Mucho más que un premio, David

Gistau fue siempre alérgico a los homenajes, ponía el foco pero se apartaba de ellos. Nos dejó su inmenso legado y ahora, con este galardón, un reto: preservar y honrar el mejor periodismo

Agustín Pery

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Sospecho que nos pasa a todos. A mí, desde luego. Hoy mismo. Otra vez. Es un tormento llorar al amigo y añorar al maestro. La misma pregunta arañando el alma nunca restañada. ¿Qué hubiera escrito Gistau? Tenía material para cincelar una de esas columnas suyas con sorna, enjundia y tiro certero. Dos cabeceras rivales hermanadas, honrando su legado, custodias al unísono de lo que con él fue el oficio y jamás debe dejar de serlo. Y uno imaginándolo en una esquina, con los ojos curiosos , inyectados en tinta, auscultando el sarao como el médico al paciente. Sí, ahí siempre, donde bulle grande o pequeña la noticia.

Dicen los que saben que el duelo es cosa de aprender a domesticar los sentimientos, que al dolor lo arrumben los buenos recuerdos, los textos celebrados, las risas, los tragos, el libro que te aconsejó, las batallitas de juntaletras. Ya, eso dicen los que saben. Pero también, ya no sé si de verdad saben, que durante un tiempo, ¿cuánto?, no es bueno refugiarse en el placebo de la memoria . Ya, eso dicen. Lo que no saben es que los deudos de David somos muchos más de los que tuvimos la fortuna de conocerlo. Son quienes gozaron, auténtica legión, leyendo sus crónicas y columnas en los rotativos desde los que dictó su nunca buscado magisterio. A David lo ves en las calles de ese Madrid desierto y mudo por la pandemia; arrimado al cuadrilátero donde se fajan Tyson y Roy Jone s; acodado en el burladero del Congreso, atento a tantos duelistas de graznido sin tino; deambulando entre banderas y cacerolas, con la mirada alzada hacia los balcones; a pie de UCI sobrepasada; en los estadios, templos yermos, huérfanos de feligreses y, claro, pateando la Argentina descolocada porque ha muerto Maradona . Eso es lo que tiene lidiar con su ausencia, que ya no habrá más «ahora te leo» .

Este premio no debe ser principalmente un homenaje a David, que en vida fue siempre alérgico a las ofrendas . Menudo patinazo si se queda sólo en eso. No nos lo perdonaría. Nada de púlpitos, besamanos ni palmeros. Cortesanos de nadie, súbditos sólo de la palabra tecleada con ingenio y honestidad. Periodistas que llegan, ven y cuentan.

Con Alberto Olmos como merecidísimo premiado, arrancó una tarea hercúlea, cuando el nuestro es un oficio acogotado por la crisis que nos desgarra. Hay que preservar el legado de David , asirse a él como náufragos a un madero cada vez que flaqueemos. Desde hoy y para siempre, este premio honrará el buen periodism o. En nombre de David Gistau. Para seguir su ejemplo. No se me ocurre misión más hermosa ni forma más justa de celebrar a quien fue el mejor de los nuestros .

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