EL AUTOR Y SU PERSONAJE

Don Francés de Zúñiga, un bufón muy lenguaraz

Fue bufón en la Corte del Emperador Carlos V y gozó de las simpatías de la Emperatriz Isabel de Portugal

Luis García Jambrina

La vida y la muerte de don Francés de Zúñiga , bufón del Emperador Carlos V, están llenas de lagunas y misterios. Francesillo, como también se le conoce, es un personaje muy singular, complejo y contradictorio. El 2 de febrero de 1532 es acuchillado en una calle de Béjar por unos desconocidos . Según se deduce de algún documento, moriría tres días más tarde, a causa de las graves heridas recibidas, después de hacer testamento. El crimen, por desgracia, quedó sin resolver. Es muy poco, por otra parte, lo que sabemos con certeza acerca de su existencia, ya que muchas de las cosas que sobre él han circulado no son más que rumores y leyendas, lo que, en todo caso, nos habla de la gran popularidad que llegó a alcanzar en su tiempo. A don Francés se le atribuyen numerosas anécdotas y chascarrillos y la autoría de algunos refranes , como aquel que dice que Segovia tiene ocho meses de invierno y cuatro de infierno; o el que pregona que Medina del Campo es una villa sin suelo ni cielo; sin lo primero, porque en el invierno está cubierto con media vara de lodo; y sin lo segundo, porque no se puede ver a causa de las continuas nieblas.

Esta fama se fue perdiendo luego con el paso de los siglos, a pesar de que nunca le faltaron valedores, como es el caso de Francisco Umbral, que lo consideraba el santo patrón maldito de los periodistas españoles , especialmente de los cronistas políticos y sociales, por los incisivos retratos que hizo de la corte y de sus principales figuras. Era tal la fascinación que Umbral sentía por él que bautizó con el nombre de Francesillo a varios protagonistas de sus novelas. Décadas antes, Valle-Inclán lo mencionaba entre los posibles antecedentes del esperpento por su manera de describir y caracterizar.

Nacido y criado en la villa bejarana, hoy sabemos que no es cierto que fuera hijo de un sastre ni de origen converso, como él llegó a insinuar más de una vez, sino descendiente de Íñigo de Zúñiga, maestresala del primer duque de Béjar y uno de los doce caballeros regidores que por esos años gobernaban Plasencia. Desde muy temprana edad, entró al servicio del segundo duque de Béjar, don Álvaro de Zúñiga, Grande de España y caballero de la insigne Orden del Toisón de Oro y, en 1522, empezó a ejercer como truhán, albardán u hombre de placer, que así era como entonces se les llamaba a los que desempeñaban su particular oficio en la corte. De su paso por ella dejó constancia en diversas cartas y en una célebre « Crónica burlesca del Emperador Carlos V », donde no deja títere con cabeza, ya que era muy hábil en el arte de zaherir y motejar, y donde demuestra ser una persona atrevida y un gran amante de las letras.

Gracias a su extraordinario ingenio y mordacidad y a su lengua afilada y viperina , logró amasar una considerable fortuna y obtuvo el privilegio para poder fundar un mayorazgo en favor de su hijo. Pero ello le granjeó también la inquina y enemistad de muchos de los nobles y poderosos que fueron objeto de sus burlas e improperios y que nada podían hacer contra él, pues gozaba del favor y la protección del Emperador y del cariño y el aprecio de la emperatriz, con la que llegó a tener mucha familiaridad. Hasta que, en 1529, Carlos V se hartó de él y lo echó de la corte por haber proferido con demasiada insistencia un comentario mordaz sobre su persona y la manera de tratar a algunos cortesanos. Seguramente, fue la gota que colmó el vaso; para entonces el Emperador se había vuelto muy serio y ya no soportaba ciertas verdades incómodas.

Tras su caída en desgracia, don Francés regresó a Béjar y se puso de nuevo a las órdenes del duque, que no tardaría en fallecer, con lo que el antiguo bufón se quedó totalmente desprotegido y desamparado . Eso explicaría su empeño en ser nombrado alguacil mayor de la villa, cargo con el que seguramente esperaba obtener algún tipo de seguridad. Pero de nada le sirvió, ya que a los pocos meses fue vilmente asesinado por unos desconocidos. Cuando varios vecinos lo llevaron a casa malherido y agonizante, su mujer se asomó a la puerta y comenzó a preguntar llena de inquietud: «¿Qué ruido es ese? ¿Quién anda ahí? ¿Ha pasado algo, por el amor de Dios?» Y don Francés, con mucha ironía, le respondió: « No es nada, señora, sino que han muerto a vuestro marido ». Una muestra más del sentido del humor del ilustre bufón.

Pero ¿quién mató a don Francés? La verdad es que no se sabe. Las pesquisas sobre el caso, si es que se hicieron, no trascendieron. Tampoco hubo ningún detenido ni condenado por este crimen . Se ha especulado mucho, eso sí, sobre la identidad de los homicidas o de los instigadores de su muerte. Dadas las circunstancias del cargo, cabe, en primer lugar, la posibilidad de que muriera en acto de servicio, tratando de impedir la comisión de algún delito o de detener a algún criminal. Asimismo, pudo acabar con él alguna persona cercana, ya que poseía muchos bienes, o quizás algún vecino de la villa o alrededores con el que Francesillo tuviera algún contencioso por una cuestión de lindes o de honor.

La mayor parte de los rumores que circularon por Castilla apuntaban, eso sí, a algún noble o señor de la corte, probablemente un Grande de España. ¿Y por qué no el mismísimo emperador o alguien de su confianza? Al fin y al cabo, don Francés había gozado de su privanza y conocía todos sus secretos y debilidades, y muy bien pudo haber cometido algún desliz después de ser expulsado de la corte. Lo cierto es que, si uno repasa el contenido de sus cartas y de la Crónica, no faltan candidatos, pues son muchos los ofendidos y agraviados por la lengua libre y desatada de don Francés.

Tampoco le faltaron rivales, como el escritor fray Antonio de Guevara , que en ese momento era obispo de Guadix y en el pasado había sido predicador y cronista del Rey y, por lo tanto, el principal competidor de don Francés en la corte, dado que los dos pugnaban por lo mismo: el favor del Emperador y, en última instancia, la gloria y la fama, solo que cada uno lo hacía con sus propias armas. Esto explica que el fraile siempre estuviera clamando por la expulsión de la corte de los bufones , a los que, entre otras cosas, llamaba «pestilentes truhanes» y «lisonjeros maliciosos e interesados», a causa de sus bajezas, procacidades y falta de moralidad. Recordemos, además, que Francesillo ejerce su oficio de loco fingido o discreto en un momento en que Erasmo de Rotterdam acaba de publicar su «Elogio de la locura» y los bufones están en entredicho, debido a la gran influencia que ejercían sobre los reyes.

En cualquier caso, don Francés es un símbolo de todos aquellos que intentan ser libres -ya sean periodistas, escritores o humoristas- y contar la verdad, por muy molesta que sea para los poderosos, sin importarles las consecuencias que ello les pueda acarrear. De ahí su gran actualidad.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación