Detalle de «Otras cumbres», una de las obras de Pablo Genovés expuestas en la Sala Canal de Isabel II de Madrid
Detalle de «Otras cumbres», una de las obras de Pablo Genovés expuestas en la Sala Canal de Isabel II de Madrid - abc
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El apocalipsis, según Pablo Genovés

La civilización es convertida en escombros en la obra última de Pablo Genovés, ahora en la Sala Canal de Isabel II. Ante el empuje monumental de los elementos el hombre queda reducido, anulado, disuelto en el cosmos

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El final de la indescriptible novela de Alfred Kubin La otra parte (1909), está dedicado a la minuciosa descripción del desmoronamiento de la ciudad de Perla, la cual, inexplicablemente, se ve atravesada de súbito por fuerzas naturales y sobrenaturales que deshacen sus cimientos. Escena tras escena, el mal y el caos se imponen a la civilización a través de su violenta decadencia. Cada uno de los símbolos que el poder y la cultura han organizado en forma de edificación son rápidamente corroídos, aplastados: el Gran Templo se hunde en el lago; el pantano devora la Estación; el Archivo arde con todos sus tesoros, lo mismo que el Correo y el Banco, el Molino o el Gran Café; la Plaza Mayor se asemeja a una cloaca gigantesca…

En estas fotos no se asoma ni un alma: hay «ausencia humana del hombre»

Las tres series fotográficas («Precipitados», «Cronología del ruído» y «Antropoceno») representadas en esta exposición de Pablo Genovés (1959), donde a través de casi cuarenta obras se repasa lo más significativo de su trabajo en los últimos cinco años, por momentos parecen describir escenas de ese mismo angustioso proceso de devastación. En su caso, la causa moral que desencadena la sucesión de catástrofes ya no es tanto el terror existencialista propio del expresionismo y del simbolismo que cristalizaron en el cambio de siglo XIX, como la nueva conciencia ecológica de nuestra época, desde donde se contrasta la acción humana ante las fuerzas de la Naturaleza.

De cualquier modo, el substrato de una categoría eminentemente romántica como la de lo sublime subyace en ambos casos: el hombre se encuentra disminuido ante el empuje monumental, desbordante y sobredimensionado de los elementos, cuya escala y potencia lo reducen, lo anulan, lo disuelven en el cosmos.

Que así sea

Hasta tal punto es así que en estas fotos no se asoma ni un alma: por los palacios, bibliotecas, teatros, catedrales o museos que Genovés inunda o arrolla, levanta o demuele, no hay sino aquella «ausencia humana del hombre» de la que hablaba De Chirico en su arte metafísico. Como en las tomas de Candida Höfer, u algún otro de la Escuela de Dusseldorf, el centro visual y temático de la fotografía son los grandes monumentos que la civilización ha sido capaz de levantar a mayor gloria del poder humano o del divino, del dominio terrenal o del espiritual, pero de donde queda expulsado en todo caso el hombre de carne y hueso.

La conciencia colectiva de nuestro presente se torna trauma, pura distopía

El proceso de Genovés es tan sencillo como eficaz: consiste en acoplar digitalmente y con sumo detalle alguna vieja imagen fotográfica de suntuosas construcciones del XVII y XVIII europeos, tomadas casi siempre durante el primer tercio del siglo pasado, con otras donde predominan los movimientos tectónicos de grandes masas de hielo, tierra y agua, o humaredas de explosiones, incendios, nubes... Del encuentro entre ambas surge una extrañeza que lleva a presenciar escenas terribles pero fascinantes, a las que nos hemos acostumbrado viciosamente, desde los collages de Max Ernst al cine de catástrofes: el apocalíptico cataclismo que borra toda presencia humana de la tierra.

Tal fue el final del Reino de los Sueños de Kubin. Desde su literatura alucinatoria, antesala de las obsesiones de su compatriota Kafka, nos ofrece una panorámica desoladora donde la conciencia colectiva de nuestro presente se torna trauma, pura distopía; no exenta, eso sí, de cierto poder moralizante que vislumbra la salvación al final del camino depurativo. Que así sea.

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