La cueva de los cristales gigantes de Naica, en México
La cueva de los cristales gigantes de Naica, en México - Archivo

La vida «resucitada» de la cueva de Naica, puesta en duda

Científicos españoles que han investigado la gruta de los cristales gigantes, escépticos ante el anuncio de la NASA del hallazgo de organismos latentes de hace 50.000 años

Madrid Actualizado: Guardar
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A pesar de no haber publicado su trabajo en una revista revisada por pares, paso generalmente indispensable para comunicar resultados científicos, Penelope Boston, directora del Instituto de Astrobiología de la NASA, hizo hace unos días un sugestivo anuncio en unas conferencias de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS) celebradas en Boston (EE.UU.). Según la investigadora, su equipo había logrado «traer a la vida» unos microorganismos en estado latente desde hace 50.000 años, atrapados en la famosa cueva de los cristales gigantes de Naica, en México, uno de los prodigios naturales más bellos del mundo.

Al parecer, estos diminutos seres serían especies desconocidas hasta ahora que viven del sulfito, el manganeso y el óxido de cobre, entre otros productos químicos.

Con factores en juego tan irresistibles -NASA, vida «resucitada» y la cueva de los cristales gigantes-, la investigación recibió una buena cantidad de atención mediática. Pero, ¿es esto posible? ¿Han «revivido» realmente los astrobiólogos de la NASA formas de vida tan antiguas?

Purificación López-García es directora de investigación del CNRS (Centre National de la Recherche Scientifique) en Francia y conoce bien la vida en el sistema de las grutas de Naica, en realidad un auténtico infierno con temperaturas que pueden subir a más de 50ºC y una humedad del 100% que hacen imposible pasar más de unos minutos en su interior sin deshidratarse. En 2013, esta profesora de la Universidad París Sur publicó una investigación que describía las criaturas que viven en los acuíferos calientes del lugar, a unos 700 metros de profundidad. Preguntada por los resultados de Boston, se muestra «superescéptica».

El principal motivo es que la astrobióloga «no demuestra lo que dice, no ha hecho ninguna publicación científica sobre su trabajo hasta ahora», explica la científica española. «La NASA nos tiene acostumbrados a grandes anuncios mediáticos, especialmente en el campo de la astrobiología, sin suficientes datos científicos», mantiene. El que causó más revuelo ocurrió en 2010, cuando la agencia espacial estadounidense presentó su bochornosa bacteria del arsénico que, según los autores de la investigación, era capaz de sustituir en sus moléculas de ADN el fósforo (indispensable para la vida) por el arsénico, uno de los más dañinos venenos que existen. El hallazgo, que suponía una nueva forma de «seres vivos», inmediatamente refutado por análisis científicos mas rigurosos. El caso de Naica no es tan sangrante, porque no presenta algo tan revolucionario, pero pone de manifiesto «un problema de ética científica».

López-García no cree imposible recuperar vida de 50.000 años atrapada en el yeso de Naica. «Es cierto que organismos pueden permanecer latentes durante decenas de miles de años en el permafrost o en cristales de sal -más tiempo ya no lo creo-», dice, pero lo que ha visto Boston en Naica «posiblemente es una contaminación procedente del acuífero, una vida distinta a la que hay en otros lugares, que pudo producirse durante el sondeo o la perforación. Pondría mi mano en el fuego». No sería nada extraño, ya que los cristales presentan pequeñas fracturas y es fácil que organismos que están en la superficie se introduzcan dentro o sean introducidos durante la perforación. Los que ella encontró eran microbios modernos adaptados para operar en un ambiente extremadamente limitado de energía que también se nutrían de sustancias químicas en el subsuelo, y genéticamente distintos de especies microbianas conocidas.

La reputación de la NASA

Como explica la investigadora, para poder afirmar que esas criaturas son mucho más antiguas y excepcionales, el resto de la comunidad científica debería tener a su disposición la secuencia del gen que representa al organismo (gen del ARN ribosómico 16S), algo así como el carné de identidad que dice quién es realmente, para poder compararlo con los genes de los microorganismos actuales del acuifero. Sin esa garantía, «este y otros anuncios semejantes quizás se hagan porque, lo digo con tristeza, en el Instituto de Astrobiología no todos sean buenos microbiólogos. Las afirmaciones de ese tipo terminan haciendo daño a la reputación de la NASA y supone 'hacer trampas' a la Ciencia», advierte.

Juan Manuel García Ruiz, geólogo del CSIC y profesor de investigación en la Universidad de Granada, tiene una opinión muy parecida a la de su colega en el CNRS, con quien trabajó en el estudio sobre los microorganismos de Naica. Además, ha ayudado a conocer la formación de la cueva. Por sus investigaciones sabemos, por ejemplo, que los cristales crecieron muy lentamente, en torno al espesor de un cabello humano por siglo, por lo que se estima que pueden tener incluso un millón de años.

«Es que no tenemos nada -dice el investigador del CSIC en referencia al estudio de Boston-, no hay publicación, ni siquiera está terminado el estudio». Como su colega, cree que estamos ante un caso de «contaminación». «Hay un documental que puede verse en internet de cómo trabaja Boston, y si esas son las condiciones de esterilización que emplea, no son las adecuadas», comenta. López-García resume el caso citando una famosa frase de Carl Sagan: «Afirmaciones extraordinarias requieren evidencias extraordinarias». En Ciencia, no hay más fórmula que esta.

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