Gadea y Cañas en una fotografía del archivo personal del segundo
Gadea y Cañas en una fotografía del archivo personal del segundo - d. cañas
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Patricia Gadea (y III): «Me interesa que el cuadro sea como un emblema de la mujer»

Tercera y última parte de la entrevista inédita que el poeta Dionisio Cañas realizó a la artista Patricia Gadea tres años antes de morir, y a la que el Museo Reina Sofía dedica ahora una retrospectiva. La pintora analiza su obra última

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Siempre has usado imágenes prestadas, tanto en la época de Madrid de finales de los 70 y los 80, como durante los años de Nueva York, que fue cuando yo te conocí, 1986. Durante aquellas décadas parecía que lo que te importaba más era situarte como una artista cosmopolita,contemporánea, ¿qué es lo que ha cambiado en tu obra desde que dejaste Madrid y te viniste a vivir en Palencia?

Me he vuelto mucho más contemplativa. En mis imágenes ahora veo colores que están muy presentes en mis cuadros. En los cuadros de aquí [Palencia] me influyen mucho las tonalidades, el sitio donde estás, traducir los colores de la naturaleza con acrílico. Antes me interesaban cosas más generales, como si mi ojo estuviera fuera del Universo y viera todo como que daba lo mismo estar en Nueva York o en España; entonces buscaba algo sumamente internacional.

Antes pensaba en el arte de una forma más general. Cogía la paleta de mezclar imágenes de una forma tópica. Eran lenguajes más utilizados, más universales. Ahora creo que son mucho más personales: vienen de papelitos que van cayendo en mis manos y que al recortarlos, al seleccionarlos, a base de fotocopias, de dibujos, de dejarlos inacabados, al desenfocarlos y jugar con su repetición se vuelven como emblemas míos, emblemas que para mí significan cosas en este momento. Antes utilizaba imágenes puras y duras, referencias que podían ser símbolos pero que solamente con un gesto las cambiaba; ahora utilizo mucho más las imágenes que tomo aquí. Las manipulo en intensidad, a nivel de lo inacabado, de jugar con que giran en el espacio del cuadro. No tienen una presencia teatral plana, sino que se pueden ver en diferentes tamaños, en diferentes intensidades de tonos y color, al derecho y al revés del cuadro.

«Lo de la mujer no lo hago aposta, en absoluto. No busco esas referencias»

La novedad que yo constato es que muchas de las imágenes se repiten en el mismo cuadro. También parece que tu obra se está haciendo más transparente.

Todo surge de que ahora me interesan mucho más los iconos. Con muchos menos datos pienso más en el peso de estos, pienso en que la pintura tiene tres dimensiones, no dos como la tecnología; me recreo mucho en la parte artesanal que tiene la pintura. No hablo de un arte artesanal renacentista, hablo de la pintura artesanal hecha con con la rapidez que te permite el acrílico. Pero me interesa mucho que el cuadro, partiendo de algo muy sencillo, a base de repetir las imágenes, sea como un emblema de la mujer, que esté en el recuerdo, en el sueño, en el sueño sobre todo.

¿Has cambiado tu forma de pintar, el proceso de pensar y plasmar un concepto en tus cuadros?

Cuando buscas un método para los cuadros, buscas una forma de que haya un equilibro entre la parte abstracta de la obra y lo concreto. Para mí, los sueños son algo que cada vez veo con más claridad. Yo sueño los cuadros y sueño el proceso de los cuadros. Más que los cuadros en sí, la ilusión, el proceso, el ambiente que quiero darle, los colores que quiero usar.

¿Pero esos sueños suceden sólo cuando duermes o es que voluntariamente sueñas despierta los procesos que vas a seguir para crear un cuadro?

Para mí hay ciertos colores, formas, el peso del cuadro, el peso de las imágenes que salen de cómo tu ojo está educado a lo largo del día. Y cuando se cierra, se recrea todo eso. Yo verdaderamente siempre estoy tratando de alcanzar ese desafío.

«Se exige a la mujer que transforme lo que tiene al alrededor sin buscar lo insólito, como los hombres»

Desde que te conozco te he visto siempre recogiendo papeles con imágenes que luego has reciclado en tus cuadros. Lo que percibo en tu última obra es que la presencia de esos préstamos suelen estar relacionados con imágenes de mujeres. ¿Forma parte esto de un proyecto específicamente feminista?

A mí los papelitos que caen en mis manos siempre me han gustado mucho. Dibujos que han hecho otras personas, que son anónimos, pero que los estás viendo y usando continuamente. Es algo que puedo utilizar, mezclar. Son referencias a la mujer en muchos casos. Lo de la mujer no lo hago aposta, en absoluto. No busco esas referencias pensando, «voy a hacer una obra sobre la mujer». Sé que al serme familiares a mí, forman parte del universo femenino. Lo que hago es volcarme en ellos sabiendo que con los años que llevo pintando tengo mucha soltura. Para mí es muy fácil pintar, y sé que puedo atreverme a utilizar imágenes muy cursis, que con la pintura se van a enriquecer. Entonces es otro desafío más; es algo que, de alguna forma, ha sido siempre un cliché dentro del mal gusto total: cómo eso, bien pintado, va a abrir brecha en los corazones. Reflexionar sobre la educación, en la educación que hemos tenido, en las imágenes que han conformado el universo de nuestra infancia y que, a la vez, han sido los estereotipos entre los que nos hemos movido.

