Álvaro Durántez: «El español y portugués son la clave de un nuevo actor global panibérico»

El polítologo ha sido pionero en el valor geopolítico de una articulación que reúna los espacios de habla hispana y lusófona del mundo

Frigdiano Álvaro Durántez Prado Maya Balanyá
Jesús García Calero

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Este doctor en Políticas, Frigdiano Álvaro Durántez Prados , cuyo nombre recientemente saltó a la prensa por el trabajo que desarrolla en el equipo de asesores que elabora los discursos de Don Felipe, es un investigador experimentado que lleva años elaborando un concepto novedoso en el ámbito de las relaciones internacionales : el espacio panibérico. La realidad, según comenta en su libro sobre el tema - «Iberofonía y Paniberismo. Definición y articulación del Mundo Ibérico» - , ha puesto ante nuestros ojos ese nuevo actor global, desde que asociaciones de la sociedad civil e instituciones que ya estaban organizadas en el entorno iberoamericano buscaron su evolución natural en el espacio al que ha dado carta de naturaleza.

¿Quiénes forman el llamado espacio panibérico o de la iberofonía?

Es un espacio multinacional de países y pueblos de lenguas española y portuguesa de todos los continentes, sin excepciones geográficas. Comprende países iberoamericanos y de la Península Ibérica junto a los iberoafricanos (Angola, Mozambique, Cabo Verde, Guinea Ecuatorial…), y a naciones de Asia, como Filipinas y Timor Oriental, o pueblos de raíz o vinculación ibérica como el sefardí y los hispanos de los Estados Unidos.

¿Cuál es su utilidad?

Aportará visibilidad e influencia en el mundo al conjunto de los países iberófonos y favorecerá la concertación política y diplomática entre ellos, así como la cooperación entre Estados y sociedades de diferentes regiones del planeta unidos por estrechos vínculos culturales. Y es un verdadero factor de equilibrio que garantiza la diversidad en el contexto de una globalización muy marcada por el idioma inglés y por parámetros de claro sesgo anglosajón.

¿Puede concretar sus bases?

Se caracteriza por una tradicional vocación de universalidad y de paz que, en beneficio de todos, podría proyectar en este mundo crecientemente globalizado. Es también un modelo de riqueza y diversidad culturales internas en cuya gestión tiene una enorme experiencia.

¿Por qué no es tan visible como otros espacios, como la francofonía?

El espacio iberoamericano y, por extensión, el panibérico, se asienta en una profunda identidad de civilización. La Organización Internacional de la Francofonía, a la que usted alude, es un foro formal interesante, sin duda, pero vincula a países que entre ellos no comparten lazos culturales e identitarios sustantivos (como Canadá o Camerún), o que son poco o nada francófonos (Rumanía, Bulgaria o Egipto…).

Usted afirma que el espacio ya se está articulando solo. ¿En qué niveles?

La Iberofonía se articula desde hace decenios a nivel americano-europeo en la comunidad iberoamericana de naciones, pero casi imperceptiblemente ha comenzado a cambiar de nivel, tanto en el ámbito civil como en el oficial. En 2014 se adhirieron como observadores a la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) -la «UNESCO iberoamericana»-, los países lusófonos, africanos y asiáticos, y en bloque. También desde 2016 se han asociado a la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP), en calidad de observadores, países hispanohablantes e iberófonos como Uruguay, Argentina, Chile y Andorra. Y Guinea Ecuatorial, único Estado hispanohablante de África, es precisamente el único país no lusófono que es miembro pleno de la CPLP. Otros organismos como el Internacional de Juventud para Iberoamérica y su contraparte de la Lusofonía han instado a avanzar en la articulación del espacio de la iberofonía. Similar desarrollo tienen la Organización Iberoamericana de Seguridad Social (OISS) y organizaciones del ámbito jurídico iberoamericanas, como la de arbitraje, apuntan hacia el mismo objetivo.

¿Qué papel tiene la sociedad civil en esta articulación?

Muy importante. De hecho, es desde la sociedad civil desde donde primeramente se ha fomentado esta proyección panibérica en distintos terrenos: académico, olímpico, fundacional, premial….

¿Qué función desempeñan los idiomas español y portugués?

Aquí está la clave principal del nuevo actor global. El fundamento esencial del Espacio de la Iberofonía lo representa la afinidad sustancial entre las dos principales lenguas ibéricas, el español y el portugués, únicos dos grandes idiomas internacionales que son, al mismo tiempo y en líneas generales, recíprocamente comprensibles. Esta realidad singular y única hace que, en términos geopolíticos, geolingüísticos y geoculturales, se pueda hablar de un gran espacio multinacional de países de lenguas ibéricas que abarca todos los continentes y que está compuesto por una treintena de países y más de 800 millones de personas. Se trata de la décima parte del planeta en términos demográficos y del primer bloque lingüístico del mundo al sumar los más de 570 millones de hispanohablantes y los 230 millones de lusófonos.

¿Debemos avanzar hacia algún tipo de bilingüismo hispano-lusófono?

Debemos ser realistas y huir de posiciones maximalistas e innecesarias, porque nuestros idiomas se entienden en líneas generales y los recursos no son ilimitados. Bilingüismo hispano-lusófono, no; reforzamiento de la intercompresión recíproca, sí. Y no sólo en el ámbito iberoamericano. Esto se conseguiría con la respectiva enseñanza temporal de ambos idiomas durante la etapa escolar. Sería suficiente. Con una posible excepción: Brasil, donde el bilingüismo tendría otro sentido, porque está situado entre países hispánicos y es cercano a los lusófonos de África, y porque aspira tradicionalmente a mayores posiciones de peso y liderazgo internacional. El español le ayudaría mucho a conseguirlo. Es de desear que el nuevo Gobierno avance en la mejor dirección. En zonas de la frontera idiomática (Paraguay, Uruguay, Argentina), el conocimiento de ambas lenguas lo promueve la OEI, porque es una medida que favorece las relaciones de vecindad

¿Cuál es su experiencia en la articulación del espacio panibérico?

Desde muy pronto estuve interesado en la historia, la geopolítica y la cooperación entre los países iberohablantes, y siempre percibí que la articulación de este espacio multinacional, que llamé al principio panibérico, era algo obvio que merecía pensamiento, exploración y esfuerzo. En 1995 creé una pequeña asociación con estos fines y enseguida viajé a Mozambique para tratar de difundir esta propuesta que, con el tiempo, se convertiría en una tendencia más visible. Y en el ámbito académico desarrollé ampliamente esta línea de investigación.

¿Qué apoyos le faltan a esta iniciativa para consolidarse?

Hasta ahora, ha progresado por la fuerza y la lógica de las afinidades. No ha habido grandes diseños geopolíticos oficiales sobre ello. Por eso, ya es hora de que las instituciones y las Cancillerías afronten con altura de miras este desafío ineludible.

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