante una situación frecuente en los museos: sentados ante un cuadro –en este caso, el de Cecioni que da título al relato y que la edición del libro ha elegido con acierto para portada–, un grupo de niños recibe la lección de una profesora joven. La tutora hace preguntas y los niños comentan aquello que les sugiere. De pronto una alumna hace una interpretación desasosegante respecto a lo que cree que le está pasando a la figura del cuadro, que ella interpreta como una niña. No revelaré cuál es esa interpretación; sí que esconde una amenaza sentida por ella, que parcialmente podría verse confirmada por un incidente que ocurre nada más salir de la fundación donde se ha expuesto el cuadro. Tras descartar la posibilidad de denunciarlo a la policía, la escritora decide hacer lo que puede: contarlo. Ese es el cuento que leemos.

Fernández Cubas se confirma entre los grandes cultivadores del cuento español actual

Están los ingredientes básicos de Fernández Cubas, discípula por excelencia entre nosotros de Poe y fiel plasmadora de la categoría descrita por Freud en Das Unheimliche (1919) sobre la condición de lo ominoso, aquello que resulta amenazador e invade nuestra cotidianidad. Lo fantástico contemporáneo se expresa eficazmente cuando lo irracional vivido en los sueños, los miedos o las fantasías pueden cruzar el umbral de un mundo posible para instalarse en el nuestro. Lo hace Fernández Cubas en varios de estos relatos.

El que da título al conjunto, «La habitación de Nona», basa su eficacia en el uso de la voz narrativa y en lo bien que desarrolla las posibilidades que encierra el mecanismo conocido como «amigo imaginario». Algo hay escondido en esa voz y en esa imaginación que no puedo revelar. Porque otro ingrediente fundamental de los cuentos de Fernández Cubas es que son piezas narrativas. Contienen lo que es fundamental en el género y que muchos de sus cultivadores parecen olvidar hoy: albergan una historia completa.

Siempre hay un misterio

En los relatos de Fernández Cubas hay siempre un misterio. Por eso reseñarlos no es fácil; se corre el riesgo de romper la gracia que tienen, que es haber sabido dosificar una intriga, como le ocurre a las buenas historias. Pero no son novelas en ciernes. No. Son piezas que necesitan la densidad a la que obliga su brevedad. En otro momento –quizá el cuento más personal de los que le he leído nunca– se sirve de Albert Einstein para invitarnos a viajar, en una mezcla de pasado y futuro, con la imaginación de un encuentro post mórtem. Lo vive así quien sufre el duelo por el marido desaparecido. Se trata de «Una vida nueva»; en el fondo, una hermosa historia de amor, desarrollada en el límite de una pérdida del dominio racional.

Otro rasgo muy interesante del estilo de Fernández Cubas es que su mezcla de amenaza y extrañeza implica reconocer que muchos de los afamados cuentos infantiles que hemos conocido merced a los hermanos Grimm o Andersen (Cenicienta, Hansel y Gretel, Blancanieves) narran viajes a realidades misteriosas que pueden esconderse en anécdotas triviales.

Seis relatos redondos: ninguno está por debajo de la calidad acostumbrada

No parecía que el relato «Hablar con viejas» fuera a ofrecer a su protagonista, una mujer en paro a quien van a desahuciar, los peligros vividos por los niños de aquellos cuentos populares. Pero ocurre. Incluso otro texto, «El final de Barbro», actualiza el arquetipo del mal en la figura de una madrastra, solo que ahora se parte de situaciones cotidianas de un segundo matrimonio en el que las herencias dejan sentir su peso.

Un último rasgo que celebrar: el homenaje implícito que en todos los relatos se hace a la fuerza y a la necesidad de la literatura. Uno de los cuentos, el que cierra el volumen, «Días entre los Wasi-Wano», hace explícita la lección del poder de la fantasía en la figura de una adolescente que recibe del hermano de su madre la lección del valor de la rebeldía y la manera de crear vías alternativas a las rígidas constricciones de la sociedad. Cristiana Fernández Cubas se confirma entre los grandes cultivadores del cuento español contemporáneo.

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