Mentiras creíbles, verdades increíbles

De la revolución al golpe de Estado

El golpe de Estado bolchevique acabó con la Revolución rusa. La aniquiló. La desplazó de la escena de la Historia

Cuadro de Nikolai Kochergin sobre el asalto al Palacio de Invierno ABC

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Mentira creíble : la Revolución de 1917.

Verdad increíble : lo que fue, el Golpe de Estado de octubre 1917.

Así el «coup d’Ètat» bolchevique acabó con la Revolución rusa . La aniquiló. La desplazó de la escena de la Historia. Lo cuenta, magistralmente el excelente ensayo, exhaustivo, documentado hasta el delirio, de Orlando Figes , La Revolución rusa (1891-1924). La tragedia de un pueblo (1996). En octubre se llevará a cabo una obra maestra, «el arte de la insurrección». El poder de las calles pasará a manos del poder del Partido. «La calle generó a sus propios dirigentes: estudiantes, trabajadores y oficiales provisionales —escribe Figes— como Linde o Kirpichnikov, cuyos nombres, en gran parte, no han entrado en los libros de Historia». Se perdieron en el tráfago infernal de la revuelta y quedaron en el limbo del olvido.

Sabemos que murió más gente en los disturbios de febrero que en el Golpe de octubre . Porque un hecho fue una revolución en marcha y otra el Golpe. La gracia, o desgracia, más bien, es que la una (Revolución) quedó en lo que fue el otro (Golpe de Estado). Para Gorky no hay revolución: «Demasiadas personas están atribuyendo un carácter revolucionario a lo que, de hecho, no es más que una falta de disciplina y organización por parte de las masas (...) Hay mucho más aquí de naturaleza absurda que de heroica. El saqueo ha comenzado. ¿Qué ocurrirá? No lo sé... Se va a derramar mucha sangre, mucha más de la que se ha derramado nunca».

Era el momento propicio para reconducir. Y la reconducción sólo tenía una dirección: el Golpe de Estado . Entre socialistas, populares, eseristas, bund, mencheviques, interbarrios y bolcheviques se juega el destino de millones de personas que permanecen ajenas. Los trabajadores y soldados han perdido su presencia política, la denominada «vanguardia» toma las riendas. «Los individuos no merecen nuestra atención» arenga Trotsky a los «camaradas» del Kronstadt. De acuerdo a Figes: «Durante los últimos días antes del 25 de octubre Lenin subrayó que un golpe de tipo militar tendría éxito, incluso si sólo un número muy pequeño de combatientes disciplinados se unían a él, a causa de que las fuerzas de Kérensky eran muy débiles». Es la teoría, de libro, del Golpe de Estado: saltar en el momento de mayor desconcierto del Estado y del resto de los grupos. Golpear los primeros es la premisa, lo llaman la culminación del proceso revolucionario. Pero fue el final del proceso revolucionario. Lo que vendría sería el totalitarismo, sí, a través del arte de la insurrección.

Muy pocos son los testimonios fotográficos de los días de octubre. Sin embargo, como después ocurriría en París, en mayo de 1968, o en Moscú en 1991 con Yeltsin subido a un carro de combate, si nos creemos a todos los que dijeron que estuvieron en el asalto al Palacio de Invierno en Petrogrado, la cifra alcanza números de ciencia-ficción. Mentira creíble, verdad increíble. Trotsky lo describió con precisión: «Una serie de pequeñas operaciones, calculadas y preparadas con antelación». Nada de masas, o pueblo hambriento. Profesionales de la cosa, al mando. Los informes de la policía ese día del asalto al Palacio de los zares , cuentan que la tranquilidad en la ciudad había sido la habitual: «Todo está tranquilo en las calles», escribe el jefe de policía del tercer distrito de Spasky y en el barrio bolchevique de Vyborg, lo mismo: «Los guardias rojos —recupera Figes— ayudaron a la policía en el mantenimiento del orden, y no hubo sucesos nocturnos de los que informar, a parte del arresto de dos borrachos y dos soldados que armaban jaleo, acusados de disparar y matar a un hombre (también, al parecer, borracho.)» Y concluye el propio Figes: « Así comenzó la Gran Revolución Socialista de octubre en el bastión bolchevique del distrito de Vyborg». Pero si la leyenda supera a la realidad se escribe la leyenda. Y así quedó. La gran revolución.

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