La Sala Parés, un ejemplo

Afortunadamente el pensamiento único se salva de muchos rincones sociales de esta laberíntica Cataluña, y el del arte siempre ha rezumado libertad. Por eso es como un soplo de aire fresco acudir al corazón del barrio gótico barcelonés, a la calle Petrixol número 5, y entrar en ese templo de la vanguardia artística desde mediados del XIX que es la sala Parés para contemplar una exposición que lleva abierta desde el día 11 y que bajo el título de Tauromàquies nos presenta la obra de tres artistas, tres formas distintas de expresión artística con una misma inspiración.

José María Guerrero, un toledano que vive en Jaén; el cordobés Miguel Rasero y el santanderino afincado en Barcelona, Miquel Macaya, exponen una variada visión del arte del toreo.

Si la Tauromaquia ha inspirado a lo largo de la historia a innumerables pintores, escritores, escultores, músicos..., la Tauromaquia sigue inspirando a artistas que encuentran lugares emblemáticos en los que mostrar su obra.

Por la naturalidad que significa una exposición con tema taurino en Barcelona, cobra más valor esta exposición, que en cualquier momento no hubiera tenido mayor repercusión que la de la calidad de las obras mostradas, pero que ahora tiene un significado mucho más profundo.

El que la sala Parés haya presentado a estos tres artistas demuestra que el prestigio de una de las más cualificadas galerías de arte de Europa se ha basado en una impecable trayectoria de selección rigurosa de los artistas. Sin prejuicios, con el arte como único objetivo y como única razón de ser.

Por eso, esta exposición, Tauromàquies, no puede presentarse en un escenario mejor, porque a sus autores se les ha respetado algo tan importante para los artistas como es su libertad. Libertad de expresión, libertad artística, libertad de mercado, libertad para una pasión cercenada, que, afortunadamente, a veces vuelve a fluir por algún rincón de esta Barcelona que mantiene puntales sobre los mantener viva la esperanza.