Detalle del montaje de «¡Extraordinarias!», a cargo de Ignasi Bonjoch
Detalle del montaje de «¡Extraordinarias!», a cargo de Ignasi Bonjoch - abc
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Barcelona diseña su pasado y su futuro

Las cuatro grandes colecciones en torno al diseño que la Ciudad Condal tenía diseminadas por la ciudad se unifican en un nuevo espacio. El pasado y el futuro de la disciplina renuevan su sede en el Museo de Diseño de Barcelona

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Ha sido un camino largo, de casi veinticinco años, que comienza a gestarse en torno al 92, cuando los juegos olímpicos dinamizan y «ponen guapa» a Barcelona y anclan las bases de lo que será su imagen internacional. Veinticinco años que ahora cristalizan en un edificio (en la también remozada plaza de las Glorias) y una nueva institución: el Museo del Diseño. La ciudad se pone al día y salda una deuda consigo misma. Porque no se podía ser una de las capitales europeas de la disciplina y no contar con un centro neurálgico volcado con el pasado y el futuro de la técnica.

«Si hubiéramos partido de cero, todo habría sido más fácil –cuenta Pilar Vélez, la hasta ahora directora del Museo de Artes Decorativas de la ciudad, que pasa a dirigir el nuevo centro–.

Habría bastado con inaugurar un edificio y comenzar a “coleccionar”». Pero no ha sido el caso. El recién llegado Museo del Diseño es la suma de cuatro instituciones ya existentes (el mencionado Museo de Artes Decorativas, que descansaba en Pedralbes, el de la Cerámica, el Textil y de Indumentaria y el Gabinete de Artes Gráficas), con la aportación de muchos fondos locales privados. Demasiadas voces que coordinar e intereses que apaciguar para dejarlo todo en orden.

El nuevo museo cuenta con 6.000 m2 destinados a exhibición

De hecho, el nuevo espacio ha ido completando un complejo programa por fases y, una vez abra sus puertas, aún quedarán flecos por recortar. El inmueble –hasta ahora conocido como Edificio Diseño Hub Barcelona, porque desde el pasado año ya albergaba a instituciones punteras como el Foment de les Arts i del Disseny (FAD)– lleva la firma del equipo de arquitectos MBM y ha funcionado hasta hoy a medio gas. Su auditorio (para unas 320 personas) también lleva meses operativo, como la biblioteca pública que tiene «incrustada», el centro de documentación y los espacios de almacenaje y mantenimiento de las obras que completan las instalaciones. Y no será hasta dentro de un año que no se culminará el traslado de todas las piezas que el museo está llamado a albergar.

«El estilo Barcelona»

Y hablamos de un fondo de más de 70.000 objetos (desde el siglo IV a. C. hasta la actualidad) y que recorren el amplio abanico de lo que antes se entendía por «elementos de artes decorativas y aplicadas» y que ahora se acuña como «objetos de autor»: de textiles a cerámicas, esmaltados, ejemplos de diseño industrial, diseño gráfico, mobiliario, joyería... Todos responden a lo que se ha denominado «estilo Barcelona» (porque ni siquiera este es el Museo del Diseño de Cataluña, sino el de la ciudad), en la que la sociedad civil siempre tuvo un peso más que importante que se reflejó en su afán coleccionista y de apoyo a las artes.

La exposición permanente inaugural seduce por su didactismo

Las colecciones que atesora la Ciudad Condal no provienen ni de inversiones estatales o autonómicas, ni de donaciones reales, sino que son fruto de un esfuerzo colectivo (legados como los de Enric Batlló en 1914, Martí Estany en 1936, Picasso y Miró décadas después...) y que se amplían ahora con convenios con múltiples entidades (los premios Laus de diseño gráfico, los Delta de diseño industrial o los 080 de moda), que convierten estos conjuntos en un work in progress aún por completarse, abierto al futuro y la innovación.

El nuevo museo cuenta con 6.000 m2 destinados a exhibición, repartidos en cinco plantas, cada una de las cuales se relaciona con una rama asociada al diseño, cuyos fondos rotarán a largo plazo para poder ir conociéndose en su totalidad con el tiempo.

La planta baja es la sede tanto del centro de documentación –con más de 22.000 entradas– («para nosotros es tan importante el objeto, que es el resultado final de un proceso, como su gestación y desarrollo», explica Vélez), como de las exposiciones temporales. La primera llegará en febrero de 2015.

La aceitera ya no gotea

Un piso más arriba, la exposición permanente inaugural lleva por título Del mundo al museo y se centra en el diseño de producto. La muestra seduce por su didactismo y responde desde las 238 piezas seleccionadas por la directora y las comisarias Teresa Bastardes y Rossend Casanova a la pregunta de qué es lo que hace que un objeto de la vida cotidiana se convierta en patrimonio y pueda ser exhibido. En ocasiones se debe a que se alzaron como referencia (y ahí están la aceitera antigoteo de Rafael Marquina, la minipimer con su tercer brazo de G. Lluelles, la fregona o la silla BLF de Bonet Castellana). Otras, a su carácter innovador, ya sea por el desarrollo de materiales o de novedosas funciones (y aquí la ergonomía cuenta con un apartado especial). Finalmente, pesa mucho el contexto y el lugar en la memoria que la colectividad dota a ciertos productos: el Cobi o la antorcha olímpica de Barcelona 92, el Seat Ibiza, los cubiertos de El Bulli...

Déjense sorprender con cómo el diseño determina nuestras vidas

En la planta superior nos esperan cosas «extraordinarias». Así se titula la exposición de piezas de época y obras de autor que, en un montaje de Ignasi Bonjoch, ofrece en sus vitrinas temáticas «the very best» de las cuatro colecciones que ahora se reencuentran (y que además pueden consultarse on line desde casa): de los tejidos coptos del siglo III a la espléndida colección de cerámica de Alcora; la de vidrio del XVI; las caixes de núvia (ajuares) góticas, los tinells (aparadores) o llits d’Olot (cabeceros) tan propios de la tradición catalana; de los guadamecíes a los abanicos, los encajes, las carrocerías o las donaciones de Picasso y Miró... Un universo para perderse.

Los amantes de la moda tienen sitio en la tercera planta, la más escenográfica. El cuerpo vestido recibe «escultóricamente» con su colección de miriñaques y sus vitrinas repletas de corsés, polisones y pecheras. La muestra confirma con los modelos históricos, de alta cosutura y pret-à-porter que acumula cómo, a lo largo de los siglos, la vestimenta ha ampliado, reducido, alargado y perfilado el cuerpo... Hasta llegar al destape. Por último, en la azotea, el protagonista es el diseño gráfico. La selección de obras, acotadas entre 1940 y 1980, ilustran el paso del oficio a la profesión en la gráfica. Y lo bueno es que esta no se restringe a la cartelería, sino que demuestra el empuje que en Cataluña tuvo siempre esta rama del diseño en la industria farmacéutica y la editorial. La sala reserva aún otra sorpresa: un sofisticado mecanismo permite que sus expositores se eleven sobre nuestras cabezas dejándola diáfana, por si necesitara más espacio el auditorio, con el que comparte planta. Maravillas de la técnica...

Vengan con tiempo. Hay mucho que aprender aquí. O vuelvan tantas veces precisen. Hasta el 31 de enero, la entrada será gratuita. Y déjense sorprender sobre cómo el diseño determina nuestras vidas, y nos la hace más agradable. Barcelona se merecía un espacio así.

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