El Pacífico hispánico

El Galeón de Manila

En sus bodegas embarcaban productos de tres continentes, lo que supuso un cambio drástico en la economía planetaria

El Galeón de Manila ABC

Borja Cardelús

Tan pronto como Andrés de Urdaneta descubrió la ruta del tornaviaje, España puso en marcha el Galeón de Manila entre América y Filipinas, por la derrota marcada por las cartas de marear del monje agustiniano, que España guardó celosamente. Era una ruta regular, que partía de Acapulco cargada de artículos, navegaba hasta Manila, donde intercambiaba los productos por otros asiáticos, y regresaba a México, invirtiendo en el viaje de ida y vuelta el plazo de un año.

Significó el inicio de la globalización comercial del planeta , limitado hasta entonces el comercio al ámbito local, con la excepción del intercambio entre Oriente y Europa de algunos artículos como la seda o las especias. Pero en las bodegas de los galeones de Manila embarcaban productos de tres continentes, y eso supuso un cambio drástico en la economía planetaria.

El Galeón fue llamado también Nao de Acapulco y Nao de la China , y gozó de un éxito y fama extraordinarios. El viaje desde Acapulco era una apacible singladura de dos meses de duración, con el suave empuje de los vientos alisios, con escala en las islas Marianas para proveerse de agua.

Otra cosa era el tornaviaje . Salir del dédalo de islas del archipiélago filipino requería un mes y un pilotaje muy experto. Luego se remontaba hasta la latitud de la corriente de Kuroshivo, hallazgo de Urdaneta, y se proseguía hasta descender a la altura de la Alta California , donde aparecían los «signos»: bandos de delfines y de aves, o las «balsas», largos tallos enjambrados de hierbas que anticipan tierra. Avistada ésta a la altura del cabo Mendocino se navegaba costeando, se doblaba el cabo San Lucas y se descendía por el Mar de Cortés hasta Acapulco, empleando en total seis meses.

Ricos en un solo viaje

El Galeón era un negocio fabuloso , del que muchos participaban, porque los beneficios oscilaban entre el 100 y el 300 por 100 del capital invertido. Lograr un espacio de carga en el Galeón, por pequeño que fuera, significaba multiplicar el capital. Los marineros tenían derecho a un baúl, que «expandían» cuanto podían, y los capitanes y pilotos se hacían ricos en un solo viaje, por lo que la conquista de los espacios de la bodega se convirtió en todo un negocio especulativo que la Corona española trató de atajar, no siempre con éxito.

De México partían productos traídos de Europa, y también cacao, prendas de vestir, vino, aceite y lingotes de plata de las minas mexicanas. Cuando arribaba el Galeón, Acapulco se convertía en una abigarrada feria de comerciantes y gentes que venían a colocar sus productos.

Al otro lado del Pacífico ocurría lo propio. Próxima la venida del Galeón, comerciantes filipinos, chinos y de todo el Oriente acudían a Manila provistos de su exótico muestrario : sedas, suaves tejidos, orfebrería, especias de las Molucas, porcelana fina, bálsamos, esencias y perfumes, muebles con remates de marfiles y malaquitas, vajillas y tibores… Buena parte de lo cual, tras llegar a América se reexportaba a Europa, que demandaba con fruición los productos orientales. En pago de sus mercancías, los proveedores orientales solo aceptaban una moneda, la española real de a ocho , la más acreditada del mundo entonces, tanto que cuando se independizaron los Estados Unidos se fijó la paridad del dólar en el real de a ocho español.

Peligros por doquier

El Galeón de Manila marcó una época y una épica , por lo mucho que supuso para el empuje de la economía planetaria, y también por los riesgos inherentes a la propia singladura. Un barco que navegaba solo, atestado de riquezas, a pesar de ir armado era una tentación demasiado grande, y los peligros acechaban por doquier: piratas a la llegada y salida del Galeón; tormentas, naufragios, enfermedades a bordo, incluso el tan temido escorbuto. Todo lo cual hizo que no siempre los galeones llegaran a puerto, perdiéndose varios por el camino. Algunos naufragaron, en general por causa de la sobrecarga, ya que era tanta el ansia de los cargadores, que sacrificaban espacios vitales del barco para alojar sus mercancías. Hubo un caso extremo , cuando un Galeón tuvo que ser remolcado desde la costa californiana, porque todos sus ocupantes estaban muertos y navegaba a la deriva.

Y otros cuatro fueron apresados por los piratas , el botín más pingüe posible para ellos. La más famosa captura fue la del inglés Cavendish , que de modo casual se topó con el Galeón Santa Ana a la salida del cabo San Lucas. Demoró varios días trasladar los tesoros orientales al barco inglés, y Cavendish puso rumbo a Inglaterra, adentrándose en el Támesis con velas de damasco azul y jarcias de seda.

Se estima que se perdieron en total treinta galeones , bien poco para los 250 años que duró la travesía del Galeón de Manila, la ruta española que enlazó los continentes, haciendo por primera vez de las tribus y naciones de antaño un universo.

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