¿Pero son todas estas imágenes préstamos que encuentras en tu entorno actual o también usas imágenes de otros tiempos?

Ahora estoy utilizando imágenes de un cuadro que pinté en 1996 de la serie que se llamaba «Embrujada», una especie de Campanilla, medio princesa, que tiene una varita mágica. Es un compendio de cómo hacer magia de una forma deliciosamente cursi. Parece, de alguna forma, lo que se exige a la mujer: que transforme lo que tiene a su alrededor sin buscar lo insólito, como los hombres.

«Yo sueño los cuadros y sueño el proceso de los cuadros»

Parece que estás pintando de otra manera, que tratas a veces los mismos temas pero de una forma diferente.

La obra va madurando mucho. Con el tiempo vas madurando las pinceladas. La madurez la veo en ser más directa a la hora de conseguir los efectos que quiero producir con la pintura. Ya no es buscar, sino que es poner en práctica tu experiencia; aunque también es buscar, porque siempre quieres hacer que el último cuadro vaya un paso más lejos. Siempre buscar, pero tantas veces has pintado que tienes mucha más facilidad para expresarte partiendo de la experiencia. Ya no es lo mismo que cuando era más joven.

Me gustaría todavía hacer muchos más, incluso un proceso más depurado, pero sobre todo lo que hago ahora son, sí, muchos bocetos y pensar mucho en el lenguaje que estoy utilizando. O sea, no sé cómo, al final te quedas con muy pocas imágenes y te preguntas el por qué del significado de esas imágenes y el contraste que van a representar para el espectador. Entonces trabajas en eso intentando conseguir que los bocetos ya vayan en dirección a lo que va a ser luego el cuadro.

Además de esas imágenes que vienen de tu infancia y juventud, de los productos para mujeres que te encuentras en tu vida diaria, desde hace un tiempo estás utilizando imágenes de los carteles de circos, especialmente los rostros de payasos.

Últimamente me interesa el plano del cuadro en el que estoy trabajando, el repetir las imágenes en diferentes tamaños, tonos, acabados, incluso insinuando giros de la imagen como si se descompusiera; que se mezclen con la pintura del fondo, en la cual se establece una dependencia de la línea y el dibujo y el color del fondo. Y a la vez, para mí, me interesa mezclar imágenes absolutamente frívolas, o el retrato de diferentes caras del payaso, como si tuvieran una evolución dentro del cuadro. Para mí representa como si tuvieran vida propia, como si se contara en el cuadro el cómo una imagen repetida varias veces significa que esa misma imagen tiene una evolución. Algo que es tan plano como la servilleta de un bar, o una imagen cogida de la publicidad, a base de repetirla y mezclarse con la pintura, parece que coge vida propia.

«Me recreo en la parte artesanal que tiene la pintura hecha con la rapidez del acrílico»

Son hallazgos de interferencias del la pincelada con la línea. De repente, en mitad del rostro de un payaso, pasa una pincelada azul; es como si le diera una luz azul, entonces el payaso se transforma en algo así como si en ese momento el payaso está viviendo una situación azul. Sucede lo mismo con una salpicadura fortuita, pues le hace como si tuviera una lágrima de pintura. Entonces se van superponiendo, mezclándose con la pintura.

No me interesa para nada representar la naturaleza en los cuadros. Lo que me gusta es el desafío de trabajar con imágenes tomadas de la publicidad. Lo que intento es que algo tan mercantilista como las imágenes publicitarias, estas imágenes robadas, se conviertan en pintura.

Las imágenes de la publicidad que usas en tus obras dirigen al espectador automáticamente a la idea de que el ser humano se ha convertido en un sujeto-consumidor. Sin embargo, no es la publicidad de objetos de lujo lo que te parece interesar.

El utilizar imágenes publicitarias, pero no de la alta cultura, sino incluso de la más baja, me permite tratar procesos de la pintura absolutamente no naturales, que, como te he dicho, es lo que yo quiero.

¿Buscas lo no natural para alejarte del realismo?

No, busco lo no natural porque los colores de la naturaleza te dan un análisis, un reposo; ves los miles de colores que existen, los miles de tonos y las apreciaciones del ojo, y cómo se puede ser más o menos borroso en el cuadro. Pero no me interesa representarla de una forma realista, sino como una energía, una referencia para pintar. En la pintura existe la pulsión de la pincelada, existe la fuerza de un pincel más grande, más pequeño, entonces el representar lo que ves no tiene casi interés comparado con hablar de y desde la pintura en sí misma.

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