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Los investigadores presentaron el descubrimiento de 1.000 nuevos tipos de bacterias y ampliaron el árbol de la vida - Zosia Rostomian, Lawrence Berkeley National Laboratory

¿Cuántos seres vivos hay en la Tierra?

Esta pregunta aún no tiene respuesta, pero la semana pasada los científicos lograron demostrar que el árbol de la vida puede ampliarse drásticamente usando una nueva técnica: la metagenómica

MADRID Actualizado: Guardar
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La mayoría de los seres vivos son invisibles, pero están ahí. Si en un mililitro de agua de mar puede haber millones de microorganismos, en un centímetro cúbico de tierra puede haber un complejo universo en el que las bacterias, los hongos y los virus pueden crecer junto a las plantas y a los animales. Y no solo eso. Incluso dentro de los seres vivos más complejos existen auténticas ciudades de microorganismos sin los cuales ni vegetales ni animales podrían vivir. Entre otras cosas, se cree que las bacterias son claves tanto para el desarrollo del sistema inmune y digestivo del ser humano, como para el crecimiento de la mayoría de las plantas.

Teniendo en cuenta a animales pequeños o a criaturas abisales, a raras plantas endémicas o a la plétora de microbios que viven en todas partes, lo cierto es que los científicos aún no han podido ponerle nombre a la mayor parte de la vida.

Algunos estiman que falta por conocer entre el 86 y el 91 por ciento de las especies de seres vivos macroscópicos (visibles, al menos con una lupa). Y que, en el mundo de los microorganismos, apenas conocemos el uno por ciento de la diversidad de los seres vivos.

Sea cual sea la cifra correcta, lo cierto es que aún falta mucho por aprender acerca del funcionamiento de la vida sobre la Tierra, y que es posible que, si se investigara más, se podría descubrir a criaturas que escondieran en su interior la cura para alguna enfermedad o quizás nuevas fórmulas para descontaminar el planeta.

Un nuevo árbol de la vida

La semana pasada se dio un paso más en esta tarea. Investigadores de la Universidad de California, Berkeley, publicaron un artículo en « Nature Microbiology» en el que presentaban 1.000 nuevos posibles tipos de microorganismos (bacterias y arqueas) y un nuevo árbol en el que colocar la diversidad de los seres vivos.

«El árbol de la vida es uno de los principios más importantes para organizar la biología», aclaró Jill Banfield, investigadora especializada en ciencias ambientales. En su opinión, «el nuevo esquema será usado no solo por biólogos que estudien la ecología (el funcionamiento de los ecosistemas) de los microbios, sino también por los bioquímicos que busquen nuevos genes y por investigadores que quieran reconstruir la evolución y la historia de la Tierra».

Pero, ¿qué importancia tiene en realidad este estudio? En opinión de Ricardo Amils, catedrático de microbiología y especialista en formas de vida de ambientes extremos, «lo mas importante de este estudio es que aumenta de forma dramática el árbol de la vida, y que abre la posibilidad de que siga aumentando».

La revolución de la metagenómica

Si hasta años recientes los científicos que querían buscar nuevas especies de bacterias tenían que capturarlas en el medio natural y luego llevarlas al laboratorio para hacerlas crecer, las nuevas técnicas de secuenciación (lectura) de material genético permiten detectar directamente los genes de los seres vivos que están presentes en un lugar. Y es en este contexto donde el estudio de Banfield cobra sentido.

Mientras que con las técnicas tradicionales solo se ha podido conocer el uno por ciento de la diversidad bacteriana, con estudios como este en teoría se podrá acceder a los seres vivos que aún no conocemos.

Por eso el estudio presentado en «Nature Microbiology» marca un antes y un después. «Este estudio aporta una visión de la diversidad de la vida de la Tierra basándose en los genomas. Y subraya la cantidad de diversidad microbiana que hay en linajes (grupos de seres vivos) que hoy en día aún no hemos podido cultivar en el laboratorio», ha dicho Laura Hug, primera autora del estudio y actualmente investigadora de la Universidad de Waterloo (Canadá).

El motivo de que solo se haya vislumbrado el uno por ciento de la diversidad de los microbios, es que los científicos no saben cómo hacer crecer en el laboratorio la mayoría de las bacterias, puesto que estos seres suelen necesitar unas condiciones muy exigentes para crecer, y que en ocasiones envuelven la presencia de otros seres vivos.

¿Cómo son las nuevas bacterias?

Tal como explica Laura Hug, entre los nuevos 1.000 nuevos organismos propuestos hay seres muy diversos que viven en distintos lugares, como en las aguas termales del Parque Nacional de Yellowstone, en lanuras salinas del desierto de Atacama, en Chile, en sedimentos terrestres, en el agua de algunos géiseres e incluso en la boca de ciertos delfines.

Para encontrarlos, tanto Hug como Banfield han formado un equipo con una docena de investigadores que secuenciaron estas especies de microbios. Luego construyeron un árbol en base a unos genes de los ribosomas, fábricas que se encargan de producir proteínas dentro de las células.

Gracias a este trabajo, se ha llegado al que probablemente sea el resultado más llamativo de este estudio: los investigadores han afianzado la propuesta de que existe un nuevo grupo de bacterias, el filo candidato de la radiación (algo así como una nueva hoja del árbol de la vida). Este es un grupo que en realidad que nunca se ha podido ver en el laboratorio, a exccepción de un caso.

Según propone Laura Hug, estos microbios serían bacterias que viven en simbiosis con otros organismos, y, solo ellas englobarían tanta diversidad de seres vivos como el resto de las bacterias ya descubiertas. Pero, ¿qué «aspecto» tendrían? En este sentido, Hug sostiene que «comparten rasgos metabólicos y modos de vida anaeróbicos y fermentativos que parecen apoyarse en la comunidad de microbios de su entorno».

Pero aún no hay que echar las campanas al vuelo. A pesar de las evidencias, lo cierto es que estos microbios son meras hipótesis: «Podemos estudiar sus genes y pensar en cómo funciona su ecología, pero aún no tenemos al microbio», considera Ricardo Amils. Por ello, se puede decir que este nuevo árbol de la vida se basa en en candidatos hipotéticos. Pero todo descubrimiento comienza por una hipótesis previa.

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