El gobierno del verbo

Su estilo cabalgaba entre la literatura y la actualidad, era polémico y poco acomplejado, tanto que al poco se constituyó como un líder de opinión

Carlos Herrera

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«¿Tan joven y este tío ya escribe así?» Fue lo primero que pensé al poco de leer a David Gistau por primera vez, hará de eso unos veintitrés o veinticuatro años. Le seguí de cerca. Todo lo cerca que se podía, porque Gistau se movía más que la bandera de Tarifa. Tanto sus relatos como los retratos de individuos de su tiempo y los de usos y costumbres eran, a la par, absolutamente modernos y clásicos a la vez. Su estilo cabalgaba entre la literatura y la actualidad, era polémico y poco acomplejado, tanto que al poco se constituyó como un líder de opinión.

Desde el primer minuto que aterricé en COPE quise que estuviese a mi lado como lo había estado antes. No se lo pensó dos veces. Vino y dejó sentado en el aire de España esa lección de estilo diaria con la que alimentaba a los espíritus hambrientos. Cada una de sus frases, tanto en el periódico como en la radio, estaba gobernada por un verbo. Era poseedor de una prosa brillante como pocas, fruto de ese acercamiento muy personal a la actualidad con licencias literarias. Inventó un género que le permitía ser culto sin ser pedante y le habilitaba para desprender, en cada exhalación, un sentido del humor inteligente y deslumbrante . David era un gran conversador y en la radio uno de sus éxitos fue trasladar la sensación de un diálogo en el bar. Podía mezclar, sin arrobo alguno, la dichosa actualidad con Balzac, AC/DC, el Real Madrid, los combates de Clay y alguna historia porteña. Era imposible que te dejara indiferente: con esa barba en rebeldía, ese aspecto de jugador de rugby, su reciente aspecto hipster, y esa sensación de no haberse acabado de bajar de la moto, conmocionaba a cualquiera.

David Gistau hablaba poco en público de su padre, pero cuando lo hacía no le importaba emocionarse. Su muerte en el 85 supuso un gran golpe en su vida . Lo resumía muy bien en cuatro palabras: «Esto no estaba previsto». Porque, como decía, a partir de ese momento tienes que improvisar un escenario para el que no estamos preparados. Ahora que David se ha marchado a esas otras praderas en las que suponemos que se está muy bien y tienes mucho tiempo para hacer lo que quieras, nos encontramos en esa frase quienes tuvimos la suerte de conocerle hace muchos años, quienes trabajamos con él y quienes nos hemos quedado un poco huérfanos.

David era consciente de que el pasado no volvería. Era consciente del país en el que vivía y de la generación a la que pertenecía, aunque a veces luciera un estilo perdido en los siglos del mejor periodismo español . Estaba vacunado contra las poses, contra todo lo artificial que rodeaba al periodismo. Y si ahora nos está leyendo, estará removiéndose en su asiento. Discúlpanos David, pero, como tú bien sabes, esto no estaba previsto y todos hemos improvisado cuatro letras sobre tu ciclópea figura de cronista de tu tiempo.

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