Ángel Antonio Herrera - Ladrón de fuego

Lorca y Ciria, una ardiente hermandad

A cada rato va Lorca y escribe de nuevo ' Poeta en Nueva York ', porque sale una edición nueva, con una gavilla de estudios más o menos esclarecedores, y el preceptivo cambio de letra, que compone una imprevista escultura del verso de siempre. Lo último es una edición en dos tomos, soberbia como obsequio, que reúne el poemario monumental de Federico, más un estudio caudaloso de Josué de Bonnín , y un ramo de collages del gran José Manuel Ciria , que vienen a leer lo de Federico desde una geometría del grito, desde la locura de la equidad que siempre cuida la obra de nuestro artista plástico, en general, y en este trabajo, en particular. Lo edita Ramón Akal , que yo sospecho ha cumplido así uno de sus altos propósitos de editor minucioso, osado y a contracorrientes.

Josué de Bonnín ha volcado, además, el poemario en un largo poema sinfónico, para piano, con lo que estamos ante una edición donde se reúnen la música, la pintura y la palabra. Resulta hermoso, por estupefaciente, y por estupefaciente resulta sorpresivo, que la música y la pintura ensanchen la propuesta lorquiana , que es en sí misma un secreto estribillo infinito, un mural del relámpago de la metáfora, donde todo se dice más y mejor. Pero así es. Estamos ante el gran cuaderno lírico de Lorca, al que escoltan un melómano sensible, Bonnín, y un creador poderoso, Ciria, que aportan sus respectivos sustos de deslumbramientos, después de leer aquello de «la vida no es noble ni buena ni sagrada».

Soy lector rendido de 'Poeta en Nueva York', un poemario que es una vitamina del idioma, un edén de la felicidad del lenguaje, donde el universo se incluye en un diamante , según quisiera Juan Ramón para la poesía eterna. Lorca tiene escuela guadiana y desigual, en los poetas de ahora mismo, porque lo suyo exige el órdago abismado de la imaginación, y porque se estila preferiblemente una lírica enamoradiza, fácil y de pantalón de pana, aunque se expanda en internet. Me interesaba qué había hecho José Manuel Ciria con los poemas incalculables de Lorca, y ha resuelto una obra paralela y de ardiente hermano, donde vive el aullido de la belleza y el terremoto de la soledad, y la noche del corazón sitiado. Donde la modernidad tiene siglos.

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