Cinco jugarretas que te hace el cerebro para que quedes como un idiota

Perder una discusión con alguien menos inteligente, asustarse por nada o sufrir sin medida por un amor roto... Tu cabeza no siempre es tu mejor aliada

MADRID Actualizado: Guardar
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  1. La bata vieja confundida con un asesino

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    La ciencia seria tratada con buen humor es uno de los mejores regalos que puede ofrecer un científico. En «El cerebro idiota» (Temas de Hoy), el neurocientífico Dean Burnett, profesor de la Universidad de Cardiff, derrocha ambos, ciencia seria y buen humor, para aclararnos los motivos por los que nuestro cerebro, supuestamente tan brillante y evolutivamente avanzado, nos juega a veces malas pasadas (Aquí te contamos algunos despistes). Son imperfecciones de un cerebro sano por las que todos hemos pasado alguna vez y que nos han hecho sentir, como dice el título del libro socarronamente, como un idiota. Si es así, échele la culpa a su materia gris... Aquí recogemos cinco ejemplos de los muchos que pueden encontrarse en el volumen.

    Uno de esos desarreglos tiene que ver con el miedo. Está usted en la cama, a altas horas de la madrugada, abre medio ojo y se da cuenta de que entre la sombras hay una junto a la puerta que parece... ¡horror, parece un encapuchado con un hacha! No es más que la bata de estar por casa que usted mismo ha colgado del perchero antes de meterse en la cama, pero algo le ha hecho reaccionar de esa forma tan alterada. El motivo es que para nuestro cerebro la vida diaria está llena de peligros ante los que debe reaccionar con respuestas de «lucha o huida». Responde a años de evolución: si nuestros antepasados veían una sombra era mucho mejor temer que fuera un tigre, por una mera cuestión de supervivencia. El que se quedaba a esperar a ver de qué se trataba tenía más probabilidades de convertirse en desayuno.

    Burnett explica también en el libro cómo el cerebro procesa toda esa información a través del tálamo, donde llega como si fuera una estación principal; el córtex, la parte analítica que la examina; y la amígdala, la parte que procesa las emociones fuertes y si algo va mal enciende la alerta roja. Es muy rápida, lo que explica por qué nos asustamos de forma instantánea cuando un globo estalla sin que nos dé tiempo a procesar lo suficiente para darnos cuenta de que ha pasado algo inofensiva. Además, entra en juego el hipotálamo, que avisa al sistema nervioso para poner en marcha al resto del organismo... por si hace falta salir corriendo o liarse a porrazos.

    Más información: ¿Por qué nos paraliza el miedo?

  2. Antes muerto que cantar en un karaoke

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    Para muchas personas subir a un escenario y hacer algo, lo que sea, delante de un público es una idea tan horripilante como ser enviadas a una misión de guerra a Oriente Medio. Cantar en un karaoke, hablar por teléfono, exponer un trabajo escolar... pueden provocar ansiedad social que, si alcanza un grado extremo, se convierte en una fobia, el miedo irracional al algo.

    Burnett recuerda que muchas de esas fobias pueden ser aprendidas. Si nos advierten de que tengamos cuidado con ciertas cosas (los extraños, los insectos, los gérmenes, etc) «nuestro cerebro extrapola enseguida todo lo malo que podría ocurrirnos de encontrarnos con ellas. Luego, cuando realmente nos encontramos con alguna, nuestro cerebro activa todos esos escenarios 'probables' aprendidos y prende el interruptor de la respuesta de lucha o huida». La amígdala pone la etiqueta de «peligro» y la próxima vez que nos encontremos con ese desencadenante tendremos la misma reacción. En algunas personas eso se convierte en fobia.

  3. ¿Por qué pierde las discusiones si es más inteligente?

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    Si alguna vez ha discutido con alguien que está convencido de tener razón cuando usted tenía claro que no, sabrá cómo esa situación puede ser exasperante y ponerle a uno de los nervios. Y quizás haya perdido la discusión aunque tenga razonamientos y datos a su favor, solo porque el otro se ha mostrado más seguro de sí mismo. ¿Por qué ocurre algo así? El tipo más inteligente quizás sufra lo que se llama «síndrome del impostor», personas que tiene éxito pero infravaloran sus aptitudes y sus logros. Las personas inteligentes pueden conocer mejor sus puntos débiles y, además, mostrarse menos seguros de entrada porque perciben cierta hostilidad general contra los intelectuales.

    Además, el efecto por el que las personas menos inteligentes tienden a mostrarse más seguras de sí mismas se denomina efecto «Dunning-Kruger». Responde al nombre de los investigadores de la Universidad de Cornell que analizaron por primera vez el fenómeno, inspirados por la surrealista noticia de un atracador de bancos que se puso zumo de limón en la cara para... hacerse invisible. En su experimento, un grupo de voluntarios complementaba un test. Los que sacaban peores puntuaciones creían que lo habían hecho mejor. Los que lo hicieron bien asumían lo contrario.

  4. ¿Y por qué pierde... los estribos?

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    La ira es una reacción mal vista generalmente. Produce comportamientos irracionales, disgustos y a veces violencia. Pero si es tan dañina, ¿por qué es tan frecuente? Resulta que a veces es útil.

    La ira es la respuesta a una amenaza, ya sea física, a nuestro status o a nuestra integridad moral... Las amenazas provocan estrés, que desencadena la hormona cortisol, que a su vez provoca desagradables consecuencias fisiológicas que hacen que el estrés sea tan perjudicial. Pero cuando experimentamos enfado se reducen nuestros niveles de cortisol, lo que disminuye el daño del estrés.

    Más información: «El estrés es el peor enemigo del cerebro»

  5. Por qué una ruptura sentimental es un golpe tan grande

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    Días enteros sin salir de casa, tumbado en la cama con la bata puesta (la misma que ha confundido con un asesino encapuchado), comiendo helado de chocolate sin parar y acabando con las existencias de pañuelos de papel del planeta... Esas son las consecuencias de una ruptura amorosa. ¿Pero de verdad es para tanto? Las otras personas tienen una gran influencia sobre el bienestar de nuestro cerebro, y rara vez se hace eso más evidente que con motivo de las relaciones amorosas, dice Dean Burnett. Además, algunos estudios han demostrado que la ruptura de una relación activa las mismas regiones cerebrales que procesan el dolor físico.

    En el amor intervienen sustancias químicas y transmisores. Eleva la dopamina en el circuito de recompensa, por lo que experimentamos placer ante la presencia de otra persona, casi como ingerir una droga. También aumenta la oxitocina, que tiene que ver con la confianza y la conexión entre los seres humanos. Además, hay otros factores, como la sensación de logro. El cerebro invierte mucho en conservar una relación, y si esta se pierde, eso no le gusta a un órgano que no gestiona bien la incertidumbre y la ambigüedad. Pero el cerebro puede volver a ponerlo todo en orden con el tiempo, aunque sea un proceso lento. No desespere.

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